6.3.12

Cap 216

Shay

Creo que no fue una buena manera de despertar, definitivamente no lo creo, comienzo a creer que estos nuevos pasajeros que tomamos en la isla del sol no son tan comunes y corrientes, después de todo, al verlos por primera vez note algo que no calzaba en toda su historia, y creo que no soy el único o el primero en notarlo. Para comenzar esa famosa sirvienta que andaba para todos lados con aquel individuo que expelía un olor a azufre muy penetrante no tenía la apariencia propia de toda sirvienta o esclava, aun así existe la remota posibilidad de que sea su, por decirlo así, concubina o amante. Aquella princesa o lo que sea tiene un aire a no sé qué, la vez que pase cerca de ella me dio una sensación más o menos de tensión, como si estuviera a punto de enfrentarme a uno de esos tifones que más de alguna vez nos han arrebatado a uno más de nuestros tripulantes en alta mar. Tengo que estar preparado para cualquier eventualidad que venga de esos desconocidos, y es que ocasiones como esta siempre me hacen recordar las palabras de mi abuelo:
“Shay, siempre párate dignamente sobre la Tierra. De perfil. Demuestra que estás dispuesto a batirte hasta la muerte. Marca un territorio, hazte Señor de él. Emana poder silente. Toda la furia está despierta pero agazapada, lista para saltar. Que tu adversario vea que el Universo entero está plantado ante él.”
Que palabras más sabias, no ha pasado mucho desde su muerte, creo que ya era su turno, todas esas penurias que vivió, la vida de un hombre de mar al igual que la de un guerrero es de lucha constante, y a eso tengo que sumarle la pérdida de su única hija, mi madre, y el tener que criarme, enseñándome todo lo que sabía, le debo mucho, lo extraño, después de todo él era el único que quedaba de mi familia. Claro, no debo de olvidar a todos los de la tripulación, que fueron mi segunda familia, cuantas aventuras, batallas y viajes con ellos , cado uno de los que fallecía era una parte importante de la historia de este barco que desaparecía para siempre en los vientos del tiempo, pero el llanto es para los de tierra firme, no para nosotros, aunque eso suelo olvidarlo de todos modos cuando recuerdo lo que sufrieron mis padres gracias a los infames dioses y en especial a uno de esos bastardos: Ares, el reconocido dios de la guerra, el culpable de mandar a matar de la manera más cruel y funesta a mis padres, solo porque no compartían la sádica manera de pensar de los llamados “eternos”, fueron vistos como traidores, como basura, como escoria. Pero espero que llegue la hora de que nos veamos las caras y resolvamos todo esto de una maldita vez…


Cuando ya por fin me tranquilice, otro violento movimiento del barco me hize perder el equilibrio… -¿¡Otra vez!?- creo que nuestra mascota debe estar más mañosa que de costumbre, de seguro se ha topado con algo grande o digno de ser “coleccionado”, como dirían los gemelos, será mejor que me aliste, por si me llegasen a necesitar…
Simplemente voy a dejar pasar el tiempo dejándome caer en mi cama…
“Solo era un remezón ocasional así que mejor me dedico a meditar por un rato”, eso era lo que tenía pensado hacer… Pero había errado esta vez. Vi pasar a un grupo cargando lanzas y escudos, lo cual, me pareció algo extraño, preferí esperar, pero al rato de ver pasar a este grupo aparece Radus, uno de los asistentes de los gemelos, diciéndome que me necesitaban, pero no tenía muchas ganas de ir, ese violento despertar me tiene un poco desorientado, como si una vorágine danzara violentamente en cada recóndito rincón de mi mente, pero insistía, en realidad no tenía ánimo, aunque dentro de mi estado casi letárgico oí decir que era sobre un asunto pendiente, me llamo la atención oír eso -¿Asuntos pendientes?- Entonces no hubo otra alternativa más que levantarme e ir a cubierta.
A primera vista vi que todos esos pasajeros de la vez anterior no eran lo que decían ser, todos con armas en sus manos y uno de ellos con un águila en su hombro, que me resulto muy interesante y es que… A la vez confirmaba todas mis teorías en absoluto. Hubo un intercambio de miradas entre cada uno de ellos conmigo, creo que no les inspiraba confianza, es recíproco, pero lo que vino a continuación me pareció algo confuso, uno de los gemelos me señalo diciendo algo sobre de que yo les podría ser de ayuda ¿En qué?

¿Y si son alguna clase de bandidos o ciervos de los dioses que los enviaron a buscar alguno de los artefactos mitológicos que tenemos en nuestro poder? Pero todo se aclaró aún más cuando me dijo que este particular grupo era del cual se contaba en el puerto de Creta, que se atrevieron a alzarse en contra de los dioses y que ya llevaban en su lista a dos de esos altruistas como víctimas. Después de mucho tiempo creo que mi ánimo se elevó, pero esto mejoró cuando el gemelo más serio me dio autorización de poder unirme a ellos, después de todo él sabía que si se me daba la oportunidad no lo pensaría dos veces antes de hacerlo, todo eso explicaba las miradas de mis nuevos, por así decirlo, “compañeros”. Lo que siguió a continuación fue un poco nuboso, creo que el líder de todos ellos me extendió la mano como gesto de bienvenida, pero creo que lo único que atine a hacer fue a extender ligeramente mi mano y en medio de todo lo que él me decía, lo único que alcance a recordar fue que su nombre era Adelphos, debo de haberme visto bastante retraído frente a los demás, eso es seguro.

Luego, solo me dirigí con la cabeza inclinada hacia uno de los bordes del barco para poder sentarme mientras esbozaba una pequeña sonrisa, creo que eso no ocurría desde hacía ya mucho tiempo. Ya sentado solo me vi invadido por visiones de la muerte de mis padres y abuelo, una y otra vez, era como si estuviera rodeado de moscas, pero repentinamente todo despareció después de que una palabra retumbo en mi mente: Posibilidad. Posibilidad de llevar a cabo mi objetivo al fin, no importa si las posibilidades sean casi nulas, espero que junto con ellos pueda lograrlo, eso es en lo que me debo aferrar firmemente…
Después de esa escena, se acercó una de las mujeres del grupo, la cual rato antes aparentaba ser una sirvienta de aquel tipo con el machete, se veía bastante agradable, aunque su actitud cambio rápidamente ante una broma del tipo del machete, supe que él se llamaba Mor gracias a la respuesta tan repentina de ella, tenía que admitir que me causo algo de gracia, pero después se presentó. Su nombre era Epifanía y era una sacerdotisa de Atenea ¿Qué extraño? Pero siguió señalándome a cada uno de los que conformaban tan llamativa cofradía con sus respectivos nombres, debo de recordar cada uno de ellos, porque definitivamente cada uno de ellos será parte importante de esta travesía y más de alguna vez pelearemos codo a codo.

By Odgru Jahad