Epifanía
Sentí una briza revolver el cabello en mi frente. Abrí los ojos tranquilamente y ante mí quedó expuesto el gran acantilado al otro lado del puente, en la tierra de los gigantes. Sentía sobre mis hombros, tras la espalda y cubriendo mis pies la enorme piel que quité de la cama y que me había mantenido abrigada el resto de la noche o madrugada... O lo que fuera.
- Después de todo Morfeo logro hacerme dormir -musité mientras aclaraba la vista.
Y como no, si estaba cansada, la noche había sido horrenda y el desvelo me duró largas horas. Las suficientes para aclarar muchas ideas, pero para enredar muchas más. A veces siento que caigo en más enigmas de los que resuelvo... Maldita razón.
Aun no amanecía, el cielo estaba cubierto de nubes y el viento era... Realmente estremecedor. Saqué a penas un brazo del abrigo de la piel y el frío hizo que mi piel se pusiera como carne de gallina. Sentí un escalofrío recorrer desde la base de mi columna hasta el cuello y desee, solo desee tener en mi poder la capa de Mor. Recordé en un segundo aquella vez en que me la pasó luego de vencer a Dionisio y vaya si que era abrigadora. A todo esto, donde estaba el niño que salió de la Manticora... O de Dionisio, es decir, el Dionisio humano, pobre chico... Ese Hades, quizás qué hizo con él.
-Es verdad... -musité mientras miraba a mi costado, hacia el ventanal. Mor estaba ahí... Tonto.
Me destapé y me levanté, y como si fueran flechas, el frío se clavó en todo mi cuerpo y sentí mi piel pálida, fría y tensa. Tomé la piel, la cargué a mis hombros y entré a la habitación. Unos cuantos rayos de sol se colaron entre las nubes más solo era luz, tenue luz del amanecer.
Miré el cuarto, lo creí vacío hasta que, en uno de los rincones, Mor yacía como muerto, tirado y aferrado a su machete. Negué un par de segundos y me acerqué a la cama, comencé a abrochar mis sandalias, luego solté mi pelpo, de modo que cubrió mis piernas de la fría briza y cuando tomaba mi morral y mi arco, Mor se movió sonoramente, soltando su machete momentáneamente para luego volver a su posición anterior y comenzar a despertar.
Lo miré un par de segundos. Parecía tan tranquilo mientras dormía, con la guardia totalmente baja, como un niño. Sonreí levemente.
Volví a echar un vistazo al cuarto en busca de algún himatón con qué cubrirme, una manta o algo. Hacía realmente mucho frío. Sentí unos pasos por el pasillo, quizás de las fieras, entonces cuando tomé la primera manta de la cama que encontré, me acerqué a Mor.
- Mor -musité. El aun no abría los ojos - Mor -volví a decir. Se movió a penas. Me giré, había olvidado el arco, fui por él, entonces sentí el filo del machete arrastrarse por el suelo y cuando vi a Mor con los ojos abiertos, recordé toda la noche pasada y me dio rabia, ira y sentí ganas de lanzarle una flecha y entonces, todo se esfumó y me quedé mirándolo con las letras de resignación talladas en la frente. - Vas a venir o te vas quedar durmiendo allí pasando las secuelas de la noche anterior- musité.
- No puede ser que lo primero que escuche el día de hoy sea tu voz chillona…- contestó y se paró.
Empuñé mi mano y sentí ganas de echarlo, pero el se había ido solo y francamente, no planeaba quedarme en aquella habitación esperando a las fieras de Circe. Así que salí rápidamente, lo vi alejado en un pasillo y comencé a correr hasta alcanzarlo. Tenia la expresión de: ¿Y donde estoy? en el rostro, además de la de una noche ajetreada, con ojeras y su usual pálido.
- Deben estar ya en la sala de banquetes- musité llegando a su lado.
- Si eso es lo más probable -dijo y comenzó a caminar. No entendía como era que no tenía frío... Ahh... La capa, por supuesto.
- Mor. ¿Me sostienes esto? -musité mientras avanzábamos. El me miró, entrecerró los ojos y yo negué y dejé de todos modos mi morral y mi arco en sus manos. El se detuvo, me acerqué a él y busqué entre mis cosas una fíbula de oro, cortesía de Atenea, al encontrarla, enganché el manto de modo que no debiera sostenerlo yo. Miré a Mor, tomé mis cosas y le sonreí levemente -Gracias -musité y comencé a caminar nuevamente.
- ¿Tienes frío?
- Así es -musité.
- Y esa actitud tan... ¿Tranquila?
- Porqué ¿Esperas alguna reacción de mi parte?
- Eh... ¿No?
- Entonces continuemos, espero que Circe tenga algo más que vino para calentar el cuerpo -musité y entré en la sala de banquetes.
- Que extraña -sentí a Mor. Me giré y enarqué una ceja.
- Aun no olvido lo de chillona, así que por favor, no empieces -musité, ignoré sus últimas palabras y me acerqué a uno de los cojines. Mor se sentó junto a mi y miró discretamente a Amisthy.
- A que no saben qué -musitó Keops mientras tomaba una manzana y la giraba en sus manos. Ninguno respondió - ¡Vamos chicos! Es interesante -continuó y todos siguieron comiendo. Ladeé el rostro y respondí.
- ¿Qué sucede? -musité. Cyrene aun no llegaba, Patroclo tampoco y sus amigos, ni Circe. Al parecer había pedido que empezaran sin ella o... Teníamos muy malos modales.
- Circe tiene un nuevo invitado -musitó y todos lo miraron.
- ¿Invitado? -preguntó Adelphos.
- Así es. Un guerrero o algo, tenía una enoooorme espada y lucía cansado -dijo y asintió. Yo miré un segundo mi vaso y luego miré a Adelphos.
- ¿Creen que ella lo... Capture? -musité y Adelphos entrecerró los ojos en mi dirección.
- ¿Me hablas a mi?
- A todos en realidad -dije y sentí a Mor girar en su lugar.
- Creo que ella lo transformará -dijo, Keops asintió - Ya saben, el trato nos cubre solo a nosotros -musitó y yo fruncí el ceño.
- No podemos dejar que lo transformen -comentó Amisthy -Si lo transforma en animal, se lo comerán.
- Pero tampoco podemos proteger a todos los humanos que naufraguen en las costas de Circe -acoté, con la mente totalmente fría.
- Al menos podríamos salvar a este... -dijo Adelphos y luego tomó un trozo de pan, lo mordió sin dejar de mirarme y con su ceño fruncido -Deberías pensar más en los demás Epifanía, no solo en ti.
Mis ojos se fijaron en él y mis labios se entreabrieron levemente. Ladeé el rostro y solté las uvas que comía. Tragué saliva, sentía ganas de recalcarle todo en la cara, a ver si me volvía a decir egoísta nuevamente, pero me contuve, apreté la mandíbula, sonreí levemente y lo miré.
- Tienes razón, debe haber alguna manera de salvarlo... - miré mi vaso - Al menos a este -acoté y miré a Mor - No creo que te quede raíz, ¿o si? -él negó.
- No era raíz -acotó.
- Lo que sea -musité y miré a Adelphos -Quizás podamos llevarlo con nosotros si lo transforma...
- Claro, y que nos tiente a comerlo si volvemos a naufragar -dijo Keops tan serio, que todos reímos levemente y luego negamos.
- Tienes razón... ¿Alguna idea príncipe? -musité. Él me miró, frunció el ceño, golpeó la mesa, se levantó y me gritó.
- ¡¿Cómo puedes hablarme de esa forma?! -gritó. Me alejé levemente de él y me encogí de hombros. De algo me había perdido.
- ¿De qué forma?
- ¡Así! Tan... Tranquila
-Te lo dije -murmuró Mor mientras bebía de su copa.
Me acerqué a Adelphos, sin levantarme del suelo. Circe entraba en la habitación y se ubicaba en su lugar. Negué.
- ¿Quieres hablar de eso ahora? -pregunté en susurros mientras lo miraba directo a los ojos. El asintió y luego negó. Vi confusión en sus ojos, no sabía que decir, así que optó por lo básico.
- ¿Quieres tu? - preguntó y negué. Entonces... Si quería que este momento no fuera tan extraño como lo era, tenía que cambiar de tema, ahora. Entonces Mor se acercó levemente a mi, giró su rostro en mi dirección, yo continuaba mirando a Adelphos con su exasperación, entonces escuché: <Pregunta por él>, y la idea en mi mente se completó.
- No lo sé príncipe. Desde que cruzamos el puente no lo he visto... Quizás naufragó al otro lado de la isla -musité y todos me miraron. Vi la confusión de Adelphos aumentar, entonces miré a Mor y él tosió levemente.
- Así es... Probablemente esté muerto -dijo y lo fulminé con la mirada. El príncipe volvió a sentarse y Circe aclaró la garganta.
- Si no fuera una insolencia. Quisiera saber de mis queridos invitados ¿Por qué el príncipe Adelphos está tan enojado? -comentó y tomó una copa. Adelphos no respondió, entonces hablé.
- Es que... Está preocupado por un... Un compañero, que no naufragó con nosotros...
- ¿Compañero?
- Si, un hombre grande, con armadura y una espada gigante -musitó Keops. Había captado la idea.
Entonces Amisthy interrumpió.
- Estamos muy preocupados por él...
- Si... por eso me sobresalte, es muy importante para el grupo- comentó Adelphos sin dejar de mirarme.
- ¿Y cómo se llama este compañero? -preguntó ella.
- Eh... Es que le decíamos Guerrero -mintió Mor -Porque, ya sabe... La armadura y la espada... Un verdadero... Guerrero.
- Eso es verdad -corroboré, mientras miraba a Mor, él asintió y el resto del grupo también. Circe no creyó mucho, entonces entró Cyrene.
Le sonreí levemente y ella... Se lanzó contra Mor. Nadie entendía por qué, pero ella le intentaba golpear, quitar la capa y pues... Todos quedamos confundidos mirándolos. Hasta que Keops y Heracles se levantaron y la alejaron de Mor. Miré a Mor y este estaba con un rostro de matar gente, que no se podía.
by KatrinaxStevens