3.3.11

Cap 138

Epifanía

Sentí una briza revolver el cabello en mi frente. Abrí los ojos tranquilamente y ante mí quedó expuesto el gran acantilado al otro lado del puente, en la tierra de los gigantes. Sentía sobre mis hombros, tras la espalda y cubriendo mis pies la enorme piel que quité de la cama y que me había mantenido abrigada el resto de la noche o madrugada... O lo que fuera. 

- Después de todo Morfeo logro hacerme dormir -musité mientras aclaraba la vista. 

Y como no, si estaba cansada, la noche había sido horrenda y el desvelo me duró largas horas. Las suficientes para aclarar muchas ideas, pero para enredar muchas más. A veces siento que caigo en más enigmas de los que resuelvo... Maldita razón. 

Aun no amanecía, el cielo estaba cubierto de nubes y el viento era... Realmente estremecedor. Saqué a penas un brazo del abrigo de la piel y el frío hizo que mi piel se pusiera como carne de gallina. Sentí un escalofrío recorrer desde la base de mi columna hasta el cuello y desee, solo desee tener en mi poder la capa de Mor. Recordé en un segundo aquella vez en que me la pasó luego de vencer a Dionisio y vaya si que era abrigadora. A todo esto, donde estaba el niño que salió de la Manticora... O de Dionisio, es decir, el Dionisio humano, pobre chico... Ese Hades, quizás qué hizo con él.

-Es verdad... -musité mientras miraba a mi costado, hacia el ventanal. Mor estaba ahí... Tonto.

Me destapé y me levanté, y como si fueran flechas, el frío se clavó en todo mi cuerpo y sentí mi piel pálida, fría y tensa. Tomé la piel, la cargué a mis hombros y entré a la habitación. Unos cuantos rayos de sol se colaron entre las nubes más solo era luz, tenue luz del amanecer. 

Miré el cuarto, lo creí vacío hasta que, en uno de los rincones, Mor yacía como muerto, tirado y aferrado a su machete. Negué un par de segundos y me acerqué a la cama, comencé a abrochar mis sandalias, luego solté mi pelpo, de modo que cubrió mis piernas de la fría briza y cuando tomaba mi morral y mi arco, Mor se movió sonoramente, soltando su machete momentáneamente para luego volver a su posición anterior y comenzar a despertar. 

Lo miré un par de segundos. Parecía tan tranquilo mientras dormía, con la guardia totalmente baja, como un niño. Sonreí levemente.

Volví a echar un vistazo al cuarto en busca de algún himatón con qué cubrirme, una manta o algo. Hacía realmente mucho frío. Sentí unos pasos por el pasillo, quizás de las fieras, entonces cuando tomé la primera manta de la cama que encontré, me acerqué a Mor. 

- Mor -musité. El aun no abría los ojos - Mor -volví a decir. Se movió a penas. Me giré, había olvidado el arco, fui por él, entonces sentí el filo del machete arrastrarse por el suelo y cuando vi a Mor con los ojos abiertos, recordé toda la noche pasada y me dio rabia, ira y sentí ganas de lanzarle una flecha y entonces, todo se esfumó y me quedé mirándolo con las letras de resignación talladas en la frente. - Vas a venir o te vas quedar durmiendo allí pasando las secuelas de la noche anterior- musité. 
- No puede ser que lo primero que escuche el día de hoy sea tu voz chillona…- contestó y se paró.

Empuñé mi mano y sentí ganas de echarlo, pero el se había ido solo y francamente, no planeaba quedarme en aquella habitación esperando a las fieras de Circe. Así que salí rápidamente, lo vi alejado en un pasillo y comencé a correr hasta alcanzarlo. Tenia la expresión de: ¿Y donde estoy? en el rostro, además de la de una noche ajetreada, con ojeras y su usual pálido. 

- Deben estar ya en la sala de banquetes- musité llegando a su lado. 
- Si eso es lo más probable -dijo y comenzó a caminar. No entendía como era que no tenía frío... Ahh... La capa, por supuesto. 
- Mor. ¿Me sostienes esto? -musité mientras avanzábamos. El me miró, entrecerró los ojos y yo negué y dejé de todos modos mi morral y mi arco en sus manos. El se detuvo, me acerqué a él y busqué entre mis cosas una fíbula de oro, cortesía de Atenea, al encontrarla, enganché el manto de modo que no debiera sostenerlo yo. Miré a Mor, tomé mis cosas y le sonreí levemente -Gracias -musité y comencé a caminar nuevamente.
- ¿Tienes frío?
- Así es -musité.
- Y esa actitud tan... ¿Tranquila?
- Porqué ¿Esperas alguna reacción de mi parte?
- Eh... ¿No?
- Entonces continuemos, espero que Circe tenga algo más que vino para calentar el cuerpo -musité y entré en la sala de banquetes. 
- Que extraña -sentí a Mor. Me giré y enarqué una ceja.
- Aun no olvido lo de chillona, así que por favor, no empieces -musité, ignoré sus últimas palabras y me acerqué a uno de los cojines. Mor se sentó junto a mi y miró discretamente a Amisthy. 
- A que no saben qué -musitó Keops mientras tomaba una manzana y la giraba en sus manos. Ninguno respondió - ¡Vamos chicos! Es interesante -continuó y todos siguieron comiendo. Ladeé el rostro y respondí.
- ¿Qué sucede? -musité. Cyrene aun no llegaba, Patroclo tampoco y sus amigos, ni Circe. Al parecer había pedido que empezaran sin ella o... Teníamos muy malos modales.
- Circe tiene un nuevo invitado -musitó y todos lo miraron.
- ¿Invitado? -preguntó Adelphos.
- Así es. Un guerrero o algo, tenía una enoooorme espada y lucía cansado -dijo y asintió. Yo miré un segundo mi vaso y luego miré a Adelphos.
- ¿Creen que ella lo... Capture? -musité y Adelphos entrecerró los ojos en mi dirección.
- ¿Me hablas a mi?
- A todos en realidad -dije y sentí a Mor girar en su lugar.
- Creo que ella lo transformará -dijo, Keops asintió - Ya saben, el trato nos cubre solo a nosotros -musitó y yo fruncí el ceño.
- No podemos dejar que lo transformen -comentó Amisthy -Si lo transforma en animal, se lo comerán.
- Pero tampoco podemos proteger a todos los humanos que naufraguen en las costas de Circe -acoté, con la mente totalmente fría.
- Al menos podríamos salvar a este... -dijo Adelphos y luego tomó un trozo de pan, lo mordió sin dejar de mirarme y con su ceño fruncido -Deberías pensar más en los demás Epifanía, no solo en ti.

Mis ojos se fijaron en él y mis labios se entreabrieron levemente. Ladeé el rostro y solté las uvas que comía. Tragué saliva, sentía ganas de recalcarle todo en la cara, a ver si me volvía a decir egoísta nuevamente, pero me contuve, apreté la mandíbula, sonreí levemente y lo miré.

- Tienes razón, debe haber alguna manera de salvarlo... - miré mi vaso - Al menos a este -acoté y miré a Mor - No creo que te quede raíz, ¿o si? -él negó.
- No era raíz -acotó.
- Lo que sea -musité y miré a Adelphos -Quizás podamos llevarlo con nosotros si lo transforma...
- Claro, y que nos tiente a comerlo si volvemos a naufragar -dijo Keops tan serio, que todos reímos levemente y luego negamos. 
- Tienes razón... ¿Alguna idea príncipe? -musité. Él me miró, frunció el ceño, golpeó la mesa, se levantó y me gritó.
- ¡¿Cómo puedes hablarme de esa forma?! -gritó. Me alejé levemente de él y me encogí de hombros. De algo me había perdido.
- ¿De qué forma?
- ¡Así! Tan... Tranquila 
-Te lo dije -murmuró Mor mientras bebía de su copa.

Me acerqué a Adelphos, sin levantarme del suelo. Circe entraba en la habitación y se ubicaba en su lugar. Negué.

- ¿Quieres hablar de eso ahora? -pregunté en susurros mientras lo miraba directo a los ojos. El asintió y luego negó. Vi confusión en sus ojos, no sabía que decir, así que optó por lo básico.
- ¿Quieres tu? - preguntó y negué. Entonces... Si quería que este momento no fuera tan extraño como lo era, tenía que cambiar de tema, ahora. Entonces Mor se acercó levemente a mi, giró su rostro en mi dirección, yo continuaba mirando a Adelphos con su exasperación, entonces escuché: <Pregunta por él>, y la idea en mi mente se completó.
- No lo sé príncipe. Desde que cruzamos el puente no lo he visto... Quizás naufragó al otro lado de la isla -musité y todos me miraron. Vi la confusión de Adelphos aumentar, entonces miré a Mor y él tosió levemente.
- Así es... Probablemente esté muerto -dijo y lo fulminé con la mirada. El príncipe volvió a sentarse y Circe aclaró la garganta.
- Si no fuera una insolencia. Quisiera saber de mis queridos invitados ¿Por qué el príncipe Adelphos está tan enojado? -comentó y tomó una copa. Adelphos no respondió, entonces hablé.
- Es que... Está preocupado por un... Un compañero, que no naufragó con nosotros...
- ¿Compañero?
- Si, un hombre grande, con armadura y una espada gigante -musitó Keops. Había captado la idea. 

Entonces Amisthy interrumpió.

- Estamos muy preocupados por él...
- Si... por eso me sobresalte, es muy importante para el grupo- comentó Adelphos sin dejar de mirarme. 
- ¿Y cómo se llama este compañero? -preguntó ella.
- Eh... Es que le decíamos Guerrero -mintió Mor -Porque, ya sabe... La armadura y la espada... Un verdadero... Guerrero. 
- Eso es verdad -corroboré, mientras miraba a Mor, él asintió y el resto del grupo también. Circe no creyó mucho, entonces entró Cyrene.

Le sonreí levemente y ella... Se lanzó contra Mor. Nadie entendía por qué, pero ella le intentaba golpear, quitar la capa y pues... Todos quedamos confundidos mirándolos. Hasta que Keops y Heracles se levantaron y la alejaron de Mor. Miré a Mor y este estaba con un rostro de matar gente, que no se podía.


by KatrinaxStevens

Cap 137


Mor

Miré un momento las aguas de la Estigia y volví a preguntarle.
- ¿Quién soy?
El hombre alto y sombrío rió despeinando mi cabeza.
- ¿Y de cuando acá te surgen esas dudas?- volvió reír aun con más fuerza.
Miré el rió y las almas pasaban sumidas en el agua en su viaje eterno.
- Me dijeron que no era libre, que tenías mi alma, y que era un objeto tuyo… que no debería estar aquí y que sencillamente no te pertenezco.
El hombre volvió a reír ante mis palabras, como si fuese el chiste más gracioso del mundo, yo… yo no le encontraba la gracia.
- Mor, niño- volvió a reír - ¿Cuántas veces te he dicho que no escuches lo que las almas del Estigia tienen que decir? Son palabras de un muerto- se agachó hasta mi posición y sonrió, dio una palmadas en la mejilla y volvió a levantarse. – Es cierto… No te voy a mentir- caminó hasta las orillas del rió para sumergir su oscura mano – Excepto que se equivocaron en una parte- el agua se volvió de un aspecto peor al que ya tenía y de pronto fue como si millones de hilos entraran en el agua.
-Tú… sí me perteneces
De pronto sentí rabia, con una pizca de miedo. Me sentí aún más pequeño de lo que era. Más pequeño que un niño normal.
- Considérate una de las piezas más valiosa de mi tablero Mor, por eso el trato que recibes.
Los hilos fueron retrayéndose y trayendo consigo una figura.
Sonrió.
- Adivino, ¿éste fue el que te lo dijo?- masculló riendo, mientras la esencia atrapada entre sus garras intentaba liberarse con horror.
- ¿Lo conoces?- me preguntó.
Yo negué, recordando lo que aquella esencia me había dicho.
- Vamos Mor, chico dime- su voz era más suave que lo normal. Yo volví a negar.
- Te ordeno que me lo digas- el grito retumbó en todo la caverna, haciéndome caer hacia atrás, asintiendo ahora más asustado, que con rabia.
La esencia comenzó a gritar mientras un líquido oscuro lo iba engullendo.
Sus gritos... Nunca voy a olvidarlos, son los clamores últimos de una esencia que está siendo aniquilada.
Hades, volvió a su forma, una más amena a la vista de cualquier mortal.
- Mira Mor hay algo que voy a contarte, no quiero que lo sepas por terceros chico, prefiero contártelo yo mismo- me extendió la mano.
Yo no quería tomarla. Ya de pronto su presencia no me parecía de tanta confianza. Volvió a extenderla invitándome a que le siguiese, algo si había aprendido en estos cortos años de vida: no era bueno hacerlo enojar, ni esperar...


El frío calaba los huesos me aferré a mí mismo, pues no tenía nada con que cubrirme.
Ahí divisé una especie de ventana, y una familia, que sonreía y disfrutaba de las comodidades de un hogar, del fuego.
- ¿Ves esos adultos que están allí?- preguntó señalando.
Yo asentí.
- Ellos son tus padres.- agregó.
Me giré enseguida con los ojos de par en par, los miré y vi la niña, que jugaba con unas muñecas tejidas, y sentí rabia.
- ¿Te acuerdas de la última misión que fuiste a hacer, Mor?- preguntó.
Volví a asentir con lágrimas en los ojos, lleno de odio.
- Ellos hicieron lo mismo, solo que yo, le di otro fin a tu alma ¿entiendes? Ellos te ofrecieron a ti como ofrenda, si yo… no me llevaba a la mujer que esta junto al hombre. La ofrenda la dio el hombre humano, con el consentimiento de la humana, por supuesto.
Y sentí rabia. Rabia contra aquellas personas, rabia contra todos.
- Yo pude haberte dado fin como las otras almas, pero chico, vamos, yo creo que tu puedes más que eso- dijo señalando a la pequeña niña de cabello oscuro, de no más de ocho años de edad. - No te confundas chico, tú eres mío, así mismo como lo es Perséfone, el Cerbero y todo lo que hay debajo de tus pies, solo que yo, tengo planes para tí– El hombre alto me miró. –Espero que todo... Toda la gracia que te doy, sea devuelta.- Hades me observó una última ves para luego mirar la pareja.
- No sientas rabias por ellos niño- agregó –Bueno, en realidad eres libre de sentir lo que se te venga en gana con respecto a esos humanos que has visto– rió –Pero mejor siente lástima por ellos, porque todas las penalidades que sus almas pasaran por mi mano, tu no la has de padecer. No chico, para ti tengo otros planes…- musitó el dios.
Alcé la cabeza para encontrarme con su alargada y maquinadora sonrisa. Y le encontré la razón, él pudo haberse desasido de mí, pero no lo hizo, y aquí estoy, yo… le debo todo lo que soy, no como… - los miré de nuevo y ya no tenía ganas de… la verdad, ya no sentía nada.
- Humanos…- musité.
- Así es chico, así es…- el hombro desordenó mi cabello y se fue.
Yo di una última mirada, a la mujer, al hombre, a la niña… ya no tenía frío y me fui tras la alta sombra.

Luego, cuando volví, Perséfone me pidió que le contara lo que había hecho el día de hoy, y así lo hice, al terminar, la diosa bajo la cabeza con los ojos llenos de tristeza, masculló un par improperios hacia Hades y me abrazó atrayéndome hacia sí, con fuerza, no entendía por qué, yo no estaba triste, de hecho, no sentía nada.
- Lo que te hace… yo…- musitó Perséfone abrazándome – Voy a regalarte algo, ya verás... Contra él no se podrá hacer mucho, pero me encargaré que nadie más pueda lastimarte- susurraba suavemente con una sonrisa triste, y yo le sonreí a medias, como siempre lo hacía, para consentirle. Como era de costumbre. Todo lo que fuese necesario para complacer a la reina del inframundo.
.-.-.-

Desperté. Me había quedado dormido, rayos.
Mi mano estaba posada en el machete y recordé el sueño para capturar entre mis dedos el filo de la manga derecha de la capa _ Excelente regalo, ninguna queja… Ella hace por ambos_ pensé.

- Qué raro hace tiempo había dejado de soñar con mi infancia- mascullé para mí.

Descrucé los brazos y me estiré levemente para levantarme del suelo.
De pronto el sol golpeó mis ojos, como si Apolo me diera una cachetada. Cerré los ojos, bostecé. Se iba a sentir tan bien cuando llegara a encontrarme con Apolo, me las iba a descobrar todas.
Estaba entumecido, así que volví a estirarme. Miré hacia los lados y no había nadie.

- ¿Vas a venir o te vas quedar durmiendo allí pasando las secuelas de la noche anterior?- chilló Epifanía señalando el rincón en donde me había quedado.

Me equivoqué.

- No puede ser que lo primero que escuche el día de hoy sea tu voz chillona…- mascullé, llevé las manos a la cabeza y salí de la habitación, ella iba decir algo pero ya iba bastante lejos, como para decirlo y no gritarlo. Entonces ¿A dónde iba? camino hacia… emm ¿Dónde nos separamos todos la última vez? Si ahí.

- Deben estar ya en la sala de banquetes- masculló Epifanía.
- Si eso es lo más probable...


by Double_Angy

Cap 136

La hechicera de cabellos oscuros, se bañaba en la fuente, preparándose para un nuevo día y para sus invitados, por supuesto.

Un pantera se acercó y ronroneando se froto contra la mano de su ama.

-¿Buenas nuevas Minor?- ronroneó la mujer mientras alzaba la pierna y por ella se deslizaba el agua y las flores. Sonrió.
-Ummmm- giró hacia la pantera y enarcó una ceja –Nuevo visitante- se alzó, colocó la bata de un color índigo y caminó hacia la entrada, al encuentro de sus panteras que traían un prisionero.
Lo miró de arriba abajo y una sonrisa ladeada sensual se escapó de la comisura de sus labios –Dime viajero ¿Y tú quién eres?- De pronto escuchó que alguien pasaba por el pasillo, unos cuantos metros detrás de sí, Circe se giró rápidamente y vio a un joven de cabellos rubios, salir del cuadro.
Enseguida frunció el ceño. Cruzó los brazos y colocó una cara de mohín –Odio que escudriñen en mí casa- se giró.
-Llévenlo hasta su cuarto…- la bata se deslizó levemente por su hombro un par de centímetros –Que yo, su anfitriona iré a atenderlo- paso una mano por sus cabellos –… Más tarde- y comenzó a caminar guiado, por la panteras.

Cuando llegó a las estancia, donde estaban desayunando, todos se le quedaron viendo, todos con distintas miradas. Pero ninguna agradable…

Circe frunció el ceño con gracia, sonrió y preguntó.

-¿Qué ocurre?- hubo un silencio sepulcral hasta que Adelphos se paró, el golpe sordo en la mesa retumbó, con esa actitud, no podría ser nada bueno.


By Double_Angy