22.11.10

Cap 124

Mor

Si, no podía negar. Las fieras se veían muy domesticas, como para tomar una cuerda amarrarlo y llevárselo a un Raha… Tonterías. Yo voto porque no nos arriesguemos, además las bestias eran jurisdicción de Artemisa, y tenía un leve presentimiento determinante de que Artemisa tenía un gran odio reservado hacia mi persona. Yo… ya no confió en los animales, al menos que estén servidos en bandejas con un buen aderezo y bien cocidos. 

- Quizás si pasamos tranquilos y relajados no nos hagan daño- musitó Heracles.
- Tranquilos y pausados- agregó Cyrene mientras daba el primer paso.
- Yo solo sé que el primero que se mueva demasiado rápido, lo rebano- agregué.
- Yo digo lo mismo- murmuró Patroclo y lo miré frunciendo el ceño. Creo que esta sería la única vez en que Patroclo y yo estaríamos de acuerdo en algo nunca.

Caminamos y a medida que caminamos todos alertas ante cualquier movimiento, observábamos que los animales nos miraban pausados como si vigilaran que camináramos hacia dónde ellos querían. Raro.
Esto es demasiado sencillo, que está pasando por sospechoso.

- ¿Qué es eso?- murmuró Cyrene que iba un poco más adelantada que nosotros.
- ¿Es como el arco de una residencia?- frunció el ceño Keops.

A medida que caminábamos el lugar se iba haciendo cada vez más paradisíaco, frondoso y de una estructura imponente, como un palacio de mármol que relucía como si estuviese hecho de perlas con detalles dorados, se iba agrandando a medida que caminábamos.

- Estos animales nos están llevando al dueño de este palacio, que también debe ser su dueño.- comentó Heracles.

De pronto hacia los lados comenzaron a verse unos corrales con unos animales, un tanto… disfuncionales. Nos detuvimos y uno de los felinos gruñó.
Yo desenvaine el machete. Cyrene me detuvo.

- Esto es demasiado extraño- musitó Epifanía mientras todos cada vez nos íbamos acercando más.
- Oh Tigresa… no seas descortés preciosa, recibe bien a los extranjeros- ronroneó la voz sensual de una mujer.

Todos giramos a ver de dónde provenía y la visión de la mujer no era normal… Fruncí el ceño, era demasiado hermosa.

- Les invito a pasar a mi hogar- comentó la mujer mientras se daba la vuelta, y su cabello, su cabellos oscuro era como si flotara con su andar. Como dije, era tan hermosa que había que desconfiar.

Al ver que no nos movíamos, los animales comenzaron a gruñir.

- Creo que quieren que les sigamos- comentó Heracles.
- Los gigantes vienen acercándose por el otro lado buscando a los artífices de tanto alboroto y… no serán clemente con ustedes, en mi casa estarán a salvo, lo prometo- una sonrisa ladeada y lasciva cinceló su rostro y siguió caminando – Los gigantes tiene prohibido el ingreso a mis terrenos- agregó y su figura entró por el marco de una puerta dorada.

Todos nos mirábamos.

- No sé que es peor, que sigamos a la mujer con pinta de peligrosa o los gigantes devora hombres- comentó Adelphos.
- Yo voto por la mujer, al menos ella no tiene pinta de devora hombres, o por lo menos no de la manera literal- comentó Patroclo. – Será fácil de reducir si llega a salirse de control. Los gigantes no.- miró el portal y comenzó a caminar lentamente hacia el portal.

Yo fruncí el ceño. Tenía un cierto grado de razón, Heracles miró hacia el bosque.

- Es cierto lo que dice, nosotros no podemos contra los gigantes- musitó.

Las chicas, fruncieron el ceño, eran las más reacias a entrar. Keops se acercó.

- Tranquila chicas, por ultimo entramos a dar un vistazo y si vemos algo sospechoso salimos.- comentó con seguridad que intentó infundirle a las chicas.

Me miró y me dio una seña para que entráramos. 
Nos miramos, Heracles y yo éramos lo que no estábamos convencidos del todo.
Las chicas comenzaron a entrar y quedamos Heracles y yo.

- Le diré a Midhos que cuide- musitó.
- Yo me mantendré cerca de la puerta.- agregué y comenzamos a entrar por la retaguardia de la formación.
Cuando cruzamos el portal de la puerta, la visión era aún mas paradisiaca que le exterior, los pasillos tenían un aspecto nacarado brillante, nuestros semblantes relucían en el suelo como espejos. Las antorchas estaban puestas de tal forma que la luz fuera tenue y agradable, con un toque acogedor y hasta cierto punto hogareño, invitaba a quedarse. Los animales eran curiosos, algunos podría decir que tenían miradas bastantes humanas.

La mujer apareció tras de mí y me susurró al oído.

- No, no chico… no espíes…- ronroneó acariciando mi rostro con su dedo índice, yo me aparté, paso su brazo por Heracles.
- Y eso te lo digo también a ti querido- rodó su mano por su pecho y también le apartó pero con un poco de mas cortesía. – Me he encargado de tu ave, sí, esa cosa, es perturbador, me siento vigilada- Heracles la miró con rabia. –tranquilo, te la voy devolver, pero la quiero en tu hombro o a no más de un metro al lado tuyo. O la encerraré- susurró a su oído y comenzó a caminar, sus pies descalzos, su andar, era como si flotara por espejos, como una ninfa. Si decía que Midhos era perturbador, tendría que verse al espejo y mirar su cabello, eso sí era perturbador. Era como… hipnótico.

De pronto llegamos a una estancia enorme, sus columnas eran enormes, el fuego siquiera era rojo ¿Era eso normal? Y nos invitó a tomar asiento. Nadie se sentó.

- Insisto. Tomen asiento- extendió su mano y los asientos se movieron. Todos se miraron y nos sentamos. Vigilantes.

Ella se sentó en la mesa y comenzó a acariciar la superficie.

- Como verán vivir aquí es bastante solitario- suspiró – No está mal de vez en cuando recibir tan…- miró a cada uno de nosotros, los chicos – Agradables visitas.- más de uno abrió los ojos, y las chicas suspiraron negando – Y hermosas, por supuesto- miró después a las chicas con una sonrisa lasciva. Cyrene no entendió a que venía la sonrisa y Amisthy y Epifanía, miraron a la mujer con algo de recelo.
-Me gustaría darles la bienvenida con exquisito banquete…- se levantó de la mesa y extendió sus brazos y las mangas de su vestido casi flotaron en el aire un segundo. Dio un paso hacia atrás y unas jovencitas comenzaron a salir de cada costado del pasillo del fondo, con bandejas relucientes. A servirnos. Extraño.

Todos se miraron con una sonrisa, teníamos un buen rato que no comíamos. Miraros con hambre, me incluía. De pronto dirigí una mirada hacia la mujer y vi como miraba con una sonrisa suave a todos y cada uno de nosotros y recordé el papel que me había dado la sombra de Hades.

Hurgué en mi bolsillo y saqué la planta.

Miré hacia ambos lados sin girar, la mujer no me daba mucha confianza que digamos. Creo que es una buena oportunidad para usar esto. Nadie… Es tan hermosa y amable, arranqué dos pedazos y lo pase a Keops rápidamente debajo de la mesa, y le indiqué que lo metiera en su vino y lo pasara a otros, el frunció el ceño y yo le pegué una patada.

- ¿Ocurre algo?- comentó la mujer. Yo negué devolviéndole una sonrisa ladeada que ella respondió ladeando la cabeza y guiñándome el ojo. 

Le di el otro pedazo a Heracles. Ahora solo era cuestión de tiempo para que todos hicieran lo mismo, había que distraerla.

- Solo… que…- musité – Yo no como cosas de desconocidos- comenté y sentí los movimientos debajo de la mesa. Sonreí y miré a la mujer. – Usted no nos ha dicho su nombre- ronroneé.

La mujer esbozó una risita – Mi nombre es Helena, su anfitriona esta noche- ronroneó.

- Interesante- comentó Keops haciendo tiempo.
- ¿Y por qué no beben? -Preguntó la mujer.
- Es que… esperamos que terminen de servir la comida.- comentó Heracles –… Y mi ave- agregó.
- Tu ave cielo, te la devuelvo después del banquete ¿O es que acaso quieres un ave entorpeciéndote mientras comes?- colocó ambos brazos en la mesa – No lo creo…- agregó. – Además ya terminaron de servir la comida, así que pueden comenzar.

Yo me levanté. Espero que todos hayan alcanzado. Aquí veríamos que es lo que tiene estos alimentos que tanto le inquietan.

- Antes… quiero proponer un brindis, por nuestra hermosa anfitriona- alcé mi copa, y todos me miraron, los miré fijamente como diciéndole que me siguieran el juego, y todos se levantaron.

La mujer se llevó la mano al pecho y sonrió – Oh, chicos, no es necesario- ronroneó y volvió a sonreír.

- Por supuesto. Por su hospitalidad desinteresada hacia estos extranjeros.- comenté y ella volvió a sonreír, hizo traer una copa. Y brindó.

Todos alzamos la copa y dimos un trago largo.
La mujer sonrió.

- Gracias, gracias… Son encantadores- volvió a reír con un apeno cortés. Y su sonrisa se transfiguró - Y… díganme chiquillos ¿Cómo se sienten?- ronroneó con malicia.
- ¿Qué? ¿Deberíamos sentir algo?- preguntó Patroclo mirándola.
La mujer frunció el ceño y apoyó los brazos sobre la mesa.
- ¿Quiénes son ustedes- gruñó.

Hasta aquí llegó su hospitalidad.
De pronto todos sacaron sus armas.
Ella se irguió.

- Debieron haberse convertido en animales…- gruñó.

Heracles comenzó a caminar hacia ella y ella alzó su mano en su dirección, pero no le ocurrió nada. Sonreí, gracias Hades. Las bestias comenzaron a entrar en la estancia. Heracles y yo nos precipitamos a la puerta y la cerramos. Keops y Amisthy se fueron hacia la otra entrada e hicieron lo mismo, mientras Cyrene, Epifanía, Calisto y Patroclo se apresuraban a acabar limpiamente con los dos lobos y el tigre que había entrado.

La mujer comenzó a dar un paso hacia atrás, otro, otro… A medida de que se veía acorralada.

- Quiero mi ave… Ahora- gruñó Heracles con su espada en la mano.
- Está bien, está bien chicos, podemos llegar a un consenso… Tranquilos- dijo mientras alzaba sus manos - Pero aléjense de mí- dijo con un cierto tono de nerviosismo.
- ¿Y cómo se supone que te vamos a creer?- musitó Patroclo.
- Emmm… lo prometo, no os haré nada- musitó.
- No te creo…- musitó Epifanía que se abrió paso. – Tu palabra no vale mucho que digamos…- agregó. – Quiero que lo jures por los dioses… El juramento de los dioses- concluyó ella mirándole fijamente. 
- No es necesario
- Esa será la única forma en que te crea- reafirmó Epifanía.

El juramento de los dioses, todos los entendidos en el tema -los que trabajamos con los dioses- sabíamos que ese era un juramento inquebrantable y que si este era incumplido, el castigo era uno de lo más horribles, era un juramento enseñado a los trabajadores de los dioses, para llevar su palabra y su servicio en su nombre.

- Yo tampoco voy a creerte si no lo haces- agregó Keops.
- ¿Quieres un conceso? Aquí lo tienes, solo necesitamos tu palabra. Pero de verdad…- musité con una sonrisa – No creo que a Circe le guste demasiado la idea de morir… Tiene demasiadas cosas pendientes ¿A qué no?- ronroneé. Era claro, ahora que había dicho esa estupidez de transformarnos en animales, lo tenía todo para serlo: Era hermosa, sensual, hechicera, tenía demasiados animales, algunos muy humanos, exceso de hospitalidad innecesaria. Sonreí. 

La mujer me miró frunciendo el ceño con cara de odio hacia todos. 

- Adivino… ustedes son los rebeldes- musitó con una sonrisa ladeada, repentina.
- No solo les haré el juramento… Quizás podríamos… Ayudarnos mutuamente- ronroneó. Todos nos miramos.
- Digamos que los dioses me deben muchas cosas…- gruñó, se levantó dispuesta a hacer el juramento bajo las condiciones de: hospedarnos, ayudarnos y proveernos de las herramientas necesarias para salir de aquí y por supuesto, tratarnos con hospitalidad (no hiriéndonos o hechizándonos). A ella le pareció bien, al parecer una mujer tenía bastante resentimiento hacia unos cuantos de nuestros enemigos…


by Double_Angy

Cap 123

Heracles

Gigantes, esta isla estaba habitada por ellos, y estábamos en problemas ya que no teníamos en que irnos de esta isla. Como odio a los dioses, pagarían por todo esto... Sin dudarlo. Claro, siempre y cuando saliéramos de esta isla y no seamos devorados.


-Si, los odio- dije bajo, el camino se estaba haciendo muy fastidioso. De pronto nos topamos con un árbol que bloqueaba nuestro camino, y tuvimos que empezar a arrastrarnos para cruzar al otro lado. Ante otro de los roces entre Mor y Epifanía... Keops no pudo quedarse callado, menos mal que esta vez no lo escucharon, sino de seguro que lo golpearían.

- Yo creo que ese par terminaran juntos...- dijo Keops con sus manos cruzadas en la nuca.
- Ya lo creo...- acote mientras Mor se metía, y luego íbamos Keops y yo. Nos arrastramos un buen rato hasta que salimos...

Midhos volaba por todo el lugar chillando y buscando roedores que comer. El paisaje, simplemente era hermoso... Describir este lugar seria como describir los Elíseos, bueno, si supuestamente es así de bello como lo pintan. Había un largo sendero, a los lados había frondosos arboles con frutos raros. Pensábamos en detenernos a comer, de no ser porque Adelphos grito que había una casa mas allá.


- ¿Una casa?- pregunto Patroclo mirando extrañado, era pequeña.
- No es de gigantes evidentemente...-  decía Epifanía.
- Tal vez tengan un barco...
- Puede que si Amisthy... Espero que tengamos suerte...- acotó Epifanía nuevamente.
- Pues, en marcha entonces...- dije. Midhos voló cerca y termino posándose en mi hombro. - ¿Conoces el lugar?- le pregunté. Pero no, al parecer no sabía. 
- ¿Que dijo el pajarraco?- dijo Mor mirando serio a Midhos. Este le chillo amenazador, el sonrió y negando con la cabeza paso al frente. Lo seguí con la vista hasta que decidí ponerme en marcha también. 

Caminamos en silencio, el sendero finalmente termino para mostrarnos un palacio de piedra pulida ¿Quien viviría aquí? ¿Tendría un barco? ¿Seria hostil? Cuando nos acercamos, varios lobos y leones salieron a nuestro encuentro. Rápidamente sacamos nuestras armas y nos pusimos a la defensiva, pero... No parecían hostiles, al contrario. Parecían muy domesticados. 


- Diría que los matemos para evitar problemas...- dijo Mor, lo miré negando con la cabeza. Epifanía lo miré con desaprobación. Me acerque despacio, los animales se abrieron paso. "Todo muy tranquilo, pensé".


by Silius