Epifanía
La comida… La comida era esplendida. Su
sabor, su textura, su preparación… ¡Todo! Todo era perfecto… jamás antes
vivido, nunca me había sentido tan libre, tan desenfrenada. ¿Qué pensarían las
otras sacerdotisas de Atenas si me vieran bailando sobre una mesa, rodeada de
grandes hombres, cantando y riendo sin escrúpulo alguno? Seguramente me
odiarían… Jajaja
Tomé los brazos de Herotarco y
comenzamos a girar, repentinamente sentí las manos de Heracles unirse a nuestra
ronda y después creo que era ¿Adelphos? Qué más daba… Quien sea… Todo era muy
alegre, tan feliz, tan… ¡Tan entretenido!
Bajé de la mesa y ménense a danzar en
el centro de la gran sala. Un hombre a lo lejos me miraba, yo solo le sonreía
pues no lo conocía. Se acercó a mí una de las bailarinas y luego de amarrar a
mis caderas una hermosa seda roja se puso a bailar junto a mí. Seguí sus pasos
lo mejor que pude en este estado de total felicidad. Bailábamos, reíamos, la
muchacha era muy encantadora y parecía que compartía nuestro estado de
felicidad.
Repentinamente tomó una de mis manos y
me llevó afuera, a una gran fuente de aguas cristalinas. Nos introdujimos en
ella, riendo, bailando y cantando. El agua repentinamente cambió a un color
negro y mostró un cielo estrellado, idéntico al que muestra la fuente de
Atenea. Miré a la muchacha, quien seguía bailando por las aguas, me sonrió y
luego se acercó a mí. Tomó mi rostro y lo acercó al de ella. Lo acercó
demasiado. Cuando creí que me besaría la alejé con un empujón, con el que caí
de espalda en el agua, y ella también. Ambas comenzamos a reír
estrepitosamente.
-¿Me querías besar? –pregunté mientras
reía estrepitosa. Ella asintió y se levantó, para bailar nuevamente por la
fuente de aguas negras.
-Eres muy bonita –confesó mientras
danzaba y reía.
-También eres linda… Jajajaj… Pero creo
que no me gustan las mujeres –continué mientras me levantaba y reía y bailaba
junto a ella –Además estoy algo delgada –comenté nuevamente, fruncí el ceño y
ella comenzó a reír estrepitosamente otra vez. Me reí también.
-Sí, claro. ¿Delgada para qué?
–preguntó entre risas.
-Em… marido –confesé y luego lo pensé
de nuevo –¡Espera! Yo no quiero un marido –acusé y comencé a reírme otra vez.
-Entonces estás perfecta –dijo
nuevamente y volvió a tomar mi rostro entre sus manos y me acercó nuevamente.
-¡Qué no! –acusé y volví a reír.
Me alejé de ella y comencé a caminar en
dirección al gran salón donde estábamos antes. Entré y noté que había pasado
fuera más tiempo del que creía. Keops estaba sentado junto a Herotarco, riendo,
comiendo y bebiendo. Por otro lado, Mor y Adelphos se encontraban rodeados de
mujeres, de las bailarinas, quienes los atendían, les daban de comer y beber…
¡Ja! Y también los besaban y lamían por donde les habían echado miel antes… Y
Heracles se encontraba más allá, junto al rey Paris, ambos se abrasaban y
besaban y luego reían y su ave también estaba con ellos, pero picoteando la
cabeza de Heracles, pero ese no la tomaba en cuenta.
Entré sonriente, seguida de la
bailarina de antes. Comenzamos a bailar nuevamente. Repentinamente alguien tomó
mi mano. Me giré y vi al mismo hombre que antes me miraba. Sonreí y comencé a
bailar con él. Bailamos y bailamos hasta que los pies ya no me podían doler
más. Y cuando me fui a sentar, el me ofreció un lugar mas cómodo para
descansar. Sin desconfiar, lo seguí.
Llegamos a un balcón que mostraba un
hermoso paisaje de playa junto a un valle. El cielo totalmente negro y las
estrellas brillando estrepitosamente.
EL hombre tomó mi rostro e intentó lo
mismo que la bailarina de antes, pero moví mi rostro y en vez de besar mis
labios, besó mi cuello, bajó hasta mi clavícula y luego a mi hombro. Negué con
la cabeza mientras lo alejaba, pero tomó mis manos y las besó, posó una en mi
cintura y la otra en mi cuello. Me acercó en un nuevo intento de beso y cuando
estuvo a punto de besarme otra vez, volví a correr el rostro. Sonreí levemente
al sentir su nariz en mi cuello, la forma en que me acariciaba y en que besaba
mi cuello, todo era perfecto, él, su cuerpo, sus besos… Todo. Pero yo jamás
había hecho algo así, y ahora no sería el momento. Lo separé de mí, sonreí y
salí de aquel balcón.
Llegué a la sala, me acerqué al rey y
mientras reía, le pedí un lugar donde poder dormir un poco… Estaba tan feliz,
que lo único que quería hacer era abandonar aquel estado corpóreo y dormir y
dormir y no dejar de dormir jamás… Olvidando todo, nada importaba ahora… Nada.
Minutos más tarde~
Me lancé en la cama de seda y telas
brillantes. Me quité la seda roja que me había puesto la bailarina y me quedé
con mis livianas túnicas. Comencé a danzar nuevamente por la habitación
mientras bebía del licor que habían dejado y cuando ya no sentí mis piernas, me
lancé a la cama y me dormí…
By KatrinaxStevens