3.7.11

Cap 178

Epifanía

Miré mi muñeca y luego a Cyrene, que se notaba más que eufórica por haber vencido aquella sirena. Entonces comenzó el alboroto. ¿Qué había sucedido?... Y todo se aclaró al momento de observar toda esa sangre en la puerta, el cuerpo inerte de Calisto y la cuchilla en el pecho de Zorba.
Entramos todos en la habitación, de inmediato Amisthy y Cyrene comenzaron a atender al médico y Mor ya se había alejado con la joven, que al observarla inconsciente, me pareció conocida, familiar, algo en su rostro me hacía pensar en que ya la había visto antes.
Adelphos se alejó con su hermano arrastrando, estaba furioso. No supe que hacer, la joven que Mor se había llevado había vuelto a “dormir”, por obra de él, y las chicas atendían al médico con la asistencia de Keops. ¿Qué hacer? Me sentía inútil en aquella circunstancia en la que todos tenían algo que hacer.
Salí a cubierta, estaba llena de agua y en aquel sitio en que Cyrene había luchado con la sirena estaba lleno de destrozos. Observé el lugar, era un asco, luego corrí la mirada hacia el sitio en que la sangre de Calisto se aposaba, sentí lastima, pena. Su cuerpo ya no estaba, pero la mancha decía mucho. Así que bajé, encontré algunos trapos sucios y volví al sitio de la sangre, lancé un poco de agua que yacía en un balde cercano sobre el charco y luego puse los trapos. Poco a poco la tela comenzó a absorber el agua con la sangre, entonces tomé el trapo y lo escurrí por la borda. Sentí una gota resbalar por mi rostro. Dejé el trapo en la baranda y pasé mi mano por mi rostro. Lo qué en un momento me pareció agua salpicada, descubrí ser una lágrima. La borré y volví a lanzar la tela en el charco, repitiendo la acción hasta que solo quedó agua transparente y la sangre de Calisto se había esfumado borda abajo, junto con el trapo.
No quería llorar, pero no podía evitarlo, tenía miedo. Había sido espantoso y si no hubiésemos cerrado la puerta ¿Habrían caído todos los hombres por la borda? No quería pensar en eso.
Bajé las escaleras y encontré un camarote cerrado. Empujé pero estaba cerrado. Toqué un par de veces y escuché la voz de Patroclo echarme. Fruncí el ceño comencé a empujar. Por un instante supe lo que podría estar sintiendo el guerrero, aunque lejos de sentir empatía, tuve la necesidad de hablar con él e intentar calmarlo.
Empujé fuerte, con la fuerza que podría ejercer yo, claro. La puerta no cedió pero repentinamente pasé en banda. La puerta se convirtió en humo blanco y pasé cayendo hasta el suelo del camarote. Me levanté, observé y Patroclo estaba recostado sobre un camarote, estático, gritándome que me marchara. Poco a poco él y todas las cosas comenzaron transformarse en humo hasta que las paredes desaparecieron en caminos curvilíneos por el espacio, dejando expuesto el templo de Atenea.
Me levanté. Observé en todas direcciones y Atenea me miró desde el otro lado de la fuente. Sonrió.

-Ya no tienes nueve años para que tenga que estar llamándote -asentí.
-Lo siento yo... He pasado muchas cosas y... Circe...
-Circe y su juego. Lo sé, no tienes que repetirlo. Pero lejos de todo, no estoy interesada en saber lo que sucedió ahí. Sabes, estoy más preocupada por ti.
-¿Mi?
-El mapa.
-Oh... Es que no sabía que el mapa absorbía energía de esa manera -musité. Ella negó.
-Bueno. Entonces ten -musitó y apuntó una caja dorada sobre una mesa al lado de la fuente. La observé -Tómala. Lo que contiene es algo a lo que los humanos no tienen acceso. Si lo divulgas, podrías terminar como Prometeo.
-... -la miré y asentí -¿Entonces es para casos de extrema necesidad?
-Vida o muerte sí. Pero también te servirá ahora que los ánimos están algo exaltados... Confió que sabrás cómo utilizarla -musitó y yo asentí.

Me acerqué a tomar la caja y ella se acercó a mi encuentro. Me levanté y Atenea me miró con una sonrisa tranquila. Acercó su mano a mi hombro y miré el suelo.

-Tranquila. Todo pasa por alguna razón.
-Pero estoy preocupada...
-Sí. Lo es y no me agrada que estés preocupada por ellos.
-Son mi grupo, mi equipo...
-Y hasta que esta travesía no acabe, serás parte de ellos y ellos parte de ti. Cada perdida te dolerá como una herida propia y debes afrontarlo, por difícil que sea -asentí -Ve tranquila. Todo estará bien -sonrió y yo me alejé un par de pasos con la caja entre mis manos, no era más grande que una manzana, pero pesaba mucho.

Cerré los ojos y al abrirlos, miraba de frente a Patroclo. Él frunció el ceño.

-Te dije que no entraras.
-Lo siento.
-Da igual. Solo sal.
-No. Lo siento por Calisto.
-Yo también lo siento, pero ya tendré tiempo, momento y lugar...
-¿Para vengarte?
-Sí.
-Eso no servirá.
-¿Tú qué sabes?
-Sé que la venganza es el peor de los males.
-Lo dice quien sigue a un príncipe, cuya arrogancia y porfía por lograr una venganza nos tiene aquí.
-Y se lo digo a quien aceptó seguirlo también -él se levantó y me miró intimidandome. No retrocedí.
-No digo que lo olvides, pero ten en cuenta que cualquiera que haya asesinado a Calisto, no lo hizo por alguna rencilla. Adelphos nos dijo que ustedes, junto a Heracles habían luchado por salir. ¿De haber atravesado a tu hermano con un arma te vengarías contigo? Probablemente no y estoy segura que lo habrías asesinado si hubieses tenido tu arma -el negó.
-Es diferente.
-No pondré en duda tu afecto por tu hermano o por tu compañero. Solo pongo en duda la razón en la que te apoyas para una venganza... No vale la pena. Jamás lo valdrá.
-Vete -apuntó la salida.
-Me iré. Pero piénsalo... -el asintió.
-Sí, lo que digas... Ahora ve a limpiar o cocinar o algo de mujeres...
-Está bien... Pero tu actúa como un hombre... Y no como un niño consentido y regañado -agregué y comencé a salir, entonces sentí su mano en mi brazo, lo sacudí y sin mirarlo me marché.

Comencé a caminar. Qué coraje me daba ese hombre. ¡Lo odiaba! Es el peor hombre del mundo. Esperaba que se perdiera en la isla y que nos debiésemos ir sin el... No, mejor no.
Eso es muy malo, espero que ningún dios haya oído eso y si lo hizo que lo ignore...

-Epifanía, la mujer que encontraron se levantó- gritó Mor. Suspiré y me apresuré al camarote. Abrí la puerta y entré. Miré a Mor y a la chica.
–La pones nerviosa -musité.
-No sé, ni me interesa, lo que te puedo decir es que con cabra loca sola, no te quedas… No queremos que otra cosa salga mal y haya otro muerto.
-Mor cállate… no ayudas -agregué. Me acerqué a la chica y ella se quedó mirándome.
-Hola... Soy Epifanía -ella asintió, pero no bajó la guardia.
-Sé que estas alterada. No sabes dónde estás ni quienes somos nosotros. Pero puedo asegurarte que no queremos dañarte.
-¿Y qué hay de él? Acaba de tirarme -apuntó a Mor. Lo miré.
-¿La botaste? -pregunté alzando una ceja.
-Supervivencia -negué.
-Lo siento... Él es Mor. Es inofensivo -mentí -No te hará daño.
-¿Quiénes son? ¿Cómo llegué aquí?
-Somos viajeros. Estamos en una travesía... Contra los dioses -musité por lo bajo -Te encontramos flotando en el agua has dormido desde entonces -la chica asintió. -Ven -estiré mi mano en su dirección. Ella negó.
-No...
-Se que estás asustada -musité -Yo también lo estoy -aseguré. Entonces dejé la caja en una mesa y avancé en dirección a ella -También tengo miedo. El viaje a sido muy complicado y quisiera poder asegurarte que nadie te hará daño aquí -musité refiriéndome a sus cicatrices -Pero puedo asegurarte que haremos lo posible para que te sientas bien... Tranquila -ella miró mi mano y bajó la guardia poco a poco.
-¿Me harán su esclava?
-No nos vendría mal -comentó Mor.
-Cállate -musité -En este grupo no hay esclavos -aseguré -Somos compañeros... Y si te sientes cómoda con nosotros puedes ser parte de nosotros... De lo contrario estaríamos encantados de dejarte en la próxima isla en la que desembarquemos. Ella asintió y aceptó tomar mi mano. Sonreí.

Hice que se sentara en la cama, le ayude a recostarse y observé múltiples marcas en sus brazos y su pecho. Negué. Cuando fui a tomar la caja, Mor la sostenía entre sus manos y buscaba la forma de abrirla. La arranqué de sus dedos y negué.
 
-Jamás podrás abrirlo por la fuerza -sonreí. Entonces tomé la caja y en un par de movimientos del seguro esta se abrió y en el interior, yacía una sustancia sólida, transparente y roja. La miré, sentí iluminar mi rostro al momento de levantar la tapa. Tomé un trozo de ambrosía y se lo extendí a la joven. Ella me miró recelosa.
-¿Cuál es tu nombre?
-Rea...
-Bien Rea. Te daré esto, debes comerlo y no te asustes si sientes ganas de dormir... Es normal -ella asintió y lo comió. De inmediato quiso otro trozo pero le expliqué que no debía comer más que eso. A los pocos minutos se durmió.

Miré a Mor y este enarcó una ceja.

-¿Veneno?
-Ambrosía.
-¿De dónde la obtuviste? -enarqué los hombros y cerré la caja.
-Le daré un poco a Zorba... -comenté y salí del lugar -¿Te quedarás aquí? -pregunté. Él negó.

Entonces salimos, fui directo al lugar donde descansaba Zorba, Cyrene y Amisthy observaron cuando le di el trozo de ambrosía y luego me retiré y me encontré con Adelphos y Heracles y cómo era momento de comer algo, les envié a que fueran a renovar energía.
Al fin fui a guardar la caja. La observé atentamente y pude ver, que si no hubiese conocido antes aquel tipo de cerraduras, jamás habría logrado abrirla. Lo mejor sería no decirle a nadie la forma en que se abría la caja o terminaríamos asesinándonos entre nosotros por ella... O peor aún, todos con una Pandora al lado...

 

By KatrinaxStevens

 

Cap 177

Adelphos

No podía creer que lo que había pasado. Estaba tan confundido como la mayoría a pesar de tener mis sospechas de lo ocurrido. De todas maneras, y tal vez suene mal, estaba más preocupado por las sirenas que por la muerte de Calisto y el estado crítico de Zorba. Me preocupaba... Según lo que me dijeron, con las sirenas cantando, los hombres éramos completamente inútiles, idiotas caminando detrás de ellas. Estaba muy preocupado y debíamos pensar una manera de poder enfrentarlas si se nos cruzaban nuevamente...

-¿En qué piensas?- dijo de pronto Heracles apareciendo por detrás.
-Que si no nos hubieran encerrado más de uno hubiera muerto hoy...- dije serio, negando levemente con la cabeza.
-Tal vez...- dijo el pensando en quien sabe qué cosa.
-Lo peor es que no sabemos cómo detenerlas, ni como ser inmunes a su melodía...- agregue.
-Tienes razón... Pero algo debe de haber, pensaremos en eso luego... Ahora vamos a comer algo, dicen que pensar con el estómago lleno es efectivo...- dijo el sonriendo apenas, asentí.
-Puede ser...- suspire y fuimos hacia allí al momento que nos cruzamos con Epifanía.
-Justo venía a buscarlos, coman algo y después seguiremos pensando en lo ocurrido...- dijo ella sin sonreír, su expresión era de seriedad, o mejor dicho de calma.
-Eso mismo le dije al príncipe...- dijo Heracles, lo mire de costado con expresión cansada.
-No me digas príncipe... Aquí no tengo ese título... Todos somos iguales...- dije y camine hacia donde estaba repartiendo algo de comida.
-De acuerdo, Adelphos- dijo Heracles resaltando mi nombre. No estaba para nada de humor, pero intentaba parecer amable... Como resultado salía alguien de palabras serias, de rostro calmo y cansado por todo lo sucedido.

Al llegar tome algo de pan y otras cosas más y mientras comía me fui a vigilar el horizonte. No había vuelto a ver nada sospechoso... “Ellas se fueron apenas el sol comenzaba a salir, parecían temerle...” había dicho Amisthy. Si eso era cierto, teníamos hasta el anochecer para descansar y prepararnos. No creía que nuestra suerte mejorara para encontrar tierra antes del anochecer, no se veía absolutamente nada en el horizonte...

-¿Puedes venir un momento?- pregunte a la chica que tenía el mapa, aun parecía rara. Ella y Cyrene habían limpiado y vendado la herida de Zorba, ahora se encontraba descansando. Había puesto también a Keops en la entrada por si a Patroclo le daba un ataque y quería matarlo nuevamente.
-¿Si?- dijo ella.
-Dame el mapa que quiero ver algo...- le dije, ella asintió y saco el mapa de entre sus ropas. Extendí el brazo tomándolo y lo desplegué, rápidamente encontré nuestra ubicación e intente ver que nos quedaba próximo...

Al cabo de unos momentos mire a Mor, luego a Amisthy a la que dije un rápido “gracias”, para luego empezar a caminar hacia Mor. Le extendí el mapa, el miro el punto que le señale...

-¿Crees que podamos llegar antes del anochecer?- le dije. Él pensó un momento...
-Si el viento nos ayuda, creo que sí...- respondió.
-¿Entiendes mi apuro verdad? No creo que salgamos bien parados de otro ataque de esas cosas...- le dije, el asintió.
-Tienes razón, y hasta no saber cómo hacerles frente... Bueno, intentemos llegar a esta isla antes de que anochezca- Ahora el que asintió fui yo, él se dio la vuelta y le hablo a Dinethos, quien ahora se encargaba de dirigir nuestra embarcación. Me quede en mi sitio preocupado, ojala llegáramos allí antes del anochecer...

Las horas fueron pasando, el sol se movía peligrosamente en dirección al horizonte amenazándonos con dejarnos en un par de horas en una aterradora oscuridad... Aterradora solo por el hecho de que las sirenas podrían volver de nuevo y estábamos a la merced de su canto.
Sin embargo solo podíamos esperar a que el tiempo pase. Teníamos nuestras armas a mano aunque según las chicas “caeríamos como bobos en cuanto empezaran a cantar”, por lo que no era una opción esperar a que oscurezca y enfrentarlas... Ellas sin embargo eran inmunes a su melodía, aunque seguíamos en la misma... La mayoría no sabía luchar y no nos era muy esperanzador dejarlas a cargo de todo.
Todos hacían cosas distintas, aprovechaban el tiempo. Yo solo pensaba y pensaba, pero no encontraba las respuestas que quería y sentía impotencia. No podía hacer nada por el grupo, más que “desear” alcanzar la isla y estar en tierra antes de la noche. Sentía que el estado de ánimo de las primeras semanas de esta travesía estaba volviendo a mí, y no había nada que me volviera al de los últimos días.
 
-¡Tierra a la vista!- grito Heracles como en las historias de piratas. Todos corrimos hacia el frente y la observamos, pero... ¿Estaríamos allí antes de la noche? Todos deseaban que sí, seguramente...
-¿Dinethos, eres experto en barcos, no tienes alguna idea para que esto vaya más rápido...?- le pregunto, el ladeo la cabeza inseguro.
-Tal vez si... Pero no podría asegurar nada en este momento- dijo el, asentí mientras ponía mi mano derecha en su hombro.
-Confío en ti, haz lo que puedas...- le dije cuando escuche un inusual ruido más adelante, y ya lo había oído antes. Me moví hasta allí y estuve expectante del agua unos momentos, pero el ruido no volvió a repetirse ni se vio nada raro.
-¡Vi algo!- dijo de pronto Keops, Mor ya estaba al lado de él. Luego me miraron...
-Continúan vigilándonos...- dije con mirada pensativa. Para acotar después –Sigamos atentos y preparémonos, por si no llegamos a tierra a tiempo...- dije tal vez algo siniestro-macabro. Mor rodó los ojos y al instante tomo la palabra.
-Ya que no somos muy útiles en una pelea contra estas cosas...- comenzó a decir pero fue interrumpido por Cyrene.
-Diría que son más un estorbo...- dijo la chica, Mor la miro, pero luego sonrío de la manera que hacia irritar a todas las mujeres a bordo.
-Si la niñita me deja continuar...- espero y Cyrene se cruzó de brazos. –Bien, propongo que nos quedemos encerrados en las habitaciones sin nuestras armas y prepararlas para enfrentar a las sirenas... Claro, todo esto suponiendo que no lleguemos a la isla...- una vez que termino Epifanía siguió, tomando la palabra.
-Me parecería una buena idea... Ajustándole unos detalles podríamos salir bien parados en caso de que la noche nos alcance...- dijo la sacerdotisa.
-Claro, claro, primero habría que enseñarle básicamente a algunas como se usa una espada para que no las aplasten... Tan fácil- la voz de Keops, casi sin confianza en el plan, se alzó interrumpiendo a Epifanía. En un acto reflejo esta le dio un golpe en la parte superior de la cabeza, Keops no tuvo tiempo de quejarse cuando Amisthy lo golpeo también.
-Por comentario ofensivo contra nosotras...- dijo la chica sonriendo satisfactoriamente y cruzándose de brazos. Keops se tomaba la zona del golpe alejándose.
-De acuerdo, no opino más...- fue lo único que dijo.
-Tranquilos, ¿sí? Confiemos en que puedan hacerles frente... Sin embargo pienso que podremos llegar a la isla antes del anochecer...- dijo ahora Heracles.

Todos habían dicho algo ya, a excepción de Patroclo que seguía en el camarote y de la chica nueva que continuaba recuperándose... Según Epifanía se llamaba Rea. En fin, luego de un rato más de charla decidimos que si la noche nos tomaba antes de llegar, nos dividiríamos los hombres para encerrarnos en los camarotes si nuestras armas para no herirnos.
La masa de tierra estaba cada vez más cerca, pero el sol continuaba bajando y bajando.
Mire mi escudo, reflejándome en el apenas.

-¿Puedes salvarlos?- me pregunte mirándome. Alce la vista para ver a los demás, todos haciendo algo. Algunos tenían preocupación en su mirada, otros tantos estaban serios, pensando, como Mor y Heracles. Patroclo salió de pronto de su camarote y casi todos se quedaron mirándolo, para ver si se dirigía hacia donde Zorba, sin embargo se encamino hacia proa para mirar el agua.

Por lo menos ya tenía algo que hacer, vigilar a mi hermano. Me acerque hacia el pero me detuve a un par de metros. Me puse a ver lo mismo que el...
El tiempo pasó, los rayos de sol se iban atenuando. La isla ya estaba casi sobre nosotros, gracias a Dinethos que había hecho algo con las velas habíamos aprovechado mucho mejor el viento que se había alzado y casi lográbamos nuestro objetivo. La isla era muy grande, más de lo que creía... Tapada de enormes árboles y espesa maleza. Esperaba que no todo fuese así...

-Prepárense, el sol se ocultara momentos después de llegar...- dijo Mor. Todos asentimos, estábamos cerca del objetivo, y a la vez del peligro...
By Silius

Cap 176

Patroclo

Alguien había cerrado la puerta de la amplia recamara en la que estaban además del guerrero, Heracles y su hermano, Adelphos. No tenían idea de que pasaba, pero el guerrero comenzaba a sentir una extraña sensación, era necesidad, necesidad de encontrar la fuente de ese armonioso canto que se había alzado momentos antes de que la puerta se cerrase misteriosamente.

Los tres se encontraban en los improvisados camastros, claro, hasta que el volumen del canto se elevó y el guerrero y su hermano salieron disparados a la puerta mientras empezaban a empujar esta... El otro guerrero, Heracles, con un sinfín de pensamientos en su cabeza intentaba hacerle frente a ese tan llamativo canto que parecía estremecerle cada centímetro de su cuerpo... Sin embargo este negaba, apretando los dientes e intentando no oír, se golpeaba la cabeza para no correr y derribar la puerta... De alguna forma presentía que seguir esa voz era una terrible idea.

Patroclo de pronto tuvo la sensación, o mejor dicho sintió miedo... Miedo a que su hermano le robase la fuente de esa melodía. Lo empujo bruscamente y el príncipe cayó hacia atrás... No se dio cuenta de que este lo tenía tomado de su camisa y ambos cayeron por las cortas escaleras mientras se “abrazaban”, luchando fervientemente...

El otro guerrero se levantó de pronto yendo a la puerta y los hermanos frenaron su lucha para lanzarse sobre la gran espalda de Heracles que no cayó hasta que ambos le propinaron un par de golpes en los costados... Otra guerra se desato, un trío que no hacía más que lanzarse puñetazos e intentar llegar afuera.

Luego de unos momentos, el canto desapareció por completo... Patroclo observo a sus “adversarios”, y no supo cómo reaccionar... ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaban peleando? ¿Qué era ese canto? Muchas otras preguntas surcaron su cabeza pero ninguna tuvo una respuesta clara.

-¿Qué rayos paso?- pregunto al fin. Sus dos compañeros no respondieron... Gritos llegaron desde arriba y tanto Heracles como Adelphos salieron afuera forzando la puerta.

...Patroclo se quedó en silencio sin moverse, pues tenía la sensación de reconocer esa melodía, creía reconocerla, y cualquier distracción podría hacerle olvidar lo que estuviese a punto de recordar... ¿Ya la había escuchado antes? Si, estaba seguro de eso. El guerrero trataba de mantener fresca su mente y entonces imágenes aparecieron en su cabeza...

-Sirenas...- musito, y casi al mismo tiempo que hablo ya se encontraba subiendo las escaleras y encontrándose con el sol que comenzaba a salir. No había muchas cosas a la vista, cerca de el había un camino de agua, brillaba y parecía viscosa. “definitivamente sirenas, asquerosas criaturas” pensó Patroclo pero todos sus pensamientos desaparecieron cuando miro al otro lado del barco. Estaban reunidos allí, podía ver sangre en la puerta de madera... Y una rara sensación apareció en su pecho, una muy mala sensación. Frunció el ceño y corrió hacia allí...
-¡Calisto!- dijo arrodillándose al lado del cuerpo. Su expresión no cambio mucho, pero se notaba que de entre sus guerreros Calisto era su más fiel compañero. Miro el arma que había acabado con la vida de su compañero, y lentamente miro a su derecha... El otro doctor, Zorba, tenía un cuchillo clavado en el pecho pero aún vivía... No pasaron más de diez segundos para que Patroclo atara cabos y se levantara con la cara roja de furia mientras se abalanzaba sobre el malherido doctor. Antes de llegar a este y hundirle más el arma que tenía en el pecho, Adelphos lo tomo fuertemente por detrás...

-¡Cálmate Patroclo!- le grito su hermano mientras forcejeaban. Alguien más lo ayudo para sacarlo de la habitación, pero estaba ciego de furia que no vio quien. Estaba enfurecido, todos sus hombres estaban muertos... Y el último a manos de un supuesto “compañero”.
-¡Suéltame! ¡Lo matare... Maldito...!- decía sin control Patroclo pero su hermano no lo soltaba.
-No sabemos si fue el... Así que tranquilo hermano- musito Adelphos a la oreja de este, pero el guerrero no entraba en razón.

Luego de una lucha física-verbal, Adelphos consiguió tranquilizarlo lo suficiente para que no matara al médico, claro, por ahora. El guerrero término en uno de los improvisados camarotes sin dejar de maldecir a los cuatro vientos al médico, a él no le cabía ninguna duda de quién había sido el asesino de su compañero. Ya todo estaba en su cabeza, armándose...

Recordó los momentos en el camarote... las repentinas ganas de alcanzar esa melodía, y como sintió ganas de matar a los otros dos con tal de alcanzarla... No tenían sus armas encima en ese momento, sino hubiera ocurrido una masacre. Con todas estas ideas en su cabeza, dedujo que lo que pudo haber pasado era que ellos si tenían armas encima al momento de escuchar la melodía... Odio el momento en que se dio cuenta de que no tenía por qué matar al doctor... Ambos se habían atacado ciegamente por culpa del canto de las sirenas, y era algo entre ellos... Si el doctor ahora moría, bueno, no se sentiría mal... Y si sobrevivía, trataría de no cruzárselo y menos armado, a pesar de todo sabía que él lo había despojado de su última persona de confianza en este grupo... Ahora estaba solo, y tendría que cuidarse bien las espaldas.

Se recostó en su camastro, con su espada enfundada a un lado, y decidió quedarse allí el resto del viaje. Tenía que pensar lo que haría de ahora en adelante. Si, estaba solo, pero confiaba en sus capacidades para cuidarse a sí mismo... Algún día se vengaría del doctor, claro, no importaba las circunstancias en las que mato a su guerrero, lo había hecho y la venganza jamás se apagaría...

By Silius