Adelphos
El joven príncipe mentiría si dijera que no tenía miedo de que alguno de sus
compañeros muriese. Al ver el poder del dios, comprendió que si lograban
vencerle, no debían confiarse más… Pues aun en el plano terrestre con su
“vulnerabilidad”, los dioses aun podían tener un poder verdaderamente
aterrador. Pero eso ya no importa… Estamos aquí, enfrentándonos… No
vamos a perder… ¡No podemos perder!
Adelphos afirmo el escudo en su brazo izquierdo y de un golpe de su espada
quebró todas las flechas que estaban clavadas en él. Había logrado bloquear
todos los ataques directos hacia él… Sintió el peso de su espada de una forma
rara… Demasiado liviano. Al mirarlo comprendió que prácticamente estaba
desapareciendo. Maldito acido. Pensó bufando y dirigiendo su mirada a Apolo que
acababa de ser dañado duramente por Mor, y casi al instante recibió un flechazo
cerca del cuello. El dios gruño de dolor e ira y volvió a formar esa masa
oscura con huesos flotantes de la vaca que habían matado la noche
anterior. Si tan solo tuviéramos un arma lo suficientemente poderosa…
Lo venceríamos.
El príncipe miro a su hermano, quien con su típica mueca de desagrado se
disponía a atacar a la masa oscura. No obstante noto que, al igual que él, su
espada no estaba en buenas condiciones. Lanzo un insulto al aire y sosteniendo
firmemente su escudo corrió hacia la masa atacándola con decenas de cortes que
se cerraban segundos tras abrirse. Adelphos esperaba que Patroclo hiciera eso
con intenciones de molestarle y de ese modo el dios aparezca… Y no por pura
estupidez.
Entonces, cuando ya resignado de intentar encontrar algo para dañar más a
Apolo, la voz de Epifanía le llego a los oídos. Se giró súbitamente con mirada
sorprendida. Eso es…
-¡Es de artemisa! ¡¡Está quemando la masa negra!!- esas habían sido las
exactas palabras de la chica. La cual junto con Cyrene habían saltado del árbol
que se consumía por el ácido de una de las dos mini masas que se habían
desprendido de Apolo. La daga cayó en manos de Keops que la miro sorprendido
por tener aquella arma en sus manos…
-¡Te cubriremos Keops! ¡Cuando aparezca lánzaselo!- le grito el príncipe
alzando su escudo y preparándose para el momento. Los demás asintieron y se
prepararon… La masa nuevamente comenzaba a tomar forma. –Bien, este es el
momento que estábamos esperando…Cubran a Keops, llamen la atención de esa cosa-
les decía Adelphos, con el rostro serio, decidido… Adulto. Los hombres que
estaban a su alrededor asintieron y se desparramaron por el campo de batalla,
todos con armas en mano dispuestos a vencer de una vez por todas al
“invencible” dios.
-Todos ustedes morirán… ¡No pueden evitar lo inevitable!- grito Apolo
apareciendo. Su arco tomo forma y las flechas aparecieron. Más de uno trago
saliva por el momento que acontecía.
Alzo su arma y apunto por todo el campo dando cuenta de la ubicación de todos.
El plan por ahora marchaba a la perfección.
-¡Vamos! ¡Ataca costal de huesos!-
-¿Te llamas “Dios” y no puedes matar a unos simples mortales?-
-¡Sin duda eres un pésimo cuidador!-
Todos los insultos recorrían el aire haciendo enfadar a Apolo, quien aún no
disparaba. Los estaba analizando, lo más fríamente que podía, aunque el
temperamento del dios era alto. ¿Qué rayos esperas? ¿Por qué no ataca? Pensaba
Adelphos comenzando a ponerse nervioso.
Entonces Apolo ataco. Sus flechas comenzaron a volar por todo el campo. Los
chicos corrían esquivando y desviando las flechas… Más de una pasaba lo
suficientemente cerca como para rozar y lastimar a alguno. El momento se
acercaba… El príncipe miro a Keops y este asintió moviéndose sigilosamente
entre el revuelo. Logro posicionarse en el lugar que quería y apunto… Su rostro
se endureció y su respiración casi se detuvo. Estiro su brazo hacia atrás
transformando su rostro serio en una mueca de esfuerzo y rabia en el ataque. La
daga salió de su mano hacia Apolo a una gran velocidad. Vamos…
vamos…
Cuando la daga parecía llegar a la cabeza de Apolo, este se giró bruscamente y
la daga le rozo la mejilla. Se escucharon maldiciones por parte de todo el
grupo. La herida en el rostro de aquel ser comenzó a desprender un leve vapor,
y el dios dio otro grito de dolor y rabia. Aun así, el ataque no había sido
nada más que una molestia para el dios que ahora se encontraba más furioso que
antes. Su rabia fue tal que comenzó a lazar flechas a diestro y siniestro a un
Keops que las esquivo con una agilidad envidiable, pero no duraría más tiempo.
Y fue en ese preciso instante cuando una sombra salió de la nada, portando un
enorme machete. El arma bajo y como cortando una simple vara, desprendió el
antebrazo que sostenía el arco… Un grito de parte del dios, y el ruido del arco
cayendo al suelo. Con la velocidad del salto con el que había atacado, Mor rodo
por el suelo robando el arco del dios y corriendo como cualquier
ladrón. –¡Cyrene!- le grito y la chica se vio extremadamente
sorprendida cuando recibió el arco del dios. –Dispárale al maldito- le
musito serio, pero ocultando una sonrisa de satisfacción.
-¡Desgraciados!- gruño –¡Me hartaron… Se acabaron los juegos!- grito
sacudiendo todo el lugar.
Su cuerpo volvió a desvanecerse pero esta vez las dos masas oscuras que andaban
libremente se pegaron a él uniéndose y convirtiéndose en dos extremidades que
se movían alargándose y acortándose como látigos. Solo hemos conseguido
hacerle enfurecer. Pensó Adelphos negando decepcionado y viendo como sus
opciones se agotaban.
La masa encaro hacia él y sus dos látigos volaron a su cuerpo a una velocidad
sencillamente asombrosa. El príncipe se lanzó al suelo y las cosas pasaron por
sobre él, sintiendo como el calor de aquel acido llegaba a su rostro pero no le
quedaba. Pero el ataque no terminaba allí, los látigos se alzaron hacia arriba
y cayeron al suelo hacia el cuerpo de Adelphos… La agilidad del joven le
permitió sobrevivir al rodar rápidamente hacia un costado.
Se levantó y alzo su escudo para defenderse… Aunque el ataque de los demás no
tardó en llegar y llamaron la atención de la bestia. Una oportunidad más… Solo
pido eso. Rogo el príncipe retrocediendo y yendo en dirección a Epifanía que
miraba impotente la batalla.
-Tu espada está desapareciendo- dijo la sacerdotisa. El joven sonrió aunque no
fue muy sincero por la situación.
-Y la tuya definitivamente ya no sirve- le respondió. -¿Algún plan?- pregunto
el príncipe, resignado a que no haya otro que no sea intentar lo anterior.
-Tenemos que seguir intentando destruirle mientras aparece… No hay otra…-
respondió la chica. Adelphos resoplo mientras blandía su espada.
-Entonces a seguir intentando… No llegue hasta aquí para ser derrotado por un
cuidador de ganado- bromeo, lográndole arrancar una fugaz sonrisa a Epifanía.
El joven sonrió y se dirigió a Cyrene que tenía el arco con ella. -¿Crees poder
usarlo?- le pregunto. Ella negó con la cabeza.
-Mira lo que sucede- le señalo, mientras tomaba una "flecha
mala" de su caja y la colocaba en el arco. Al tensarlo esta brillo y se
consumió. Antes de que pudiera hablarle el príncipe la interrumpió.
-¡Usa sus propias flechas!- dijo este.
-Pensé en eso… Pero no hay ninguna visible… Las tira con tal poder que si
fallan su objetivo desaparecen…- dijo con cierta decepción, suspirando luego.
Adeptos asintió.
-Te daré una flecha… Y no falles, quiero ese tiro certeramente a la cabeza- le
dijo como si fuera una orden y desapareció corriendo hacia el campo de batalla.
Tan solo habían pasado un par de minutos y los chicos aún estaban ilesos del
ataque de látigos de Apolo. Pero esto a cambio le había significado un
cansancio importante. A este ritmo, el dios los mataría a todos pronto.
Patroclo y Dinethos encararon hacia la masa oscura por detrás y sacrificaron
sus espadas del todo al clavarlas casi en su totalidad en aquel cuerpo. La cosa
pareció sentirlo de algún modo porque comenzó a moverse, retorcerse y empezar a
crecer en altura… Apolo estaba apareciendo, al igual que su maldito arco. Pero…
¿Con que le atacaremos?
-¡Adelphos!
– el príncipe se giró y observo un objeto que brillo por el reflejo del
sol. Este voló desde la dirección de Epifanía hacia donde se encontraba él, lo
tomo en el aire dando un salto y observo la daga. Miro algo sorprendido a la
chica. –Es la última- le dijo esta con suma seriedad, y suplicándole de algún
modo que no se le ocurriera fallar. El joven asintió como respondiéndole a su
petición y comenzó a moverse, de la misma forma que Keops, pero decidido a
tener un final más efectivo. Ya no hay marcha atrás… Es ahora o nunca. Cerró
los ojos un instante y las imágenes de todos sus compañeros acudieron a su
cabeza… Culminando con la de su padre. Apretó los puños fuertemente. Esto…
es por ti.
-Heracles, cúbreme- le dijo al gran hombre que pasaba a su lado. Este frunció
el ceño al ver cómo le entregaba el escudo. –Confió en ti- agrego. Heracles
asintió, mientras una gota de sudor le caía por la cien… Todo su rostro
brillaba empapado. Este se quedó cerca de él sosteniendo su escudo con firmeza.
-¡Ya mueran!- grito Apolo mostrando mucho más de su cuerpo que antes. Solo
que sus brazos seguían siendo dos enormes látigos, aunque parecían más duros y
no tan… “ácidos”. Todos nos estremecimos cuando estos se agigantaron y el dios
giro sobre sí mismo golpeando todo lo que había a su paso. Todo quedaron en el
suelo, adoloridos y musitando diferentes maldiciones. Sin embargo alguien se
levantó, alguien que aunque tenía un hilo de sangre cayéndole por la comisura
de su boca, le hacía frente al gran dios del sol. -¡¿Quieres morir?!-
grito transformando uno de sus brazos nuevamente, en el cual tenía cuatro
flechas entre sus dedos. –¡Con o sin arco morirás!- y sin más las
lanzo a una velocidad sorprendente. El príncipe se había resignado a su
destino…
Sin embargo algo paso enfrente de él, lanzándose y frenando las flechas con su
escudo y cuerpo.
-¡HERACLES!- escucho un grito de parte de una de las chicas. Hubiera
querido girarse y correr a socorrer a su amigo, pero entonces su acción seria
innecesaria. El príncipe sabía lo que tenía que hacer... Alzo su brazo
mostrando su daga y estiro el mismo para lanzarla… Las probabilidades de
acertar el blanco no eran buenas, pero… Ya sabía que solo tenía una cosa que
hacer. Observo en ese instante a Apolo sacar una flecha de una brillantes más
fuerte que las anteriores. La mirada de ambos se cruzó y casi al mismo tiempo
los objetos de ambos salieron despedidos de sus brazos…
Allí… En ese preciso instante… El tiempo se ralentizo. La mirada de Adelphos no
abandono nunca la daga, que avanzaba cortando el aire, girando y brillando por
el sol… Sus ojos cambiaron de objeto, posándose en los ojos del dios. Su mueca
de ira fue transformándose muy lentamente en una mueca de asombro, su brazo
comenzó a moverse intentando detener la daga. Padre… Ese
pensamiento fugaz paso por su mente, sin saber porque, o sin tener el tiempo
suficiente para comprender algo tan simple.
El tiempo retomo su curso normal… La daga, con fuerza brutal, se clavó en el
cuello de Apolo. Los ojos de Adelphos se abrieron de par en par, queriendo
festejar, pero comprendiendo que no podría… La flecha de Apolo impacto en el
lanzándolo de espaldas y dándose un gran golpe al caer un metro más atrás. Miro
la herida, y quiso sonreir… Se había clavado en el dorso de su mano, pero por
el poder solo pudo desviarse clavándose en el hombro… Que para ser claros, le
dolía como la mierda. Sentía que iba a desvanecerse… Que había logrado su
cometido, que podía descansar…
Pero no, sabía que no era seguro que vencieran, no aun. Sacando fuerzas de
quien sabe dónde, arranco su mano haciendo que la flecha resbalase por la
herida. No pudo reprimir un grito de dolor… No, no había tiempo para dolor...
Con la misma mano, tomo la flecha incrustada profundamente en su hombro y la
arranco de un saque. Otro grito.
-¡Adelphos!- escucho un grito, era la voz de Epifanía. Se puso rodillas y sintió
la tibia sangre empaparle la camisa. Se giró apenas y vio a la chica, de pie,
demostrando gran fortaleza. Sostenía el arco de Apolo en sus manos. El joven no
tuvo tiempo de ver a nadie más… Alzo su brazo y lanzo la flecha que la sacerdotisa
atrapó.
Epifanía acomodó rápidamente y estiro el arco apuntando… El príncipe pudo notar
en su rostro una concentración de la que dudo ser capaz de poseer el mismo. La
chica de pronto grito cuando estiro la cuerda del arco de Apolo, parecía estar
herida, pero… a ella eso no le importó.
-¡Muere!* - grito. Una lágrima resbalo por su mejilla y la flecha salió
disparada hacia Apolo, que se retorcía mientras una sangre oscura salía a
borbotones de su garganta.
El príncipe vio como la flecha se incrustaba entre los ojos del dios que se
congelo al instante. Su grande y pesado cuerpo cayó al suelo… Al igual que
Adelphos, quien perdió el sentido…
By Silius