6.3.12

Cap 216

Shay

Creo que no fue una buena manera de despertar, definitivamente no lo creo, comienzo a creer que estos nuevos pasajeros que tomamos en la isla del sol no son tan comunes y corrientes, después de todo, al verlos por primera vez note algo que no calzaba en toda su historia, y creo que no soy el único o el primero en notarlo. Para comenzar esa famosa sirvienta que andaba para todos lados con aquel individuo que expelía un olor a azufre muy penetrante no tenía la apariencia propia de toda sirvienta o esclava, aun así existe la remota posibilidad de que sea su, por decirlo así, concubina o amante. Aquella princesa o lo que sea tiene un aire a no sé qué, la vez que pase cerca de ella me dio una sensación más o menos de tensión, como si estuviera a punto de enfrentarme a uno de esos tifones que más de alguna vez nos han arrebatado a uno más de nuestros tripulantes en alta mar. Tengo que estar preparado para cualquier eventualidad que venga de esos desconocidos, y es que ocasiones como esta siempre me hacen recordar las palabras de mi abuelo:
“Shay, siempre párate dignamente sobre la Tierra. De perfil. Demuestra que estás dispuesto a batirte hasta la muerte. Marca un territorio, hazte Señor de él. Emana poder silente. Toda la furia está despierta pero agazapada, lista para saltar. Que tu adversario vea que el Universo entero está plantado ante él.”
Que palabras más sabias, no ha pasado mucho desde su muerte, creo que ya era su turno, todas esas penurias que vivió, la vida de un hombre de mar al igual que la de un guerrero es de lucha constante, y a eso tengo que sumarle la pérdida de su única hija, mi madre, y el tener que criarme, enseñándome todo lo que sabía, le debo mucho, lo extraño, después de todo él era el único que quedaba de mi familia. Claro, no debo de olvidar a todos los de la tripulación, que fueron mi segunda familia, cuantas aventuras, batallas y viajes con ellos , cado uno de los que fallecía era una parte importante de la historia de este barco que desaparecía para siempre en los vientos del tiempo, pero el llanto es para los de tierra firme, no para nosotros, aunque eso suelo olvidarlo de todos modos cuando recuerdo lo que sufrieron mis padres gracias a los infames dioses y en especial a uno de esos bastardos: Ares, el reconocido dios de la guerra, el culpable de mandar a matar de la manera más cruel y funesta a mis padres, solo porque no compartían la sádica manera de pensar de los llamados “eternos”, fueron vistos como traidores, como basura, como escoria. Pero espero que llegue la hora de que nos veamos las caras y resolvamos todo esto de una maldita vez…


Cuando ya por fin me tranquilice, otro violento movimiento del barco me hize perder el equilibrio… -¿¡Otra vez!?- creo que nuestra mascota debe estar más mañosa que de costumbre, de seguro se ha topado con algo grande o digno de ser “coleccionado”, como dirían los gemelos, será mejor que me aliste, por si me llegasen a necesitar…
Simplemente voy a dejar pasar el tiempo dejándome caer en mi cama…
“Solo era un remezón ocasional así que mejor me dedico a meditar por un rato”, eso era lo que tenía pensado hacer… Pero había errado esta vez. Vi pasar a un grupo cargando lanzas y escudos, lo cual, me pareció algo extraño, preferí esperar, pero al rato de ver pasar a este grupo aparece Radus, uno de los asistentes de los gemelos, diciéndome que me necesitaban, pero no tenía muchas ganas de ir, ese violento despertar me tiene un poco desorientado, como si una vorágine danzara violentamente en cada recóndito rincón de mi mente, pero insistía, en realidad no tenía ánimo, aunque dentro de mi estado casi letárgico oí decir que era sobre un asunto pendiente, me llamo la atención oír eso -¿Asuntos pendientes?- Entonces no hubo otra alternativa más que levantarme e ir a cubierta.
A primera vista vi que todos esos pasajeros de la vez anterior no eran lo que decían ser, todos con armas en sus manos y uno de ellos con un águila en su hombro, que me resulto muy interesante y es que… A la vez confirmaba todas mis teorías en absoluto. Hubo un intercambio de miradas entre cada uno de ellos conmigo, creo que no les inspiraba confianza, es recíproco, pero lo que vino a continuación me pareció algo confuso, uno de los gemelos me señalo diciendo algo sobre de que yo les podría ser de ayuda ¿En qué?

¿Y si son alguna clase de bandidos o ciervos de los dioses que los enviaron a buscar alguno de los artefactos mitológicos que tenemos en nuestro poder? Pero todo se aclaró aún más cuando me dijo que este particular grupo era del cual se contaba en el puerto de Creta, que se atrevieron a alzarse en contra de los dioses y que ya llevaban en su lista a dos de esos altruistas como víctimas. Después de mucho tiempo creo que mi ánimo se elevó, pero esto mejoró cuando el gemelo más serio me dio autorización de poder unirme a ellos, después de todo él sabía que si se me daba la oportunidad no lo pensaría dos veces antes de hacerlo, todo eso explicaba las miradas de mis nuevos, por así decirlo, “compañeros”. Lo que siguió a continuación fue un poco nuboso, creo que el líder de todos ellos me extendió la mano como gesto de bienvenida, pero creo que lo único que atine a hacer fue a extender ligeramente mi mano y en medio de todo lo que él me decía, lo único que alcance a recordar fue que su nombre era Adelphos, debo de haberme visto bastante retraído frente a los demás, eso es seguro.

Luego, solo me dirigí con la cabeza inclinada hacia uno de los bordes del barco para poder sentarme mientras esbozaba una pequeña sonrisa, creo que eso no ocurría desde hacía ya mucho tiempo. Ya sentado solo me vi invadido por visiones de la muerte de mis padres y abuelo, una y otra vez, era como si estuviera rodeado de moscas, pero repentinamente todo despareció después de que una palabra retumbo en mi mente: Posibilidad. Posibilidad de llevar a cabo mi objetivo al fin, no importa si las posibilidades sean casi nulas, espero que junto con ellos pueda lograrlo, eso es en lo que me debo aferrar firmemente…
Después de esa escena, se acercó una de las mujeres del grupo, la cual rato antes aparentaba ser una sirvienta de aquel tipo con el machete, se veía bastante agradable, aunque su actitud cambio rápidamente ante una broma del tipo del machete, supe que él se llamaba Mor gracias a la respuesta tan repentina de ella, tenía que admitir que me causo algo de gracia, pero después se presentó. Su nombre era Epifanía y era una sacerdotisa de Atenea ¿Qué extraño? Pero siguió señalándome a cada uno de los que conformaban tan llamativa cofradía con sus respectivos nombres, debo de recordar cada uno de ellos, porque definitivamente cada uno de ellos será parte importante de esta travesía y más de alguna vez pelearemos codo a codo.

By Odgru Jahad

6.2.12

Cap 215

Epifanía

Parecía ser un monstruo marino que destrozaba el barco atacando de forma brutal. Estábamos todos seguros que se trataba de Poseidón quien movía su primera pieza, por lo que teníamos solo una opción: Luchar.
Se había abierto un gran agujero en el casco del barco, el agua entraba con cada ola y el brusco movimiento del mismo apenas dejaba que pudiéramos mantenernos en pie. El tentáculo apareció nuevamente, ahora más violento que antes, ingresó por el agujero y a pesar de que no hubiese ninguna flecha enterrada en él, la sangre escurría por una herida en su brillante piel gris.
Entonces Keops corrió espada en mano, los gritos del grupo intentando detenerlo no sirvieron de nada, se aventuró directamente a la bestia, enterrando su arma y luego siendo azotado por la extremidad contra uno de los pilares del barco, este se partió, rompiendo el techo y dejando a Keops cubierto de madera húmeda y un hilo de sangre en la boca. De inmediato Amisthy corrió a auxiliarle al igual que Rea. Volví a tensar el arco, de pronto un movimiento del barco causó que perdiera la estabilidad y cayera hacia el costado. La mano de Patroclo se extendió en mi dirección, no era tiempo de dudar ni desconfiar, la tomé y me ayudó a levantarme rápidamente, entonces logré tensar el arco nuevamente, una flecha comenzó a formarse entre mis manos y el instante en que el tentáculo volvía a asomarse por el agujero del casco, trayendo consigo agua y madera rota, la solté. Esta impactó en su piel y el tentáculo se retrajo, alejándose del agujero.
De pronto sentí que mis piernas flaqueaban y caí de rodillas. Todo el peso del cansancio cayó sobre mi cuerpo, la falta de sueño y el dolor corporal. Necesitaba descansar y utilizar este arco, en este momento no era buena idea, más no podía hacer nada más. Era prácticamente lo único que teníamos para defendernos a distancia de la bestia. Cyrene se acercó y ayudó a levantarme, teníamos que mantenernos alerta, aquella bestia podía aparecer en cualquier momento y no era tiempo de ceder ante el agotamiento. Entregué el arco a Cyrene, con la esperanza de que pudiese utilizarlo también, pero por más que lo tensara las flechas no aparecían, y no lo harían, el arco solo funcionaba conmigo, porque yo había lanzado la flecha que finalizó con la vida de Apolo.
Adelphos y Mor se habían acercado al agujero, decididos a cortar el tentáculo en cuanto apareciera. Los segundos avanzaban lentos cuando de pronto un nuevo chillido. Más fuerte que el anterior, tan potente que debimos taparnos los oídos, parecía que mis oídos iban a explotar y que mi pecho cedería ante la presión del grito. Duró algunos segundos hasta que comenzamos a sentir como decenas de pasos corrían escaleras abajo hacia el piso inferior.
Todos habíamos vuelto a erguirnos esperando el próximo ataque de la bestia, Mor y Adelphos arma en mano esperando junto al agujero, Heracles cubriéndonos a Cyrene y a mí, mientras que los demás vigilaban cualquier otra entrada que los tentáculos quisieran abrir, cuando los gemelos entraron seguidos de unos tres hombres, ninguno con preocupado aunque el barco tenía un agujero más alto que ellos ni con armas en sus manos aunque en el mar había una bestia marina. Entrecerré los ojos e instintivamente me moví un paso adelante de Cyrene, cubriéndola.

-Esperaba ver al grupo protegiendo a la joven aquí presente -dijo el gemelo más agradable mientras se adentraba en la habitación, con sus manos en la espalda y una sonrisa victoriosa -No sabía que incluso la esclava de la capucha debía encargarse de aquella labor. Con tantos guardias y hermanos, no lo creí necesario... -dijo al fin observando directamente el arco que afirmaba en mis manos. Me enderecé y bajé el brazo, sin quitarle la mirada de encima al gemelo.
-Vaya grupo tenemos aquí -comentó el otro gemelo -Esperamos que nuestra mascota no les hayan causado molestias. Entenderán que no es sencillo controlar un animal de tales dimensiones... Pero, dado que ustedes no son un grupo común y corriente, dudo que acabar con un calamar gigante suponga un problema luego de haber acabado antes con un dios.

Entonces todos comenzamos a mirarnos, luego al gemelo del comentario y nuevamente entre nosotros. Heracles, Adelphos y Mor tomaron sus armas con firmeza a la vez que comenzaban a acercarse al primer gemelo. Este rió y luego pasó su mano por su mentón, observándonos, movió una mano y los tres guardias alzaron sus lanzas en dirección a Rea y Amestoy, quienes permanecían junto a un Keops inconsciente.

-Este es el asunto –comentó el primer gemelo cruzando sus brazos.
-Aquí no hay asunto -apresuró Patroclo.
-Claro que lo hay. Ustedes son los rebeldes –volvió a hablar.
-Y ustedes son piratas. Ladrones de reliquias -dijo Mor sin relajar el brazo con el que sostenía el machete.
-Dejémoslo en recolectores –acotó el segundo gemelo observándolo.
-Bajen las lanzas -de pronto Heracles. El primer gemelo negó, casi riendo.
-No están en posición de dar órdenes. En este momento vamos a negociar.
-No habrá negociaciones si no bajan las lanzas -solté repentinamente, cada vez más nerviosa por las armas que apuntaban a las chicas. Sí, sabía que era un error hablar pero no pude evitarlo.
-Una mujer alzando la voz –comentó el primer gemelo girándose hacia mí, para luego avanzar en mi dirección -Que extraño. Te recordaba silenciosa y cubierta con una capa. Como una esclava -acotó.
-Ciertamente no la conocen -soltó Patroclo por lo bajo. Lo fulminé con la mirada y luego volví a mirar al gemelo, quien continuaba acercándose con pasos serenos.
-No soy una esclava. Creo que eso ya es evidente.
-Así es, pero más evidente y llamativo es el lindo arco que sostienes en tus manos. ¿Me permites? -musitó estirando su mano.
-Baja las lanzas y lo pensaré -respondí. Mor negó, al igual que Patroclo. El gemelo me miró divertido y con el movimiento de su mano, los tres hombres bajaron las lanzas y se alejaron hacia la puerta. Miré por un segundo a Heracles y luego a Mor, sin saber que hacer ahora.
-¿Ahora? -volvió a musitar, lo miré nuevamente y apreté las manos.
-Primero las negociaciones -aventuré. El rubio volvió a sonreír.
-Quítaselo de una vez -ordenó el segundo gemelo, más su hermano lo detuvo.
-Tiene razón, primero arreglemos los asuntos que nos reúnen en este momento aquí, el placer vendrá más tarde-acotó. Fruncí el ceño mientras retrocedía un paso, arrastrando conmigo disimuladamente a Cyrene, mientras que el gemelo se giró en dirección a los hombres.
-¿Cuáles son tus términos? -preguntó Mor, aun sin bajar el machete.
-Ustedes han desafiado a los dioses, y a pesar de que las historias se cuentan desde hace mucho, creí que ya habían viajado con el Caronte hace mucho tiempo -dijo mientras se giraba y observaba el arco nuevamente -Soy un conocedor de "reliquias" -comentó alzando las cejas. -Ese arco es idéntico al que tallan en las manos de Artemisa. Pero ustedes estaban en la isla donde vive el ganado del sol... Lo que me lleva a una sola conclusión... -un momento de silencio.
-Ese es el arco gemelo del arco de Artemisa -continuó el segundo rubio -El arco de Apolo.
-Y el único modo de obtener el arma de un dios, es acabando con él –puntualizó el primero.
-Han marcado un punto que ya resulta obvio -dijo Adelphos -Ahora, al grano.
-Queremos el tridente de Poseidón -musitó el segundo gemelo.
-Pero no queremos inmiscuirnos en sus planes -acotó el otro. Mor chasqueó la lengua.
-Querrán decir que no quieren ensuciarse las manos acabando con Poseidón.
-Es otra forma de decirlo –asintió el primero.
-¿Y que nos dan a cambio? -musité de inmediato. El gemelo me observó sonriendo.
-Estamos aquí para negociar ¿No es así? Aunque su estadía en el barco, el alimento y las "comodidades" son parte de la negociación, y me parecen suficientes.
-No es suficiente por el tridente del mismísimo Poseidón –habló Adelphos y el primer gemelo frunció el ceño por primera vez desde que había entrado en la habitación y luego asintió.
-Continuemos entonces con la negociación... 


By KatrinaxStevens

Cap 214

Epifanía Mor

Y allí estábamos bajo el sueño de cualquier navegante... Enarque una ceja, esta imagen del cuero de Eolo entre las velas parecía sacada de uno de esos ratos libres en el inframundo donde Hades se sentaba a probar los juguetes "coleccionados" a través del tiempo en su almacén lleno de "reliquias" como estas, tome Epifanía del hombro y mire ligeramente a los siete hombres que clavaban su mirada sobre nosotros a medida que iban tomando posturas más agresivas, sería mejor darse vuelta y hacerse "el ciego".
El viento remecía todo de forma estruendosa y violenta, tuve que alzar la voz para que Epifanía pudiese escucharme. -Sera mejor que nos marchemos de aquí antes que ya no pueda tomarte más y salgas volando- deslice mi mano hasta la capucha, me gire y la tire levemente sacándola a cada paso que caminaba hacia el lugar por donde habíamos salido, la estrecha escalera.

-Prefiero salir volando antes que... -alcancé a musitar antes de fijarme que comenzaba la escalera y que había pasado en banda hacia abajo y de no ser porque Mor sostenía la capa, y a mí, y porque alcancé a afirmarme de las cuerdas de la pared, habría caído escaleras abajo. Al final me enderecé, aún en el segundo escalón, y continué bajando las escaleras, como si nada hubiese sucedido. -Creo que habríamos estado mucho mejor en la isla después de todo -musité al fin, cuando ya no resonaba en mi cabeza el molesto comentario de Mor, ni mi estúpida casi caída. Teníamos ya a la vista al grupo que estaba reunido.
Llegamos y Heracles ya se encontraba con ellos, más no tuvimos un minuto siquiera para hablar, pues apareció uno de los hombres avisando que la cena estaba lista. Heracles me miró con complicidad, seguramente había algo que debíamos saber, al fin fue por Cyrene mientras nosotros comenzábamos a caminar al lugar de la cena.

Dimos unos pasos alejándonos de la cubierta, mientras ya más suspicaz y pensativo miraba a mí alrededor, clavando la vista y detallando a cada tripulante que pasaba mirándonos de reojo en busca de más "objetos raros" que pudieran portar. ¿Hades sabia de la existencia de estos piratas? ¿Sabía que compartían ese pasatiempo? Si era así ¿Cuánto tiempo pensaba dejarlos vivos? Ese pasatiempo era de aquellas actividades únicas que no se comparten. Estaba claro que estábamos en peligro, pero ahora conociendo la verdadera actividad detrás de la pantalla, me daba cuenta de que el peligro ya solo no radicaba en el normal de violaciones, robos. No, ninguno aquí era normal, desde Heracles hasta Keops, pasando por Cyrene, todos teníamos un algo que salía de lo normal... Zorba había comenzado a caminar en dos piernas después de años como cerdo... Suspire. El rumor de la rebelión había sido regado por toda Grecia y nuestros nombres remarcados, examine cada caso en silencio mientras todos nos dirigíamos a las especie de "cena" que hacían en el barco. Keops, mensajero de los dioses... y la rubia, la rubia era una especie de regalo traído a la puerta, una potencial arma bélica, un arco de Apolo, un mapa... Hay que salir de aquí...
Volví a tirar a Epifanía que se alejaba de mí. Los chicos entraron por el portal de madera habitación adentro y de pronto los guardias detuvieron a Epifanía que caminaba delante de mí.
- No se permiten esclavas- gruño el hombre mirándola con desprecio. -Tu si puedes pasar- el hombre alto con aspecto del otro lado del mediterráneo. Mire al hombre y volví a tomarla por la capucha y ponerla a mi lado.
- Yo no entro sin mi esclava...- El hombre gruño, yo lo mire. - Tu jefe está al tanto...

Tragué saliva, en aquel momento la calma que debía tener, que debía demostrar siendo una esclava se marchó al fondo del océano. Levanté el rostro, olvidé por completo que debía ser silenciosa, que no debía mirar a los hombres a la cara y que por ningún motivo debía siquiera hablarle a mi amo, entonces miré al hombre frente a nosotros con una sonrisa amable, fingida, para después girarme, ignorándolo por completo, y observar a Mor -No se preocupe por mi amo, yo estaré bien- musité sin alzar la voz ni intranquilizarme, aunque casi no podía controlarme.

- Si... Claro, estoy seguro de eso- respondí con sarcasmo para observar como del fondo se paraba el desagradable gemelo mirándome fijamente sin expresión alguna. Todos nos quedamos en nuestro lugar sin movernos y el grupo parecía en su emoción por la comida no darse cuenta del altercado en el que estábamos.
-Pero si es el invitado más difícil...- musito dirigiendo la mirada a la chica y después a mí.
-Preferiría hablar con tu hermano...- dije ignorándolo por completo mirando a la otra cabeza rubia que resaltaba entre la multitud, idéntica al retrasado delante de mí.
-Mi hermano no está disponible.
-No se permiten esclavas en la sala- gruño el hombre de color nuevamente.
-Así es, no se permiten esclavas.- una sonrisa victoriosa pareció dibujarse en su rostro.
-Yo veo unas mujeres entrando- agregue apuntando a dos mujeres que entraban que después de unos segundos se perdían entre nalgadas y manoseos al igual que la bandejas que tenían en sus brazos. Emmm no.
-Por supuesto pero son esclavas y sirven como tal.- agrego el rubio mirando dando un paso. -Tu esclava podría estar ayudando a las otras...
Mire las esclavas, mire al grupo que ahora se encontraba entretenido comiendo, enarque una ceja.
-Ya no tengo hambre- musite para tomar a Epifanía del brazo y me gire para alejarme del lugar.
-Podría arrojarte del barco por tu actitud altanera y soberbia- musito "ofendido".
Me gire. -Muchas gracias por su oferta anfitrión, pero ahora no tengo hambre. Que tenga una buena cena...- masculle y me seguí con lo de alejarme del lugar.
La solté cuando doblamos la esquina y le susurre por lo bajo - Al parecer iremos a robar comida a la cocina...

Perfecto, ahora no teníamos comida y como si fuera poco, Mor estaba empezando a tener problemas con los gemelos... De un modo más notorio y con uno en realidad, y para ser sincera, preferiría que no fuera con ninguno. En el punto en que él comentó que podría participar de las labores de las demás esclavas, estuve a punto de aceptar, claro, no era mi opinión ni decisión, era la de mi "amo". Aunque claro, fue más la sorpresa de que Mor rechazara la cena y se marchara, que la misma idea de robarnos la comida.
-¿Robar? -musité mientras avanzaba aun con la mano de mor en mi brazo -¿No es un poco extremo? -comenté, aunque en realidad, no me opondría a este plan, en ningún sentido, después de todo, daría cualquier cosa por comida, incluso por carne...

- Mas extremo se va a poner esto, si no como algo...- musite mientras veía pasar a otra esclava con una bandeja y enarque una ceja, buenas noticias al menos, si tenían tan buena comida como las esclavas que las servían… - Solo faltaría otro detalle más para picar el gemelo como carne de asado...- masculle por lo bajo.
Volvió a salir otra esclava y un aroma a especias fue el que comenzó a guiarnos hasta la cocina. Nos detuvimos un momento al lado de la puerta - Si hay tantas esclavas saliendo lo más probable que no haya ningún hombre de la tripulación... O quizás solo haya uno- una sonrisa ladeada se formó al final del pensamiento vuelto susurro. - Si hay no más de un par hago que se queden dormidos.- la voz baja y la mano en un puño, de forma pausada, mire a Epifanía. -Plan cortó.

-Al parecer lo tienes todo planeado... -comenté mientras asomaba sutilmente mi cabeza por la entrada, al igual que Mor. Entonces el aroma que envolvía la cocina, de especias, verduras al vapor, carne asada comenzó a despertar instintos devoradores en mi estómago, este comenzó a sonar fuertemente y cuando pensamos por un instante, que la cocina estaba vacía, desde atrás de lo que parecían cajas con verduras, apareció un gran hombre, ancho, alto y de tés bronceada por el sol. Tenía puesto un delantal color gris por el tiempo y la frente, espalda y pecho cubiertos de sudor. Fruncí el ceño y negué -Dime que no es el cocinero... -musité justo antes de ver una antigua insignia en lo que parecían tres o más cestas de ramas con un peculiar tono dorado.

- Como que si...- respondí mirando fijamente como tomaba con desdén la vajilla y metía las manos en la primera cesta de la derecha y sacaba de la otra algo parecido a vegetales, se rasco la nariz y vi de pronto la cara de asco de Epifanía - Plan corto- saque el machete y tome a Epifanía del hombro para colocarnos al lado de la puerta, ocultos. Y con el mango del machete di un par de golpes en la madera, ambos escuchamos al cocinero revolverse en la habitación, para después salir y con un movimiento rápido, lleve el brazo hacia atrás para agarrar impulso, el hombre salió mirando al otro lado en busca de la fuente del sonido cuando di dos paso rápidos y lo golpee con fuerza en la nuca, lo suficientemente para noquearlo y no dejar marca. El cocinero cayó como un saco. Extendí el brazo a Epifanía invitándola a entrar en la cocina y cuando ella pasó el portal de madera tome al hombre y comencé a arrastrarlo para dejarlo en un taburete cortó con la cabeza hacia atrás como dormido. - Se ve convincente- me gire para mirar a la rubia mirar las cestas, con los ojos de par en par con esa mirada escrutiñadora - Claro quedémonos mirando la cest...- me calló, entonces vi esos diseños - Esta cesta es como el cuero. Volví a mirar la rubia - Mete la mano - señale la cesta a modo de orden, me reía en mi fuero interno al verla como giraba para matarme con la mirada - Mete la mano- repetí... Una sonrisa se escapó, era demasiada graciosa su... cara.

-Ya... ¿Y si meto la mano y me traga? -murmuré acercándome a una de las cestas, Mor rodó los ojos y negó, aunque en realidad lo único que quería hacer luego de verlas, era acercarme a ellas, ya que lejos de que fueran cestas que parecían de oro, tenían grabado un símbolo en el borde: "Hestia". Entrecerré los ojos, me acerqué a observar el interior, estaba vacío, al igual que las demás. -¿Entonces de donde había sacado los vegetales el hombre?- lo pensé un par de segundos antes de meter la mano y sentir el interior, estaba vacío. -Sabes... Esta cesta está vacía -dije mientras revolvía el interior. -Es extraño que a pesar del símbolo, no hagan... -musité, entonces sin querer, fijé la mirada en una manzana que esperaba solitaria en una mesa al frente, mi mente se llenó del recuerdo del sabor y aroma de las rojas manzanas de Atenas y entonces, en aquel instante, mi mano se encontró con algo redondo y suave que esperaba en el fondo del a cesta, aparecida en un lugar por el que estaba segura que ya había pasado la mano y estaba vacío. Una manzana roja, enorme incluso para mi propia mano, salió de la cesas, lista para ser mordida. -No puede ser... -musité observando el fruto.

El hombre se revolvió en su asiento, mire a la rubia - Agarra la cesta- musite mientras con dos pasos ya estaba frente al hombre sacando el machete - ¿Vas a tomar la cesta o lo tengo que cortar en dos?- Exclame por lo bajo ladeando el rostro y la rubia tomo la cesta, miro hacia todos lados -¡Te vas a apurar!- alce levemente la voz y la rubia me dio la espalda y comenzó a moverse entre las telas de la capa. Suspire y rodé los ojos para mirar al hombre, tenía que golpearlo de nuevo, y cuando parecía parpadear con movimiento rápido lo tome de la nuca y con otro movimiento rápido lo pegue contra la pared, el hombre volvió a caer al suelo, Epifanía chillo algo como “¡¿Por qué lo hiciste?!”. Bufe, para tomarlo de nuevo y colocarlo en el taburete levemente apoyado en la pared, como si se hubiese movido bruscamente dormido y se hubiese dado un cabezazo en la pared. - Se te acabo el tiempo- masculle para dar un par de pasos hacia Epifanía, tomarla por el brazo y sacarla a rastras de la cocina.

Dejé caer la manzana al escuchar a Mor, atiné unos segundos más tarde a tomar la cesta, comencé a esconderla entre la capa, más debí sacar los brazos de las mangas y afirmar la cesta abajo de la capa. -Perfecto, el arco de un dios y la cesta de una diosa- Si me encuentran, seré una reliquia andante- musité mientras negaba, reprochando el nuevo golpe que Mor le había dado al hombre. Me tomó entonces del brazo y me arrastró al pasillo, se sentía movimiento de personas, teníamos que regresar al sitio en que el gemelo nos había dejado, y teníamos que hacerlo antes de que descubrieran que nos habíamos robado una de sus cestas.
Comenzamos a caminar por el pasillo, poco a poco y a medida que íbamos encontrándonos con un hombres en el camino que miraban con desconfianza el bulto que llevaba bajo la capa, nos vimos en la obligación de comenzar a correr, claro, yo más arrastrada por Mor que corriendo. Llegamos así al pasillo del nivel inferior, pasamos junto a la habitación que habían entregado a Cyrene y estaba vacía, por lo que seguimos hasta el sitio en que nos habían dejado a nosotros y entramos al fin.

Me incline en la puerta para mirar hacia ambos lados - Sera mejor que decidamos que vamos a comer y devolvamos la cesta o le daremos más motivos a nuestro anfitrión para tomar medidas- musite para mirar la cesta y detallar el símbolo, ya no habían dudas, estos no eran marineros comunes y corrientes, debían comerciar estas reliquias, mis vista paso de la cesta a Epifanía - Ya saca cosas de ahí para irla a devolver- dije para dar un par de pasos hacia ella.

-Está bien "amo" -musité mientras metía la mano y comenzaba a sacar lo que se me venía a la mente: frutas, verduras, carne para el carnívoro, hasta que se me ocurrió algo, que seguramente haría enojar a los dioses. Metí la mano con la mente fija en un alimento: Ambrosía, más cuando la sentí y comencé a retirar la mano, esta se volvió un líquido brillante de un tono rojizo, que cayó en la cesta y se absorbió entre los tejidos del mimbre. -Em... Mala idea -musité para acercarme a ver, y comprobar que la cesta estaba vacía. Miré a Mor, negué y luego dejé la cesta a un lado para comenzar a comer.
Creo que estábamos famélicos, porque en menos de quince minutos, ya habíamos terminado de comer, y comimos todo, incluso comí carne, la que había aparecido en forma de carne seca.
-Bien... ¿Quieres ir a devolverla de inmediato? -musité mientras me levantaba. -Porque yo necesito hacer algo antes.
Mor asintió y se sentó junto a la cesta, por otro lado me hinqué en el suelo, el cansancio sería todo lo que necesitaba para hacer el contacto que necesitaba con Atenea, sin necesidad de concentración excesiva, de inciensos o velas. Cerré los ojos, reposé las manos en las piernas y el bamboleo del barco, el sonido del mar y las ganas de dormir que arrastraba desde la isla, me ayudó de inmediato. 


-Templo de Atenea-

El templo estaba oscuro y lúgubre. No podía divisar a la diosa por ningún sitio, solamente el sutil murmullo de Nike en la lejanía. Me adentré caminando junto a la fuente del universo, llegando así cerca del trono de Atenea. Observé todo con cuidado, en busca de su figura, pero no fue sino hasta que la oscuridad pasó a un tono verdoso que logré verla junto a uno de los pilares del templo. Su figura erguida y resplandeciente irradiaba un tono violáceo que poco a poco se tornaba del mismo color que el cielo. 


-Sabías que nació en un mundo dispuesto a jamás aceptarlo -las palabras de Atenea me confundieron y del mismo modo, me hicieron sentir gran culpa, se refería a Apolo... -Era un joven tan hermoso e inteligente. Cultivó las artes, la filosofía, la música, el teatro... Tenía una hermana para cada disciplina y una casa que lo honraba por todas ellas juntas... -sus palabras salían lívidas y cargadas de pesar. Sentí entonces tristeza, una lágrima resbaló por mi mejilla y el ambiente comenzaba a contagiarme el dolor de la diosa.

Atenea comenzó a avanzar junto a los pilares, sostenía en su brazo derecho la tela de su vestido, con el otro un pergamino reluciente, se había quitado la armadura y el casco, quedando solo con su himation blanco.

-Era único... Amó muchas veces sin ser correspondido... Como si estuviese destinado a jamás ser amado, repeliendo con racionalidad y engaños al amor que tanto anhelaba -musitó mientras caminaba junto a la fuente, observando la infinita extensión de las estrellas con una mirada melancólica -Y ahora se ha ido...
-Mi señora... -alcancé a musitar antes de que con la palma de su mano, Atenea detuviera mis palabras.
-Llámame Atenea. No me siento ya en condiciones de ser tu señora -musitó y luego volvió a erguirse. Aquella sensación de desamparo que no había sentido en muchos años volvió como un rayo directo a mi estómago, no entendía, no sabía de qué modo tomar las palabras que la diosa me decía.
-Apolo era luz pura. Nació con ella, brotaba de su ser como una cascada en cada cosa que hacía, decía o demostraba. Entregó aquella luz a su hijo, a los habitantes de Delfos, a sus hermanas y a todo aquel que se acercara lo suficiente como para querer conocerlo, sin miedo a su forma racional y apasionada de hacer las cosas -cada palabra, cada comentario cargado de tristeza, confusión.

Se acercó al fin a su trono y se sentó tan lenta y parsimoniosamente que me pareció una tortura observarla, con sus ojos inundados en recuerdos.

-No fue algo personal -musité mientras me acercaba a la diosa, esta me miró sonriendo a penas y luego asintió, comprensivamente.
-Epifanía. En este momento no estoy atentando contra tus decisiones, ni las de tu grupo -murmuró, miré mis manos -Tienes en tu poder el arco de Apolo. Tú diste el golpe final. -asentí sin poder mirarla a los ojos.
-Yo perdí el arco que me diste.
-No... Lo utilizaste muy bien, aquel arco era un arma preparada para enfrentar las amenazas del mar. Comprenderás porqué. -asentí y volví a mirarla. -El arco que ahora posees es mucho más poderoso, debes saber utilizarlo. El arco es tuyo ahora.
-¿Este arco?
-Era el arco de Apolo. La única forma sabia de utilizarlo es con mucha energía, más con la luz de Apolo será menos la que necesites.
-¿La luz?
-La luz que vivía dentro de él -entonces me quité la capa de Mor, Atenea negó mientras lo hacía. -Esa capa te daña más de lo que te protege - dijo mirando en otra dirección hasta que la dejé a un lado y luego desamarré y sostuve el arco en mis manos. -La luz que Apolo llevaba en su estómago, es la misma con la que dio la vida a los habitantes de Delfos... Por lo que es la que llevas en tu interior.
-¿Yo? -dije mientras la miraba pasmada, apretando con mis manos el arco fuertemente.
-Tu, tienes luz en tu interior... -tragué saliva -Respecto al arco, tan solo tensa el arco y deja que la luz haga el resto. No necesitas flechas, una vez que el arco es de tu posesión, las flechas son innecesarias. Artemisa y Apolo solo necesitan el arco para defenderse.
-Pero... Yo no... Cómo hago para... -intenté formular las preguntas, pero solo se oían bien en mi mente, no podía decirlas, no podía preguntar nada coherente… -¿Por qué yo tendría la luz de apolo en mi interior? Yo siempre pertenecí a Atenas… –pensé contrariada.
-Vete, no es tiempo de estar aquí, debes estar alerta, no estas a salvo -asentí mientras observaba el suelo, de pronto necesitaba saber todo, todo a lo que Atenea se refería, pero no, ella no me daría más de lo que ya había dicho -Ve tranquila, que continuas siendo mi sirva...- dijo al fin.

Desperté…

Realmente estaba llevando al límite el cuerpo, el dejar de lado el asunto de las parcas había eliminado el insomnio y de paso el cansancio de la batalla ahora comenzaba hacerse presente. Epifanía pregunto si devolvíamos la cesta asentí, para terminar de masticar el ultimo pedazo de carne y levantarnos. El proceso fue el mismo, pero de forma inversa, me gustó la idea de que el cocinero al despertar, nuevamente, tendría un buen dolor de cabeza. Volvimos para encontrarnos con el grupo que al parecer no había notado nuestra ausencia. Lo que sea. Las palabras del resto del grupo parecieron confirmar lo que ya nosotros sabíamos.
El sonido de la madera cediendo nos hizo ponernos alerta, Cyrene cayó encima de mí, la iba a tomar pero otro movimiento la hizo rodar por todos lados, enarque una ceja, ya la tomaría otro. Mire hacia la madera que separaba el interior con el exterior y escuchamos otro crujir, al parecer venia del otro lado, justo en nuestra posición, todos nos movimos rápidamente hacia atrás y nos pegamos a la otra pared pues otro estruendo parecía romper la pared, todos sacaron las armas pero algo raro ocurría, nadie más que nosotros parecía alterarse con este ataque...

Estaba sentada junto a Mor, cuando el brusco golpe me hizo caer de espaldas, vi como Cyrene cayó sobre Mor y para esquivar sus pies que casi aterrizaron sobre mi rostro, me movía hacia el costado, pero el segundo movimiento del barco me hizo caer junto a Patroclo, quien me afirmó de los hombros al caer nuevamente, hacia atrás, ahí caí sobre él. Logré levantarme a penas, enredada con la capa sobre la que Patroclo se había parado y gracias a que él me afirmó tras golpearlo repetidas veces para que dejara de pisar la capa. Entonces rápidamente desamarré el arco y tensé la cuerda, recordando las palabras de Atenea, aunque jamás los había hecho antes, pero tenía la energía que habíamos recuperado con la comida, comida brindada por una deidad, y al comenzar a tensar el arco, una flecha de luz comenzó a formarse en mis manos, era fina y destellaba, aunque el brillo no superaba el que lograba Apolo. La flecha comenzó a emanar un singular calor y cuando ya no pude tensar más el arco, solté la flecha y esta siguió el camino directo hacia el tentáculo que había ingresado por el hueco en el barco...

By Double_Angy & KatrinaxStevens

29.1.12

Cap 213

Epifanía

-Ya entendí... -musité mientras giraba el rostro y lo miraba, entonces agarró mi cabeza y me obligó a mirar al frente, mientras nos dirigíamos con el resto del grupo.
-Si dejas de levantar el rostro harás un mejor trabajo -comentó.

Ni siquiera llevaba un día y ya estaba más allá del límite en mi papel de esclava. Caminar sin poder mirar nada más que el suelo y mis pies, algo que no me entretiene, no me agrada en lo más mínimo. Además, la forma en que ese desagradable hombre me observaba no es lo que más me molestaba… No, eso no era nada con la astilla en el dedo que me producía pensar que en cualquier momento Mor dice una palabra equivocada y terminamos todos al descubierto.
Y el sueño, el cansancio de la batalla me tienen... -negué- Me duelen las piernas, las manos, la cabeza. Quizás no debería quejarme tanto, estamos todos en el mismo estado, que inconsciente. Pero daría cualquier cosa por agua, por un momento de respiro. De pronto todo este viaje se vuelve... Comienza a sobrepasarme, dejo de sentirme capaz de continuar, es como si con cada lucha, con cada batalla debiera comenzar de nuevo, debiera partir nuevamente desde el inicio y no estoy segura de cuantas veces pueda hacerlo antes de colapsar. 

-
Ahí están -comentó repentinamente Mor. Levanté el rostro y el grupo se encontraba a las afuera de una habitación, esperando de brazos cruzados y casi quedándose dormidos. A ellos sí que no les interesaba hacer su papel en esta historia. Sonreí, divertida con la escena.
-Subirnos en este barco fue una mala idea -la voz de Keops, como si estuviera a punto de caer dormido me hizo sonreír -Esto no me gusta, es extraño...
-Era subir al barco o quedarnos varados en medio de la isla -murmuré acercándome a ellos, entonces la mano de Mor me detuvo afirmándome por el hombro, me giré y al ver como un hombre avanzaba por el pasillo, mirándonos por el rabillo del ojo, me detuve y suspiré. -Soporta Epifanía. Hacer eso te sale mejor que fingir ser esclava- pensé y luego de que se hubiese perdido de nuestra vista, me giré hacia Mor -Gracias -murmuré.
-Heracles ha salido -comentó Adelphos saliendo de la habitación.
-¿Cómo que salió? –pregunté de inmediato.
-Dijo que iría a investigar.
-¿Y por qué fue solo? -increpé observando al príncipe -¿Lo dejaste ir solo?
-Lo conoces, sabes que no sigue órdenes.
-No se trata de órdenes, se trata de sentido común. Estoy segura, que si algo le ocurre sobre este barco, jamás nos enteraremos de qué fue lo que sucedió -comenté sin quitarle la mirada de encima al joven de cabello castaño, que me observaba serio y con una repentina preocupación.
-Esperen. Ya conocemos a Heracles, estoy seguro que no le sucederá nada -comentó Keops levantándose -Ahorrémonos las acusaciones -dijo mirándome. Asentí.
-Es cierto -musité levantando sutilmente las manos -Es que este barco es... “Algo” especial y estoy demasiado intranquila -agregué -Lo siento.
-No hay problema, estamos todos igual –respondió el príncipe sonriendo.
-¿Y la dónde está la señorita? -preguntó Mor intentando cambiar el tema.
-¿Cyrene? Duerme -respondió Adelphos.
-Están Rea y Amisthy con ella -acotó Keops.
-Será mejor que no salgan, de otro modo solo habrán más problemas –acotó Mor.
-Es cierto. Ese hombre es... -negué entrecerrando los ojos -No importa. Lo que ahora me preocupa es Heracles.
-Espera. ¿Por qué no vamos a buscarlo? -comentó Mor alzando una ceja -Así podremos también observar un poco lo que sucede en el barco... Si saben a lo que me refiero.
-¿Observar? Esa idea me gusta -musité y entonces me di cuenta que, con el barco lleno de piratas, mirar seria lo menos que yo podría hacer -Es injusto -murmuré bajando la vista.
-¿Qué cosa? -preguntó entonces Adelphos. Negué sonriendo, como si no hubiese dicho nada.
-Vamos –y puse la capucha sobre mi rostro.
-¿Están seguros? -comentó Keops sonriendo.
-Descuiden, si sucede cualquier cosa, les entrego a la esclava y me salvo -comentó Mor, negué y Adelphos comentó algo que en realidad no entendí, pues miraba fijamente el final del pasillo donde estaba la escalera -Ya, vamos -dijo entonces Mor empujándome levemente. Me giré.
-No abuses... -él sonrió victorioso y avanzó por el pasillo. 

Comenzamos a subir por las escaleras, eran pequeñas e incomodas, tenía que subir afirmada en las cuerdas que las amarraba débilmente, entonces negué y me detuve. 


-Esta escalera... Terminaré cayendo -musité mientras me afirmaba el himation y subía aun afirmada del bamboleó del barco.
-Cúbrete -musito Mor.

Levanté el rostro y por la misma escalera bajaban un par de hombres cargando unos cueros en sus espaldas. Rápidamente solté mi ropa y me cubrí con la capa, entonces los hombres se acercaron, y como la escalera era ridículamente estrecha, acercó su mano a mi hombro, entendí de inmediato que la intención era empujarme contra la pared para pasar, y no pude evitar acercar mi mano y afirmar su muñeca antes de que siquiera me tocara.
En aquel momento todo se detuvo y hubo un silencio incomodo, me di cuenta de que tenía su muñeca afirmada aun y que los tres hombres me miraban, imaginé que Mor con cara de: "¿Qué hiciste?". 

-Yo... Lo siento -musité soltando su muñeca y acariciando velozmente su piel, con una sonrisa, para luego subir a cubierta casi corriendo por las escaleras. Sentí la mirada de los tres hombres mirándome, algo le dijeron a Mor, pero este no respondió. 


Pero la cubierta era otra cosa. Al llegar una fuerte brisa me quitó la capucha de la cabeza. Me giré pensando que había sido Mor, pero este también llegaba a cubierta extrañado, afirmando su machete y observando en todas direcciones.
-¿Es normal esta ventisca? ¿Cuánto tiempo estuvimos dentro que se armó una tormenta justo sobre el barco? -pregunté mientras me giraba y sentía como el viento hacía que la capa de Mor y mi himation se movieran violentamente, sirviendo de nada que llevara la capa puesta.
-Esto no es normal. El viento está concentrado sobre nosotros. Sobre el barco...-comentó quedando un momento pensativo. Negué girándome, lo observé y luego volví a observar el cielo, las velas del barco estaban tan tensas que lucían como si en cualquier momento fueran a desgarrarse y cuando ya el viento me molestaba incluso para abrir mis ojos, un antiguo símbolo en un cuero colgado en lo alto del mástil me hizo abrir ampliamente los ojos y retroceder un paso, chocando entonces de espaldas con Mor.
-Supongo que eso responde muchas interrogantes -musité.
-Eolo -respondió el hombre a mi espalda poniendo sus manos en mis hombros.
-¿Cómo un grupo de hombres de oficio cuestionable, tienen un cuero con el símbolo de Eolo en él?
-Imagina, si se movilizan con los vientos de Eolo, qué otras reliquias utilizan para sobrevivir -acotó. Alcé la vista una vez más, solo para notar como los hombres en cubierta nos habían visto y nos observaban fijamente. Creo que se habían dado cuenta, que nosotros nos habíamos dado cuenta de lo que ellos esperaban que no nos diéramos cuenta.

By KatrinaxStevens

28.1.12

Cap 212

Cyrene & Heracles

Volví a abrir los ojos tras sentir una mano en mi hombro y escuchar la reconfortante voz de Heracles, me levante del intento de camastro frotándome con una mano los ojos y alzando después la vista para mirarlo.
-No sé cuándo me quede dormida de nuevo… Salí a dar un recorrido pero uno de esos tipos me vio y tuve que fingir que iba al baño… Fue muy incómodo… Terminé volviendo a este cuarto.

La miro y no pudo evitar sonreír. Le agradaba mucho esa niña, la manera que podía de pasar de ser tranquila y de aspecto tierno a intentar un homicidio contra Mor. Al igual que a las demás mujeres del grupo, la protegería con su vida de ser necesario.
-Te entiendo, no es fácil andar por ahí...- le dijo recordando su misión espía -En fin, debes venir a comer algo... Por la pinta de estos tipos, si yo fuera tú, no tardaría mucho en ir o te quedaras sin comer- le dijo esbozando una sonrisa ladeada.

-¡Eso no!-comenté ya totalmente despierta y adelantándome a la puerta, tenía demasiada hambre, me detuve un momento mirando la puerta y después a mi compañero.
-…Heracles ¿Crees que realmente podamos ganar?... Porque… No hay ni la más mínima posibilidad de dar marcha atrás.


¿Ganar? ¿En realidad al terminar todo podían decir que habían ganado? Esperaba que sí...
-Aunque hubiera una mínima posibilidad de dar marcha atrás, puedo asegurarte que no lo haría...- respondió a medias el corpulento guerrero mientras avanzaba hacia ella y abría la puerta, mirándola. -Tengo mucha fe en que podemos conseguir nuestro objetivo- le acoto dedicándole una última ligera sonrisa y abrió la puerta para ir a comer lo que sea que hubieran preparado esos sujetos.

Sonreí, sin dudar un segundo, mi objetivo era aquella palabra llamada libertad, pero aun no entendía del todo que significaba cuando la empleaban otros, y tampoco lograba pensar en que significaría para mí una vez aquello hubiese terminado, lo que si esperaba, era poder seguir de pie para gritarle al mundo “soy libre”.
- Tengo mucha hambre… Así que seguro me comeré lo que sea.
Sonreí más animadamente mientras salíamos del cuarto, aun trataba en vano el arreglar mi cabello a como lo había dejado Epifanía antes de subir al bote pero nada… Me había despeinado tras dormir como un tronco.
Había estado todo sumamente tranquilo, cosa que se me hacía bastante rara considerando que ya habíamos matado a otro dios, y conociendo a Artemisa como creía que lo hacía, seguro que nos daría caza en la mejor oportunidad… Y yo me había quedado literalmente sin armas.

-No sé si será el barco, o qué, pero hambre es lo último que tengo- dijo Heracles. Estaba más preocupado por hablar con sus compañeros lo antes posible... Sin duda estas personas ocultaban algo, y Heracles sospechaba que.
Caminaron hasta ver la delgada silueta de Keops, por lo que rápidamente caminaron hacia él. Cyrene no lo notaba, pero Heracles había detectado muchas miradas sobre ellos, pero no iba a decir nada... No iba a preocupar a la chica.
-Acérquense... Esto esta delicioso- dijo Keops que parecía más revitalizado que todos. Heracles miro a Cyrene y le susurro.
-No te olvides del plan y de nuestra "familia"- Cyrene entendió y asintió con la cabeza de forma disimulada.

Fue bueno que comentara eso pues poco más y me comportaba como siempre lo hacía, guarde la compostura lo mejor que pude y caminé hasta situarme en un lugar frente a Dinethos y que quedaba al lado de Adelphos, mi supuesto novio me saludo cortésmente y respondí con una sonrisa mientras miraba la comida, no estaba muy segura de sí servirme yo misma o esperar a que alguien lo hiciera. No sé cómo se comporta una chica noble. Miré al príncipe en señal de auxilio.
-¿Qué debo hacer? -susurré muy bajo para que solo él pudiera escucharme, Heracles se había sentado en el lugar que quedaba justo al lado mío.

Si le hubieran pedido que fuera sincero, Heracles hubiera gritado que no tenía la más mínima idea de cómo se comportaba gente de la realeza. No obstante, eligió la opción más inteligente y miro a Adelphos esperando que este tuviera más idea que él. Este recibió su mirada, y como si hubiera entendido a la perfección su mensaje, se levando de su asiento delicadamente y tomando una bandeja de metal algo deteriorada, le sirvió algo de comida a Cyrene.
-Gracias- le respondió ella sonriendo nerviosamente.
Heracles sentía las miradas de todos los "piratas" sobre ellos, observando sus modales, intentando a cada acción ver si podían hacerles pisar el palito. Pero el guerrero estaba dispuesto a fingir de la mejor manera posible hasta que la "cena" terminara.

Tan disimuladamente como nos era posible, Adelphos me explicaba como tomar los pocos cubiertos que había al lado de mi plato, como sostener un vaso, en fin, estaba hecha un manojo de nervios y sonreía aun cuando trataba de gritar desesperadamente que no entendía nada de aquello. Comer despacio y esas cosas no iban conmigo pero al parecer no lo hacía tan mal pero apenas si comí lo suficiente como para sentirme ligeramente satisfecha y deje el asunto por la paz, no se podía comer a gusto cuando todos te miran… y algunos de formas bastante desagradables.
-¿Cuándo podremos bajarnos de este barco?-pregunté por lo bajo bastante incómoda con la situación, e imaginaba que Epifanía debía estarlo pasando peor.

-Tranquila... Al parecer lo estás haciendo bien- le susurro Heracles sonriendo de forma que si parecía un hermano, a pesar de la abismal apariencia física. Luego miro a Adelphos y le dedico una mirada de aprobación y admiración por su manera en que había ayudado a cubrir su mentira.
La mirada de los piratas comenzaron a cambiar... Tal vez esperaban a que Cyrene comenzara a devorar la comida con las manos, pero gracias a Adelphos, no paso. La mentira empezaba a afianzarse.
Lentamente, la cena comenzaba a llegar a su final... Y Heracles ya había comido lo suficiente, solo quería hablar con el grupo.

Terminando la cena nos vimos obligados a dejar nuestros lugares, y ya que yo vivía bajo la protección de mis hermanos ficticios, Dinethos haciendo papel de novio, prometido o lo que sea que se supone que era, se acercó y tomó una de mis manos en cuanto me levanté de la mesa y tras besarla se retiró con Keops, que se reía disimuladamente de la cara de sorpresa que tenía y que no duró más de unos segundos gracias al disimulado codazo de Amisthy quien junto con Rea caminaban a mis costados con Heracles y Adelphos detrás, lo mejor hubiera sido reunirnos en mi cuarto pero como seguro estarían vigilándonos todavía, esperaríamos un poco para hablar todos.
-Eso me ha sorprendido-comenté en voz baja y Amisthy me miró molesta.
-Si hubieras gritado seguro nos matan… Solo fue un saludo, un saludo.-contesto la chica enarcando una ceja.
-No estoy acostumbrada… Si hubiese estado en mi isla… Ya lo habría golpeado.
Rea negó con la cabeza caminando sin decir casi nada. No tuvimos que esperar demasiado para constatar que el grupo de aquél barco se habían reunido en otra parte por alguna razón, así que nosotros podíamos hablar ya más tranquilamente.


Heracles noto algo raro, en las miradas que se echaban los sujetos mientras se retiraban aparte. Miraban el mar con mucha inquietud. ¿Qué estaba pasando? Sea lo que fuera, tenía la sensación de que no era nada bueno. Debían hablar en cuanto antes.
-Hubiera jurado que recibirías un lindo golpe... Que suerte que tu novia se controló- bromeo Mor una vez que estuvo el grupo reunido, solos.
-Mor...- le reprocho Epifanía. Este alzo una ceja con cara de "¿Y yo que hice?".

-Bien... Tal vez no tengamos otra oportunidad como esta en un buen rato...- comenzó a decir Adelphos, quien miro a Heracles.
-Si...- dijo este mientras sacaba con disimulo el objeto que había encontrado en aquella habitación. Epifanía y Mor lo miraron con mucha curiosidad. -Y no solo esto... Había otras tantas cosas...- agrego Heracles, contando sobre los demás objetos, y todas esas personas con graves heridas. La mirada de los chicos era más que confusa.
-¿Que significa toda esa información?- pregunto Amisthy.
-Al principio tenía dudas...- comenzó a decir Mor -Pero con esto... No me cabe duda alguna... Estas personas son piratas, cazadores de tesoros mitológicos- agrego, dejando a más de uno con la boca abierta.
-Pienso como Mor...- dijo Adelphos -Y eso puede que sea algo bueno... O no- acoto.
-¿Y qué haremos entonces?- pregunto Patroclo mirando a Midhos volar sobre sus cabezas de manera inquieta.

Estúpido Mor y sus malditos comentarios. No puedo creer que bromeara con esas cosas aun en esta situación, no era como si yo hubiera querido, ni siquiera sabía que haría eso… Y aunque tratara de quejarme, ese comentario me había sacado un sonrojo involuntario, pero me olvide de ello en cuanto se mencionó el hecho de que los sujetos que iban en este barco podían ser piratas o cazadores de tesoros mitológicos.
-¿Eso no nos pone en más peligro? Nosotros vamos a estar siendo buscados ahora mismo y si estos sujetos llegaron a tomar algo que pertenezca a un dios. Solo nos haría un blanco más fácil de localizar ¿No?


-No lo sé... Por ahora creen en nuestra versión- decía Epifanía.
-Y de seguir así, tranquilamente podrán dejarnos en el próximo puerto al que se acerquen- dijo Heracles, quien también noto el vuelo inquieto de Midhos.
-Mmm... Yo no confiaría tanto en estos piratas- decía Mor -No debemos confiarnos...- agrego.
-Si sus intenciones hubieran sido hostiles, lo hubieran mostrado apenas salimos al mar- dijo Dinethos.
-Tal vez... Pero son piratas, su reputación les precede... Quien sabe cuáles serán sus intenciones- decía Mor.
Heracles se apartó apenas del grupo como para poder mirar a Midhos y silbarle levemente para que este fuera hacia él. En unos segundos se posó en su brazo. Noto que algo andaba mal cuando este clavo sus afiladas garras en su carne. El guerrero frunció el ceño.
-¿Que rayos te pasa?- le pregunto al ave. Esta chido un par de veces, y la cara de Heracles cambio.

Sin aviso previo el barco comenzó a balancearse con tal fuerza que caí sobre Mor y después rodé hasta golpear a Zorba y de paso quedar con una marca en la frente de cuando al final me di contra la madera del barco.
-¿Qué fue eso? -pregunté sobándome la frente con la misma cara de interrogación que tenían los demás.

Heracles rodo hacia tras y termino golpeándose con un gran poste de madera que no se rompió por pura suerte. Midhos había alzado vuelo sin dejar de chillar.
-¿Que rayos fue eso? - pregunto Keops sobándose la cabeza.
-Es...- comenzó a decir Heracles cuando otra sacudida azoto el barco. Esta vez más fuerte. El guerrero alcanzo a sostenerse del poste contra el que se había golpeado antes.
-¡Miren hacia allá!- grito Rea señalando el otro extremo del barco, algo se asomaba...
Todos miraron estupefactos como aquella cosa emergía del agua y emitía un agudo rugido. Era imposible... Esa bestia no podía existir.
Heracles aferro su mano derecha a su espada, mientras miraba a sus compañeros.

Levantándonos algunos como podíamos, miramos aquella cosa que obviamente venía con un mandato de los dioses, y ese debía ser, desde luego, acabar con nosotros.
Hice el gesto de querer tomar el arco, uno que al menos yo tenía inexistente, Epifanía sostuvo el arma que habíamos tomado de Apolo pero he ahí el dilema… No teníamos ninguna flecha.
-Van a llegar esos piratas en cualquier momento -comenté pensando en el lio en el que acabábamos de entrar.
Un nuevo rugido, más semejante a una especie de chillido nos obligó a todos a cubrirnos los oídos mientras la materia cercana a la bestia se astillaba a causa del infernal sonido.
-Vamos a tener que defendernos con lo que sea.

By Wolfmanhunter_Lilith & Silius