Epifanía
El agua cristalina nos refrescó a todos. Creo que estábamos con el estomago lleno de agua salada después de haber sobrevivido aquella tormenta, lo que a más de uno debió haber hecho ver ilusiones o como en mi caso, causar un terrible dolor de cabeza. Pero por lo menos luego de haber bebido agua dulce y haberme recostado junto al débil canal durante unos minutos, el dolor pasó y me sentía mucho mejor.
De todas formas no me entraba en la cabeza el que hubiésemos llegado a esta isla. Si somos ahora un... ¿Peligro? para los dioses, Poseidón fácilmente nos hubiera acabado en los mares, pero no fue así. Al contrario, nos envió a esta extraña isla. Quizás lo que me dijo Atenea era explicito, "El juego de Poseidón apenas inicia" y estábamos aquí para dar un buen espectáculo a los dioses, y si me apoyo totalmente en eso... Podría asegurar que si no nos marchamos de este sitio pronto, no terminaremos bien.
Y mientras me sentaba sacudía la arena de mis ropas ahora levemente húmedas gracias al reluciente sol de Apolo que cubría la playa. Comenzaba a sentir que nos derretiríamos si seguíamos tirados ahí sin hacer nada. Se suponía que debíamos armar una especie de campamento o algo por el estilo, pero estábamos tan cansados y molidos luego de la tormenta, que no podíamos ni movernos.
Cyrene arreglaba sus armas entre sus ropas y de paso sonreía muy contenta por haberlas recuperado. Ahí entré en cuenta que yo también tenía un arco que quizás pude haber perdido en la tormenta, pero luego recordé que siempre tomaba precauciones y amarraba mi arco a mi espalda, y cuando tenía flechas, también, y por lo demás, tenía todo guardado en un morral blanco que siempre amarro a mi cintura, así que en cuentas de perdidas mías, no hay nada. Eso me recordaba que había dejado mi morral tirado en el sitio que habíamos naufragado así que iría por él.
Me levanté y miré en dirección hacia donde nacía el canal y sin saber el motivo, fruncí el ceño, algo no me agradaba de este sitio. Miré a Keops y Mor que se encontraban sumergidos en el agua y luego a Amisthy quien solo parecía disfrutar de la tranquilidad. Me levanté, me sacudí y comencé a caminar hacia mi morral.
- ¿A donde vas? -dijo Cyrene mientras me miraba avanzar.
- Solo iré por mis cosas... Este sitio me da mala espina y no quisiera perderlas en caso de cualquier cosa... -acoté.
- Claaaro, olvidaba que en las islas abandonadas se pierden cosas -comentó Mor, Keops rió por lo bajo y yo solo me limité a mirarlo fruncir el ceño y negar con la cabeza.
- Cállate Mor -acoté y seguí caminando.
No estaba lejos del sitio del naufragio. Se veían las cosas a lo lejos, trozos de madera, unas cuantas capas de los guerreros de Patroclo y justo al lado de las ramas que habíamos recolectado, mi morral. Comencé a caminar mirando la arena, se veía tan limpia que me parecía irreal.
En pocos segundos estuve recogiendo mis cosas y cuando me proponía recoger una capa, que parecía ser de Patroclo, sentí un retumbar en mi pecho que me hizo quedar petrificada. Fue como si cerca de mí hubiese algo que al tocar el suelo hiciese retumbar todo y aquel retumbar había llegado a mi pecho. Me levanté y miré en todas direcciones, asustada repentinamente sin saber porque. Pero no se veía nada, no había nada, solo yo y las cosas. Mi respiración se había acelerado de un momento a otro, así que mientras intentaba calmarlo, con una mano en mi pecho y la otra afirmando fuerte mi morral, sentí nuevamente aquel retumbar, que ahora fué más fuerte y capaz de quebrantar mis tobillos y hacerme caer de rodillas. Un escalofrío recorrió mi espalda y mientras mi mirada se clavaba en sitios alejados, en busca del culpable, el retumbar aceleró su frecuencia, similar a la velocidad de los pasos, pero mucho más potentes, mucho más fuertes y aterradores.
Como pude, me levanté y sintiendo mi cuerpo entero estremecer a causa del retumbar de aquellos pasos, comencé a correr hacia el canal, para advertir a los demás, quienes también deben haber sentido lo mismo...
Sentía mis pies flaquear mientras corría, pero no me dejé caer, no hasta llegar al sitio donde estaban los demás. Mi respiración era más acelerada de lo común, incluso para quien está corriendo y mis manos apretaban tan fuerte el morral que sentía la piel de mis nudillos tan estirados que juré haberlos rasgado, pero no era así, solo era la percepción errada a causa del retumbar que sentía en mi pecho.
Cuando llegaba ya al canal, y sin poder contener la curiosidad, giré mi rostro mientras corría, para comprobar que nada me perseguía con tan aterradores pasos, pero solo me encontré una playa vacía. La sorpresa me la llevé cuando me volteé y choqué de frentón con Keops, haciendo que rodáramos y cayéramos en el agua dulce. Salí de inmediato, ayudada por Amisthy, mientras el chico me preguntaba que porqué corría de esa manera. Atiné a negar con la cabeza mientras ponía mi mano en mi pecho nuevamente y miraba hacia la playa vacía.
- ¿Acaso no lo sienten? -dije mientras miraba a todos, quienes curiosos, no me quitaban los ojos de encima.
- ¿Sentir qué?
- ¡Eso! Es un retumbar en el... pecho -musité y mis palabras se fueron apagando a medida que notaba que todos me miraban con rostro de negación.
- Parece que bebiste mucha agua de mar - comentó Mor. Lo miré cuando fui a responder, otro retumbar en mi pecho. Mi respiración se comenzó a tranquilizar a medida que los pasos perdían fuerza y frecuencia, hasta desaparecer al fin, pero aun no podía dejar de pensar en ellos y en su recuerdo.
- Juro por Zeus que era un retumbar muy fuerte... Demasiado -acoté mientras tragaba saliva, más cuando entendí que fui la única que los sintió, caí en la cuenta que había sido una especie de visión, o quizás no visión como tal, pero algo así.
Me senté junto a Amisthy y comencé a tranquilizarme. Miré un segundo a Mor, quien había salido ya del agua y estaba sentado al borde del canal junto a Keops.
- Quizás sea buena idea irnos de aquí -comenté. El me miró y ladeó el rostro.
- ¿Porqué? ... Si no hay nada -dijo y yo negué con la cabeza.
- Si fui la única que sintió eso... No, debemos irnos -dije y el tono de mi voz salió un poco más desesperado que el común. Mor frunció el ceño y yo tragué saliva y suspiré.
- Pero... Había algo, alguien o...
- Nada... Absolutamente nada y aún así, parecía que estaba rodeada de quienes provocaban ese retumbar...
- Y si mejor nos vamos. No nos arriesguemos...
- A mi me da igual.
- Yo me quiero ir -musité y repentinamente sentimos como llegaba el grupo de exploradores corriendo y con noticias no muy agradables.