Heracles
Luego de que la “recolección” de los piratas terminase, el barco zarpo
internándose en aquellas aguas. Aún tenía el recuerdo de las sirenas en su
cabeza, ¿Volverían a atacarlos ahora? ¿O se habían librado de ellas ya? Tras
varios minutos de pensar en eso decidió que simplemente no lo sabía, y como
todo lo que seguía, debía esperar.
Acompaño a Cyrene hasta sus “aposentos” o como decían a ese cubículo mediamente
acomodado para ser lo suficientemente cómodo para dormir un rato. Aunque,
cuando lo pensó más detenidamente, eso no debía importarle a la chica. El
sujeto que los escoltaba llevaba una cicatriz que le surcaba verticalmente el
ojo izquierdo. Heracles lo “invito” a retirarse argumentando que su hermana
necesitaba descansar pero que antes debía hablar con ella de “asuntos
familiares”, y personales, claro está. Con mirada desconfiada se dirigió hacia
cubierta, dejando a los dos personajes solos. Cyrene se sentó en su camastro y
Heracles hizo lo mismo sobre un banquillo de madera que había en una esquina.
-Bien, supongo que no volverá- dijo el guerrero, tranquilizándose y aflojando
los músculos de su cuerpo, estaba tenso, muy tenso, e igual de cansado por el
combate. Aun podía sentir, o recordar, el dolor de las flechas de Apolo. Como
pinzas que arrancaban parte de tu ser y lo quemaban con violencia.
-Todo esto me da mala espina Heracles- le dijo la chica, este la miro.
-Mentiría si dijera que no pienso igual… Pero es nuestra única oportunidad, de
no ser así hubiésemos quedados varados en esa isla esperando a alguien con
menos pinta de… Bueno, esto- dijo alzando sus brazos. –Pero no te preocupes,
sabremos manejar la situación… Solo nos queda descansar, si algo pasa Mor nos
avisara… Aunque no tendrá que sacarle el ojo de encima a Epifanía- recordó
asintiendo levemente con la cabeza. –En fin, ahora solo descansa, me quedare
aquí, solo por las dudas- le dijo, la forma en que la miro, fue suficiente para
la chica, que asintió y se acomodó en aquella cama.
El guerrero a pesar de lo cansado que estaba se acomodó en el banco de madera y
acerco su mano a la espada de su cintura. Y allí se quedó, pensando en tantas
cosas que pocas lograban esclarecerse en su mente… Solo rogaba que todo saliera
bien.
By Silius
Adelphos
El príncipe disimulo su enorme desconfianza al subir al birreme. Sabía que
sería un largo viaje, y no podían permitirse ni un pequeño error, porque eso
significaría el fin de su travesía. -No me perdonaría si algo les pasara- Pensó
serio, mirando por la borda un instante… Se alejaban de aquella isla… Donde,
aunque nadie lo supiera, habían acabado con el dios del sol. Y a pesar de todo,
el príncipe sabía que aun el peligro seguía latiente en aquella embarcación.
No tardó casi nada en volver con Cyrene, pues su coartada de guardián-hermano
debía permanecer intacta. Heracles, como una mole protectora estaba a su lado.
Su espada asomando por un costado estaba lista, preparada para proteger a la
chica y a cualquiera de sus compañeros, o eso creía el joven príncipe, y
confiaba en que era así. Pero sin duda eso también lo preocupaba… Sabía que
Heracles no dudaría en destazar a cualquiera que intentara dañar a la chica, o
a cualquiera de las demás.
Tendrían que tener cuidado, mucho cuidado.
-¿Alguna idea de a dónde vamos?- le pregunto Heracles aflojando un poco su dura
pose, Adelphos comenzó a preguntarse si la abismal diferencia entre la chica y
el hombre llamarían la atención de los “piratas”, pues no parecían hermanos ni
de casualidad, es más, tal vez decir que era su padre hubiera sido mejor. En
fin, anteriormente estaba muy agotado para pensar con claridad, y aun no lo
estaba del todo… Debía reposar. ¿Y no vigilar? Claro que no.
Tendría que sobreponerse al cansancio. -¿Adelphos?- pregunto nuevamente el
guerrero, trayéndolo a la realidad de la que se había ido momentáneamente.
-No… No lo sé- dijo, llevándose una mano a su hombro herido, le molestaba,
aunque físicamente no había más que una cicatriz que desaparecía. La ambrosia
tenía un sabor sencillamente indescriptible… La carne de las vacas de Apolo no
podía comparársele siquiera en sabor, era algo que iba más allá… Bueno, era
indescriptible.
-¿Aun te molesta?- pregunto su “hermana”, el príncipe asintió esbozando una
mueca de disgusto ante ello.
-No sé qué será lo que nos dieron, pero es increíble… Las heridas de las
flechas ya casi no están, aunque como a ti, molesta… Es… raro- dijo Heracles,
que miraba a todos los integrantes de la embarcación, intentando descifrar sus
miradas.
-Cierto, pero procuremos no hablar más de ello… Podríamos meternos en problemas
si se enterasen-
-De acuerdo… ¿Qué hacemos ahora?- pregunto nuevamente.
-Supongo que esperar a que terminen su “recolección”… Cuando zarpemos de seguro
sabremos qué es lo que quieren, y por ende, sabremos que hacer…- sentencio el
príncipe, ante la preocupante mirada de Cyrene.
By Silius