Habíamos tenido que escapar del árbol mientras le entregábamos una de las dagas a Keops solo para ver con frustración como el plan que había trazado Adelphos al enterarse de la cualidad de las dagas había desaparecido en un instante, Epifanía y yo mirábamos sin dar crédito y solté una maldición por lo bajo, habíamos corrido hasta estar lejos de las masas negras lo más que se pudiera pero mi pie no lo soportaba, punzaba y sentía como si fuera a desprenderse de mi pierna de un momento a otro, pero nuevamente no dije nada.
Y entonces Mor apareció con el arco que le había logrado robar al dios, con una sonrisa brillante, oscura y que ocultaba una satisfacción oculta, que solo él conocía, y me lo entregó pidiéndome que lo atacara con el arco... ¡Ah! eso era lo que le causaba gracia a Mor.
Pero Epifanía y yo comprobamos con desilusión que las flechas que habíamos hecho desaparecían con el contacto del arco. No pude siquiera apuntar una y Epifanía ya me había tumbado al suelo con todo y arco porque nos llovían ataques de la masa negra con forma de látigos. Nos arrastramos por el suelo rodando de vez en cuando para evitar los ataques, en uno de los mismos incluso Epifanía me cubrió en un abrazo y el ataque nos pasó sumamente cerca, cerré los ojos y la abracé hasta que escuché como aquella cosa se alejaba de nosotras.
-Estuvo cerca -dijo ella con una sonrisa nerviosa, la miré molesta.
-¡No lo vuelvas a hacer! -y me levanté rápidamente olvidándome del dolor, ella se paró algo contrariada y el príncipe se nos acercó cuestionándome la razón por la cual aún no había disparado con tal imponente arco.
Tuve que explicarle lo que pasaba con las flechas y no lo medito mucho antes de asegurar que el traería una... ¿Cómo iba a hacerlo? Sin más se lanzó junto a su hermano Patroclo y atacaron al dios con lo que quedaba de sus espadas... Pero no era suficiente, no bastaría con armas normales, y miré mi daga. Intenté lanzársela a Adelphos pero descubrí que mi pierna temblaba cuando hacia presión sobre el pie derecho. Epifanía me miró y tomó el arma de mis manos, observé la daga... Era la última, junto al arco, era el único regalo, mi única conexión con Artemisa.
-Entrégasela a Adelphos -dije mirando a la chica, esta asintió y así lo hizo.
Tras lanzarle el arma al príncipe me ayudo a sostenerme con su cuerpo.
-No apoyes con la pierna, vamos a necesitar que dispares una flecha -dijo con una media sonrisa, le respondí el gesto... Creo que ambas sabíamos que yo ya no iba a poder hacerlo... Aun cuando esa fuera mi resolución.
El dios volvió a lanzar un ataque con los látigos, más brusco y desesperado, haciendo hincapié a su temperamento y a que ya no estaba dispuesto a dar rodeos. Tumbé ahora yo a Epifanía dándome impulso con las piernas, quedé sobre ella cuando caímos y de alguna forma logré lesionarme más, no pude reprimir un leve gemido.
-...Estoy bien...-dije ante la mirada que me dedicó la chica.
Cuando dirigimos la mirada hacia el campo de batalla casi observamos el final del príncipe y entonces Heracles intervino en el ataque, miré aquello con los ojos abiertos de par en par y sentí que mis ojos se tornaban llorosos... Porque entre los chicos del grupo era con quien mejor me llevaba, me agradaba de sobremanera y casi podría decir que me hacía sentir lo que es tener una familia...
-¡HERACLES!- mi voz se quebró en un sollozo, me apoyé sobre ambos brazos decidida, iba a disparar esa flecha, iba a matar a ese maldito y engreído dios así no volviera a caminar en mi vida. Pero no pude pararme por mi misma, desesperación e impotencia fue lo que sentí entre más trataba de ponerme en pie por mí misma.
Las lágrimas cayeron de mis ojos mientras una de mis manos se volvía puño y golpeaba el suelo, Epifanía se levantó y me extendió la mano para ayudarme a levantar, le extendí entonces el arco.
-Cuando tengas la flecha...Dispárale...-dije en un hilo de voz- Mátalo...
La chica me miró y tomó el arma, no pude alzar la cabeza, me sentía decepcionada de mi misma... Tantas dudas, tanto pensarlo y ahora que realmente hubiera podido demostrar que mi fidelidad estaba con el grupo... Sencillamente no podía hacer nada.
Cuando alcé la cabeza hacia el campo de batalla lo primero que enfoqué fue al dios herido en el cuello por el arma de su gemela, sangrando profusamente y mientras se arrancaba el arma la observó confundido. Escuché el inconfundible sonido de una cuerda de arco al tensarse y entonces observé a la sacerdotisa que disparó el arma...
No pude decir nada, solo vi al dios caer, muerto por sus propias armas... Y la brillante mañana iba transformándose en una rojiza tarde, como si el cielo hubiese sido manchado con sangre.
Algunos de los chicos se acercaron a Adelphos, otros más cargaron con Heracles y nos reagrupamos a la espera de que ocurriese algo similar a lo ocurrido con Dionisio... Algo así de aterrador.
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Wolfmanhunter_Lilith