Mor
El filo metálico se iba deslizando con
una facilidad propia de un asesino, como si rebanara queso y no centauros ni
faunos… Mientras el armadillo dispersaba a los centauros y mataba uno que otro
despistado, Keops y yo, sigilosos, nos desplegábamos por la hierba alta, asesinando
silenciosamente a los que se habían confundido y dispersado por los extremos...
Todo marchaba acorde al plan. Hasta que al idiota de Patroclo se le ocurrió la
maravillosa idea de ir corriendo como ninfa hasta Heracles para ir a hacer una
apuesta… Para que más idiota, niño y deshonorable. Definitivamente, se iba a
ganar un par de patadas de mi parte cuando termináramos con esto, pues su
error… Fue un error imperdonable.
Una cosa llevó a la otra y mientras
Keops y yo nos veíamos en un campo de batalla disperso, desordenado y caótico,
ya que el armadillo, la posición de ataque se había desarmado, los guerreros
ahora se defendían en un frente de batalla, con los centauros casi encima, y
esto nos hacía presa fácil, si de aquí salíamos vivos iba a ser solo por la
gracia que nos tenían un par de dioses por nuestros años de servicio, nada más
que eso…
Esquivé uno de los faunos, para después
girarme y hacerle un corte transversal y profundo, mientras miraba a de vez en
cuanto a Keops que estaba igual de complicado que yo… ese maldito me las va a
pagar… De pronto un grito femenino retumbo entre tanto alboroto y al girar, vi
a Epifanía, colgando entre una rama o el brazo de Cyrene, no lograba
distinguir. Una ira me invadió, se había hecho para evitar cosas como estas y
allí estaba Epifanía pateando un fauno para que la soltara. “Maldito seas
Patroclo” gruñí entre dientes, mientras una ira asesina me recorría por
completo, y un centauro se acercó creyendo que era la oportunidad perfecta para
atacarme, pobre diablo, pues en él y los cuatro restantes descargué toda mi
ira… mientras intentaba abrirme paso entre los cuerpos, con mis manos, mejillas
y capa ensangrentadas, para poder ayudarle a las arqueras.
De pronto Adelphos, para rematarla
había abandonado también su posición y se había ido a hacer un show de espadas
con su hermanito… No… Me lo pude imaginar quizás de Patroclo, porque cuando lo
vi por primera vez, tenía tatuado en la cabeza un “soy un idiota” imborrable,
pero no de Adelphos, el que se suponía que era el “líder” del grupo y debería
estar haciendo lo que yo al planear y a hacer todo esto, velando por el
bienestar del grupo, que realmente al principio, me importaba un grano de maíz,
pero es que sencillamente no iban a ver bajas o por lo menos no importantes
mientras yo estuviese al mando… Y ahí estaban, el idiota gemelo real de
Adelphos y compañía matando lo que se le acercase, mientras yo giraba y le
gritaba a Keops un “Resiste”, mientras las concubinas de Patroclo, intentaban
resistir, pero sus escudos y partes de sus armaduras parecían queso, de tantos
agujeros que tenían… Realmente lamentable, no por ellos, por mí que se los
lleve Hades a todos… Sonreí ante la idea, pero es por el poco aprecio que tenía
aquel mentecato por sus compañeros de lucha. Una desgracia de hombre, una
desgracia de griego…
Cortando, degollando, llegué debajo del
árbol, mientras un silencio sepulcral lo invadió todo... miré alrededor y al
ver, el líder de los centauros, el famoso Quirón, caía de rodillas (entre lo
que se puede decir de rodillas por un caballo) a los pies de Keops y Heracles,
que se había ido a reforzar más adelante.
-Mierda… aquí no nos salva ni Zeus…-
susurré, mientras mi mano se apoyaba en un árbol, mientras el cadáver de un
fauno caía a mis pies, lo pateé. Habíamos matado a Quirón, casi el agraciado
hijo de Dionisio, sería un imbécil, si este encolerizado, no bajara y se
vengara… Miré rápido a las chicas.
-¡Bajen de allí pero ya! ¿Qué están
esperando?- les grité extendiendo las manos y ayudándolas a bajar. De pronto el
silencio fue cortado literalmente por un ruido que parecía como si el viento se
cortase. Y unos árboles comenzaron a volar por los aires, en nuestras
direcciones. Todos se rodaron para un lado y yo solo atiné a tirarme con las
chicas al suelo, para que en cosas de mili segundos, pasara un tronco de árbol
a metros de nuestra cabeza.
Al girar, miramos casi sin ver lo que
mirábamos, era una Manticora y el rostro, que tenía no era cualquier rostro
humano, no, aquel rostro, era nada más y nada menos que el de Dionisio, que
como cumpliendo mi sentencia anterior, se posaba frente a Quiron, y gritaba… Su
cola de escorpión se irguió.
-¡Cuidado!- gritó Cyrene que colocó sus
mansos en sus mejillas, mientras yo sin pensarlo dos veces me levantaba y
Epifanía tomaba a Cyrene por la mano y la arrastraba para tirarnos a unos
arbustos y escondernos de la ráfaga de “flechas “que se venían.
Ahora sí que nos habíamos metido en una
grande.
By Double_Angy