Mor
Miré un momento las aguas de la Estigia y volví a preguntarle.
- ¿Quién soy?
El hombre alto y sombrío rió despeinando mi cabeza.
- ¿Y de cuando acá te surgen esas dudas?- volvió reír aun con más fuerza.
Miré el rió y las almas pasaban sumidas en el agua en su viaje eterno.
- Me dijeron que no era libre, que tenías mi alma, y que era un objeto tuyo… que no debería estar aquí y que sencillamente no te pertenezco.
El hombre volvió a reír ante mis palabras, como si fuese el chiste más gracioso del mundo, yo… yo no le encontraba la gracia.
- Mor, niño- volvió a reír - ¿Cuántas veces te he dicho que no escuches lo que las almas del Estigia tienen que decir? Son palabras de un muerto- se agachó hasta mi posición y sonrió, dio una palmadas en la mejilla y volvió a levantarse. – Es cierto… No te voy a mentir- caminó hasta las orillas del rió para sumergir su oscura mano – Excepto que se equivocaron en una parte- el agua se volvió de un aspecto peor al que ya tenía y de pronto fue como si millones de hilos entraran en el agua.
-Tú… sí me perteneces
De pronto sentí rabia, con una pizca de miedo. Me sentí aún más pequeño de lo que era. Más pequeño que un niño normal.
- Considérate una de las piezas más valiosa de mi tablero Mor, por eso el trato que recibes.
Los hilos fueron retrayéndose y trayendo consigo una figura.
Sonrió.
- Adivino, ¿éste fue el que te lo dijo?- masculló riendo, mientras la esencia atrapada entre sus garras intentaba liberarse con horror.
- ¿Lo conoces?- me preguntó.
Yo negué, recordando lo que aquella esencia me había dicho.
- Vamos Mor, chico dime- su voz era más suave que lo normal. Yo volví a negar.
- Te ordeno que me lo digas- el grito retumbó en todo la caverna, haciéndome caer hacia atrás, asintiendo ahora más asustado, que con rabia.
La esencia comenzó a gritar mientras un líquido oscuro lo iba engullendo.
Sus gritos... Nunca voy a olvidarlos, son los clamores últimos de una esencia que está siendo aniquilada.
Hades, volvió a su forma, una más amena a la vista de cualquier mortal.
- Mira Mor hay algo que voy a contarte, no quiero que lo sepas por terceros chico, prefiero contártelo yo mismo- me extendió la mano.
Yo no quería tomarla. Ya de pronto su presencia no me parecía de tanta confianza. Volvió a extenderla invitándome a que le siguiese, algo si había aprendido en estos cortos años de vida: no era bueno hacerlo enojar, ni esperar...
El frío calaba los huesos me aferré a mí mismo, pues no tenía nada con que cubrirme.
Ahí divisé una especie de ventana, y una familia, que sonreía y disfrutaba de las comodidades de un hogar, del fuego.
- ¿Ves esos adultos que están allí?- preguntó señalando.
Yo asentí.
- Ellos son tus padres.- agregó.
Me giré enseguida con los ojos de par en par, los miré y vi la niña, que jugaba con unas muñecas tejidas, y sentí rabia.
- ¿Te acuerdas de la última misión que fuiste a hacer, Mor?- preguntó.
Volví a asentir con lágrimas en los ojos, lleno de odio.
- Ellos hicieron lo mismo, solo que yo, le di otro fin a tu alma ¿entiendes? Ellos te ofrecieron a ti como ofrenda, si yo… no me llevaba a la mujer que esta junto al hombre. La ofrenda la dio el hombre humano, con el consentimiento de la humana, por supuesto.
Y sentí rabia. Rabia contra aquellas personas, rabia contra todos.
- Yo pude haberte dado fin como las otras almas, pero chico, vamos, yo creo que tu puedes más que eso- dijo señalando a la pequeña niña de cabello oscuro, de no más de ocho años de edad. - No te confundas chico, tú eres mío, así mismo como lo es Perséfone, el Cerbero y todo lo que hay debajo de tus pies, solo que yo, tengo planes para tí– El hombre alto me miró. –Espero que todo... Toda la gracia que te doy, sea devuelta.- Hades me observó una última ves para luego mirar la pareja.
- No sientas rabias por ellos niño- agregó –Bueno, en realidad eres libre de sentir lo que se te venga en gana con respecto a esos humanos que has visto– rió –Pero mejor siente lástima por ellos, porque todas las penalidades que sus almas pasaran por mi mano, tu no la has de padecer. No chico, para ti tengo otros planes…- musitó el dios.
Alcé la cabeza para encontrarme con su alargada y maquinadora sonrisa. Y le encontré la razón, él pudo haberse desasido de mí, pero no lo hizo, y aquí estoy, yo… le debo todo lo que soy, no como… - los miré de nuevo y ya no tenía ganas de… la verdad, ya no sentía nada.
- Humanos…- musité.
- Así es chico, así es…- el hombro desordenó mi cabello y se fue.
Yo di una última mirada, a la mujer, al hombre, a la niña… ya no tenía frío y me fui tras la alta sombra.
Luego, cuando volví, Perséfone me pidió que le contara lo que había hecho el día de hoy, y así lo hice, al terminar, la diosa bajo la cabeza con los ojos llenos de tristeza, masculló un par improperios hacia Hades y me abrazó atrayéndome hacia sí, con fuerza, no entendía por qué, yo no estaba triste, de hecho, no sentía nada.
- Lo que te hace… yo…- musitó Perséfone abrazándome – Voy a regalarte algo, ya verás... Contra él no se podrá hacer mucho, pero me encargaré que nadie más pueda lastimarte- susurraba suavemente con una sonrisa triste, y yo le sonreí a medias, como siempre lo hacía, para consentirle. Como era de costumbre. Todo lo que fuese necesario para complacer a la reina del inframundo.
.-.-.-
Desperté. Me había quedado dormido, rayos.
Mi mano estaba posada en el machete y recordé el sueño para capturar entre mis dedos el filo de la manga derecha de la capa _ Excelente regalo, ninguna queja… Ella hace por ambos_ pensé.
- Qué raro hace tiempo había dejado de soñar con mi infancia- mascullé para mí.
Descrucé los brazos y me estiré levemente para levantarme del suelo.
De pronto el sol golpeó mis ojos, como si Apolo me diera una cachetada. Cerré los ojos, bostecé. Se iba a sentir tan bien cuando llegara a encontrarme con Apolo, me las iba a descobrar todas.
Estaba entumecido, así que volví a estirarme. Miré hacia los lados y no había nadie.
- ¿Vas a venir o te vas quedar durmiendo allí pasando las secuelas de la noche anterior?- chilló Epifanía señalando el rincón en donde me había quedado.
Me equivoqué.
- No puede ser que lo primero que escuche el día de hoy sea tu voz chillona…- mascullé, llevé las manos a la cabeza y salí de la habitación, ella iba decir algo pero ya iba bastante lejos, como para decirlo y no gritarlo. Entonces ¿A dónde iba? camino hacia… emm ¿Dónde nos separamos todos la última vez? Si ahí.
- Deben estar ya en la sala de banquetes- masculló Epifanía.
- Si eso es lo más probable...
by Double_Angy