La masa oscura brotó de los restos de la vaca, como el resultado a la insolencia de haberlas devorado. ¿Podría decir se los dije? -Solo si sobrevivimos-. Tomé la espada ¡Por Zeus que pesada era! y corrí hacia Cyrene, los hombres comenzaron a movilizarse para atacar y defenderse de las masas negras.
-¡Vamos! -musité tomando su mano mientras corría -Tenemos que subirnos al árbol -la chica asintió.
-¡Espera! -apresuró deteniéndome -¿Amisthy y Rea?
-Se nos adelantaron -comenté mientras nos acercábamos al árbol más pesado, al otro lado ambas chicas subían también en los árboles para protegerse de lo que fuera que hubiese a ras de suelo.
Entregué mi arma a Cyrene y me encaramé en la rama más baja del árbol, luego estiré mi mano y tras recibir la espada de vuelta, ayudé a Cyrene a subir también. Comenzamos a encaramarnos pendientes siempre de la masa negra que brotaba de los restos, hasta cuando llegamos lo más alto que podíamos sin perder de vista nuestro blanco.
-Esta espada es muy... -respiré hondo -Pesada -aseguré.
-Debes usarla, es lo único que tienes -asentí, ella tenía razón. -"Epifanía no te quejes de llena"-
-Haber... Si esas cosas negras brotan de los restos de las vacas... ¡Cyrene! -grité, la chica se sobresaltó mirándome preocupada.
-¡¿Dónde?! -preguntó apuntando con su arco.
-No... ¡Las flechas! -ella me miró, se quitó la aljaba y me las extendió.
Tomé el estuche y saqué las flechas, de las cuales, casi la mitad estaban con las puntas llenas de aquella masilla negra asquerosa. Acerqué mi dedo a una de ellas y la gota que tocó mi piel me quemó como mil agujas.
-¡No! -me gritó Cyrene acercándose y alejando mi mano de las flechas.
-Pero es que…
-¡No! -volvió a decir, asentí, segunda vez que me sentía como niña regañada.
-Bien, lo siento, es la presión de estar aquí en el árbol y no tener arco -musité y la chica sonrió tranquilizadoramente.
-Esa cosa... No sabemos que es y por lo tanto no sabemos...
-Cómo detenerla -completé.
Observábamos como los hombres se defendían mientras que Cyrene tomaba una importante decisión, saber a cuál de todas las masas negras atacar, por lo que tras pensarlo un par de segundos, disparó a la más grande, y la flecha fue absorbida sin resultado alguno. "¿Qué hacer ahora?" fue lo primero que pensé.
Entonces la masa negra mayor comenzó a tomar forma, poco a poco un hombre apareció, Cyrene continuaba tirando flechas sin que estas funcionaran hasta que tomó una con la punta que se consumía cuan ácido y esta impactó en su pecho, provocándole ¿Dolor?
-Sigue con esas -musité y entonces el error. Apolo descubrió desde donde provenían las flechas.
La masa de Apolo se movilizó velozmente en nuestra dirección. Los hombres comenzaron a moverse mientras que yo tomé la mano de Cyrene y tiré de ella, estaba empecinada en acabar con Apolo a flechazos.
-¡Tenemos que salir! –exclamó.
Nos apresuramos a saltar del árbol cuando abajo se encontraba Adelphos. Tomé la mano de Cyrene y mi mirada le dijo que debíamos saltar, me apretó fuertemente. Repentinamente ambas supimos que teníamos miedo, teníamos miedo. En aquel instante sentimos que el árbol comenzaba a moverse furiosamente, en sus raíces la masa negra se había adherido y comenzaba a pudrir el tronco.
-¡Salta! -grité y la chica fue atrapada por Adelphos justo al momento en que el árbol caía producto del ácido de la masa negra.
Sentí estrellar mi cabeza contra una rama, un dolor en mi costado y la espada que jamás solté afirmada contra mi estómago. Me levanté sintiendo un dolor horrible en el cuerpo. Entonces la masa negra se movió por el tronco hacia mi dirección, justo en aquel momento cuando comenzaba a retroceder, huyendo entre las ramas y hojas caídas del árbol ahora horizontal, cuando una sombra se alzó sobre mí. Levanté el rostro y observé frente a mí al mismo Apolo sosteniendo su arco en dirección a mi cuerpo. Apreté la espada.
-Sabía que volvería a verte... Traidora –dijo en mi dirección.
-Imposible, tú no me recordarías –aseguré retrocediendo lentamente, arrastrándome por el tronco.
-Te recuerdo... Eras la niña que pasaba tiempo con Atenea -sonrió y su arco apuntó ahora a mi frente, negué. –Me perteneces –aseguró, negué -¡Yo no le pertenecía a nadie!- pensé asustada.
-¡Aléjate! -grité tomando la espada y levantándola a penas para cortar uno de sus pies, más cuando el filo tocó su piel se volvió nuevamente la masa negra ácida y se esparció velozmente, por un instante sentí que moriría cubierta por Apolo y su asquerosa forma negra, pero entonces sentí como alguien me tomaba de la muñeca y me tiraba fuertemente.
-¡Epifanía! -gritó a lo lejos Adelphos a la vez que defendía a Cyrene de las masas negras. Me giré y observé atrás mío a Heracles.
-Heracles -musité.
-¿Estas bien? –preguntó.
-Yo… -asentí –Bien, sí, estoy bien… -negué entonces -Pero mira, la masa ¡Por Zeus! -exclamé, repentinamente sentí las manos tiritar, mis piernas, mi espalda, todo comenzaba a fallar.
-¡Tranquila! -dijo fuerte, entonces me acerqué a él y le abracé -Tranquila que todo va a estar bien -musitó más bajo, me sentí bien, me tranquilizó profundamente, respiré muy hondo y asentí.
-Lo sé... –mentí.
By KatrinaxStevens