La flecha atravesó el cuello y Apolo cayó. Sentí un cosquilleo en mis brazos que me hizo dejar caer el arco, con susto, con asco, con miedo.
Corrí de inmediato en dirección a Adelphos, quien yacía tirado en la grama con la herida en el hombro. Me acerqué a él y lo moví, no reaccionaba, estaba inconsciente. El silencio del bosque y la oscuridad descendiendo lentamente hicieron que comenzara a desesperarme, Apolo había muerto... ¿Ahora qué?
No se escuchaba nada, en poco tiempo no se vería nada. ¿Dónde estaban los demás? Necesitábamos a Zorba ¿Y Mor?
Me afirmé del cuerpo de Adelphos, a la vez que intentaba despertarlo moviéndolo levemente, apretaba su herida, intentando detener la hemorragia. Sentí una mano en mi hombro, su voz me indicó que se trataba de Zorba. Se acercó al príncipe y en la penumbra, presionó mis manos sobre la herida.
-Con más fuerza -musitó.
Entonces todo se volvió oscuro. En el cielo un circulo negro rodeado de fuego. ¿El sol estaba muriendo? No entendía que sucedía, esto era demasiado complejo, la muerte, la vida, el bien y el mal. ¿Qué era lo correcto, quien debía morir? ¿Nosotros realmente teníamos la decisión en nuestras manos?
La penumbra nos cubrió por completo y un aroma familiar se alzó, sentí un dolor en mi estómago y el miedo comenzó a inundar mis pensamientos. Azufre, nuevamente extendido en el lecho de muerte de un dios... No. Apolo no había muerto, de otro modo, Hades no habría venido por él. Me levanté con las manos llenas de sangre y en medio de la penumbra comencé a gritar llamando al resto. Sentí a Cyrene tomarme por la muñeca intentando tranquilizarme.
-Tranquila. Solo intento indicarles a todos que se aproximen -la chica suspiró más tranquila.
-¿Quién falta? –preguntó.
-No lo sé, no veo –apresuré.
-Bien... ¡Heracles! -comenzó a gritar también. Sonreí.
-¡Mor! ¡Keops!
-¡Rea! ¡Amisthy!
-Epifanía, contestaron todos excepto Mor -La voz de Zorba.
-¡Mor! -grité nuevamente, el aroma se agudizó, al igual que el dolor en mi estómago.
La oscuridad volvió a ser luz poco a poco, el sol regresaba a su estado natural y los sonidos del bosque volvieron a la vida. Todo... Se arreglaba. Entonces Mor apareció agitando su mano. Tranquilo como si nada sucediera. Me apresuré hacia él, intentando hablar lo más alejado del grupo.
-¿Lo sentiste?
-¿Sentir qué? –alzó una ceja.
-Hades. ¿Vino? ¿Se llevó a Apolo? –volví a hablar atropelladamente.
-Epifanía, no sé de qué hablas -dio un paso.
-Claro que lo sabes -musité mientras me corría para cortarle el paso -Sabes muy bien a lo que me refiero -el hombre suspiró y miró en otra dirección.
-No lo sé, estaba tirado al otro lado del campo, no tengo idea si es que vino o no -musitó, lo observé y asentí, un poco suspicaz.
-Pensé que lo pudiste haber visto -él negó -Si, no sé por qué creí eso -acoté mientras cruzaba mis brazos, me giré para observar al grupo y recordar repentinamente que Adelphos necesitaba ayuda.
-Adelphos -musité y comencé a correr.
Zorba miraba al príncipe sin mucha esperanza, a decir verdad, nadie tenía esperanzas. La única opción llegó a mi mente tan rápido como los contras que la misma tenía.
-Tengo ambrosía -musité levantándome, busqué entre mis cosas la caja dorada, manchando todo de sangre, moví las tres piezas y abrí la caja. -Espero que no sea muy fuerte -musité tomando un poco entre mis manos.
-¿Qué sucede si es muy fuerte?
-El príncipe no despierta en unos... Cinco días más -comentó Mor, lo miré negando y volví a mirar a Zorba.
-No hay de otra -musité y el asintió.
La sustancia roja y transparente pareció desaparecer más de la mitad, pero una herida y la pérdida de sangre que Adelphos ahora sufría, demostraba cuanto necesitaba la ambrosía. La tomé entre mis dedos y mientras Zorba abría la boca del príncipe, se la di. Él la tragó aun inconsciente y ayudado por Zorba. Haría falta un par de minutos antes de saber si estaría bien o no.
-Cyrene ¿Por qué no tomas un poco? -musité extendiendo la caja a la chica. Ella negó. -Solo un poco y sanará tu pierna.
-Creo que deberías hacerlo -acotó Zorba.
-Está bien -musitó la chica tomando un poco entre sus dedos y llevándoselo a la boca.
-Le daré un poco a Heracles -acotó el médico, asentí extendiéndole la caja, pero al estar el guerrero también medio inconsciente, debió dárselo directamente.
Todo estaba tan extraño, tan silencioso y lúgubre. No teníamos idea del sitio en que estábamos, además de estar rodeados de restos de la masa negra de Apolo y la mitad de nosotros heridos, todo parecía ir de mal en peor. Deseaba que la ambrosía funcionara.
Me senté a esperar que Adelphos despertara cuando observé a Mor mirando su mano. Estaba herido.
-Aún queda Ambrosía -musité extendiendo la caja en su dirección. Él negó.
-No la necesito -Aseguró.
-Claro que si -dije mientras me levantaba y me acercaba a él.
-Estoy bien -argumentó negando. Entonces acerqué mi dedo a su mano y él la corrió de inmediato.
-No lo estás... Toma -musité mientras tomaba lo que quedaba de la ambrosía y se la acercaba al rostro. Mor negó y detuvo mi mano con su palma, negó una vez más y ante mi insistencia, bufó.
-No quedarás tranquila hasta que la coma.
-No es mucho, ayudará con la herida, eso es todo -musité. El asintió y extendió la palma. Negué.
-Que desconfiado -musité mientras dejaba la ambrosía en su palma, el chico se llevó la mano a la cara y la ambrosía a la boca. Sonreí.
-¿Qué?
-Nada... Realmente espero que tu mano sane... -musité algo triste y volví a acercarme a Adelphos, esperando que despertara.
By KatrinaxStevens