Y allí estábamos bajo el sueño de cualquier navegante... Enarque una ceja, esta imagen del cuero de Eolo entre las velas parecía sacada de uno de esos ratos libres en el inframundo donde Hades se sentaba a probar los juguetes "coleccionados" a través del tiempo en su almacén lleno de "reliquias" como estas, tome Epifanía del hombro y mire ligeramente a los siete hombres que clavaban su mirada sobre nosotros a medida que iban tomando posturas más agresivas, sería mejor darse vuelta y hacerse "el ciego".
El viento remecía todo de forma estruendosa y violenta, tuve que alzar la voz para que Epifanía pudiese escucharme. -Sera mejor que nos marchemos de aquí antes que ya no pueda tomarte más y salgas volando- deslice mi mano hasta la capucha, me gire y la tire levemente sacándola a cada paso que caminaba hacia el lugar por donde habíamos salido, la estrecha escalera.
-Prefiero salir volando antes que... -alcancé a musitar antes de fijarme que comenzaba la escalera y que había pasado en banda hacia abajo y de no ser porque Mor sostenía la capa, y a mí, y porque alcancé a afirmarme de las cuerdas de la pared, habría caído escaleras abajo. Al final me enderecé, aún en el segundo escalón, y continué bajando las escaleras, como si nada hubiese sucedido. -Creo que habríamos estado mucho mejor en la isla después de todo -musité al fin, cuando ya no resonaba en mi cabeza el molesto comentario de Mor, ni mi estúpida casi caída. Teníamos ya a la vista al grupo que estaba reunido.
Llegamos y Heracles ya se encontraba con ellos, más no tuvimos un minuto siquiera para hablar, pues apareció uno de los hombres avisando que la cena estaba lista. Heracles me miró con complicidad, seguramente había algo que debíamos saber, al fin fue por Cyrene mientras nosotros comenzábamos a caminar al lugar de la cena.
Dimos unos pasos alejándonos de la cubierta, mientras ya más suspicaz y pensativo miraba a mí alrededor, clavando la vista y detallando a cada tripulante que pasaba mirándonos de reojo en busca de más "objetos raros" que pudieran portar. ¿Hades sabia de la existencia de estos piratas? ¿Sabía que compartían ese pasatiempo? Si era así ¿Cuánto tiempo pensaba dejarlos vivos? Ese pasatiempo era de aquellas actividades únicas que no se comparten. Estaba claro que estábamos en peligro, pero ahora conociendo la verdadera actividad detrás de la pantalla, me daba cuenta de que el peligro ya solo no radicaba en el normal de violaciones, robos. No, ninguno aquí era normal, desde Heracles hasta Keops, pasando por Cyrene, todos teníamos un algo que salía de lo normal... Zorba había comenzado a caminar en dos piernas después de años como cerdo... Suspire. El rumor de la rebelión había sido regado por toda Grecia y nuestros nombres remarcados, examine cada caso en silencio mientras todos nos dirigíamos a las especie de "cena" que hacían en el barco. Keops, mensajero de los dioses... y la rubia, la rubia era una especie de regalo traído a la puerta, una potencial arma bélica, un arco de Apolo, un mapa... Hay que salir de aquí...
Volví a tirar a Epifanía que se alejaba de mí. Los chicos entraron por el portal de madera habitación adentro y de pronto los guardias detuvieron a Epifanía que caminaba delante de mí.
- No se permiten esclavas- gruño el hombre mirándola con desprecio. -Tu si puedes pasar- el hombre alto con aspecto del otro lado del mediterráneo. Mire al hombre y volví a tomarla por la capucha y ponerla a mi lado.
- Yo no entro sin mi esclava...- El hombre gruño, yo lo mire. - Tu jefe está al tanto...
Tragué saliva, en aquel momento la calma que debía tener, que debía demostrar siendo una esclava se marchó al fondo del océano. Levanté el rostro, olvidé por completo que debía ser silenciosa, que no debía mirar a los hombres a la cara y que por ningún motivo debía siquiera hablarle a mi amo, entonces miré al hombre frente a nosotros con una sonrisa amable, fingida, para después girarme, ignorándolo por completo, y observar a Mor -No se preocupe por mi amo, yo estaré bien- musité sin alzar la voz ni intranquilizarme, aunque casi no podía controlarme.
- Si... Claro, estoy seguro de eso- respondí con sarcasmo para observar como del fondo se paraba el desagradable gemelo mirándome fijamente sin expresión alguna. Todos nos quedamos en nuestro lugar sin movernos y el grupo parecía en su emoción por la comida no darse cuenta del altercado en el que estábamos.
-Pero si es el invitado más difícil...- musito dirigiendo la mirada a la chica y después a mí.
-Preferiría hablar con tu hermano...- dije ignorándolo por completo mirando a la otra cabeza rubia que resaltaba entre la multitud, idéntica al retrasado delante de mí.
-Mi hermano no está disponible.
-No se permiten esclavas en la sala- gruño el hombre de color nuevamente.
-Así es, no se permiten esclavas.- una sonrisa victoriosa pareció dibujarse en su rostro.
-Yo veo unas mujeres entrando- agregue apuntando a dos mujeres que entraban que después de unos segundos se perdían entre nalgadas y manoseos al igual que la bandejas que tenían en sus brazos. Emmm no.
-Por supuesto pero son esclavas y sirven como tal.- agrego el rubio mirando dando un paso. -Tu esclava podría estar ayudando a las otras...
Mire las esclavas, mire al grupo que ahora se encontraba entretenido comiendo, enarque una ceja.
-Ya no tengo hambre- musite para tomar a Epifanía del brazo y me gire para alejarme del lugar.
-Podría arrojarte del barco por tu actitud altanera y soberbia- musito "ofendido".
Me gire. -Muchas gracias por su oferta anfitrión, pero ahora no tengo hambre. Que tenga una buena cena...- masculle y me seguí con lo de alejarme del lugar.
La solté cuando doblamos la esquina y le susurre por lo bajo - Al parecer iremos a robar comida a la cocina...
Perfecto, ahora no teníamos comida y como si fuera poco, Mor estaba empezando a tener problemas con los gemelos... De un modo más notorio y con uno en realidad, y para ser sincera, preferiría que no fuera con ninguno. En el punto en que él comentó que podría participar de las labores de las demás esclavas, estuve a punto de aceptar, claro, no era mi opinión ni decisión, era la de mi "amo". Aunque claro, fue más la sorpresa de que Mor rechazara la cena y se marchara, que la misma idea de robarnos la comida.
-¿Robar? -musité mientras avanzaba aun con la mano de mor en mi brazo -¿No es un poco extremo? -comenté, aunque en realidad, no me opondría a este plan, en ningún sentido, después de todo, daría cualquier cosa por comida, incluso por carne...
- Mas extremo se va a poner esto, si no como algo...- musite mientras veía pasar a otra esclava con una bandeja y enarque una ceja, buenas noticias al menos, si tenían tan buena comida como las esclavas que las servían… - Solo faltaría otro detalle más para picar el gemelo como carne de asado...- masculle por lo bajo.
Volvió a salir otra esclava y un aroma a especias fue el que comenzó a guiarnos hasta la cocina. Nos detuvimos un momento al lado de la puerta - Si hay tantas esclavas saliendo lo más probable que no haya ningún hombre de la tripulación... O quizás solo haya uno- una sonrisa ladeada se formó al final del pensamiento vuelto susurro. - Si hay no más de un par hago que se queden dormidos.- la voz baja y la mano en un puño, de forma pausada, mire a Epifanía. -Plan cortó.
-Al parecer lo tienes todo planeado... -comenté mientras asomaba sutilmente mi cabeza por la entrada, al igual que Mor. Entonces el aroma que envolvía la cocina, de especias, verduras al vapor, carne asada comenzó a despertar instintos devoradores en mi estómago, este comenzó a sonar fuertemente y cuando pensamos por un instante, que la cocina estaba vacía, desde atrás de lo que parecían cajas con verduras, apareció un gran hombre, ancho, alto y de tés bronceada por el sol. Tenía puesto un delantal color gris por el tiempo y la frente, espalda y pecho cubiertos de sudor. Fruncí el ceño y negué -Dime que no es el cocinero... -musité justo antes de ver una antigua insignia en lo que parecían tres o más cestas de ramas con un peculiar tono dorado.
- Como que si...- respondí mirando fijamente como tomaba con desdén la vajilla y metía las manos en la primera cesta de la derecha y sacaba de la otra algo parecido a vegetales, se rasco la nariz y vi de pronto la cara de asco de Epifanía - Plan corto- saque el machete y tome a Epifanía del hombro para colocarnos al lado de la puerta, ocultos. Y con el mango del machete di un par de golpes en la madera, ambos escuchamos al cocinero revolverse en la habitación, para después salir y con un movimiento rápido, lleve el brazo hacia atrás para agarrar impulso, el hombre salió mirando al otro lado en busca de la fuente del sonido cuando di dos paso rápidos y lo golpee con fuerza en la nuca, lo suficientemente para noquearlo y no dejar marca. El cocinero cayó como un saco. Extendí el brazo a Epifanía invitándola a entrar en la cocina y cuando ella pasó el portal de madera tome al hombre y comencé a arrastrarlo para dejarlo en un taburete cortó con la cabeza hacia atrás como dormido. - Se ve convincente- me gire para mirar a la rubia mirar las cestas, con los ojos de par en par con esa mirada escrutiñadora - Claro quedémonos mirando la cest...- me calló, entonces vi esos diseños - Esta cesta es como el cuero. Volví a mirar la rubia - Mete la mano - señale la cesta a modo de orden, me reía en mi fuero interno al verla como giraba para matarme con la mirada - Mete la mano- repetí... Una sonrisa se escapó, era demasiada graciosa su... cara.
-Ya... ¿Y si meto la mano y me traga? -murmuré acercándome a una de las cestas, Mor rodó los ojos y negó, aunque en realidad lo único que quería hacer luego de verlas, era acercarme a ellas, ya que lejos de que fueran cestas que parecían de oro, tenían grabado un símbolo en el borde: "Hestia". Entrecerré los ojos, me acerqué a observar el interior, estaba vacío, al igual que las demás. -¿Entonces de donde había sacado los vegetales el hombre?- lo pensé un par de segundos antes de meter la mano y sentir el interior, estaba vacío. -Sabes... Esta cesta está vacía -dije mientras revolvía el interior. -Es extraño que a pesar del símbolo, no hagan... -musité, entonces sin querer, fijé la mirada en una manzana que esperaba solitaria en una mesa al frente, mi mente se llenó del recuerdo del sabor y aroma de las rojas manzanas de Atenas y entonces, en aquel instante, mi mano se encontró con algo redondo y suave que esperaba en el fondo del a cesta, aparecida en un lugar por el que estaba segura que ya había pasado la mano y estaba vacío. Una manzana roja, enorme incluso para mi propia mano, salió de la cesas, lista para ser mordida. -No puede ser... -musité observando el fruto.
El hombre se revolvió en su asiento, mire a la rubia - Agarra la cesta- musite mientras con dos pasos ya estaba frente al hombre sacando el machete - ¿Vas a tomar la cesta o lo tengo que cortar en dos?- Exclame por lo bajo ladeando el rostro y la rubia tomo la cesta, miro hacia todos lados -¡Te vas a apurar!- alce levemente la voz y la rubia me dio la espalda y comenzó a moverse entre las telas de la capa. Suspire y rodé los ojos para mirar al hombre, tenía que golpearlo de nuevo, y cuando parecía parpadear con movimiento rápido lo tome de la nuca y con otro movimiento rápido lo pegue contra la pared, el hombre volvió a caer al suelo, Epifanía chillo algo como “¡¿Por qué lo hiciste?!”. Bufe, para tomarlo de nuevo y colocarlo en el taburete levemente apoyado en la pared, como si se hubiese movido bruscamente dormido y se hubiese dado un cabezazo en la pared. - Se te acabo el tiempo- masculle para dar un par de pasos hacia Epifanía, tomarla por el brazo y sacarla a rastras de la cocina.
Dejé caer la manzana al escuchar a Mor, atiné unos segundos más tarde a tomar la cesta, comencé a esconderla entre la capa, más debí sacar los brazos de las mangas y afirmar la cesta abajo de la capa. -Perfecto, el arco de un dios y la cesta de una diosa- Si me encuentran, seré una reliquia andante- musité mientras negaba, reprochando el nuevo golpe que Mor le había dado al hombre. Me tomó entonces del brazo y me arrastró al pasillo, se sentía movimiento de personas, teníamos que regresar al sitio en que el gemelo nos había dejado, y teníamos que hacerlo antes de que descubrieran que nos habíamos robado una de sus cestas.
Comenzamos a caminar por el pasillo, poco a poco y a medida que íbamos encontrándonos con un hombres en el camino que miraban con desconfianza el bulto que llevaba bajo la capa, nos vimos en la obligación de comenzar a correr, claro, yo más arrastrada por Mor que corriendo. Llegamos así al pasillo del nivel inferior, pasamos junto a la habitación que habían entregado a Cyrene y estaba vacía, por lo que seguimos hasta el sitio en que nos habían dejado a nosotros y entramos al fin.
Me incline en la puerta para mirar hacia ambos lados - Sera mejor que decidamos que vamos a comer y devolvamos la cesta o le daremos más motivos a nuestro anfitrión para tomar medidas- musite para mirar la cesta y detallar el símbolo, ya no habían dudas, estos no eran marineros comunes y corrientes, debían comerciar estas reliquias, mis vista paso de la cesta a Epifanía - Ya saca cosas de ahí para irla a devolver- dije para dar un par de pasos hacia ella.
-Está bien "amo" -musité mientras metía la mano y comenzaba a sacar lo que se me venía a la mente: frutas, verduras, carne para el carnívoro, hasta que se me ocurrió algo, que seguramente haría enojar a los dioses. Metí la mano con la mente fija en un alimento: Ambrosía, más cuando la sentí y comencé a retirar la mano, esta se volvió un líquido brillante de un tono rojizo, que cayó en la cesta y se absorbió entre los tejidos del mimbre. -Em... Mala idea -musité para acercarme a ver, y comprobar que la cesta estaba vacía. Miré a Mor, negué y luego dejé la cesta a un lado para comenzar a comer.
Creo que estábamos famélicos, porque en menos de quince minutos, ya habíamos terminado de comer, y comimos todo, incluso comí carne, la que había aparecido en forma de carne seca.
-Bien... ¿Quieres ir a devolverla de inmediato? -musité mientras me levantaba. -Porque yo necesito hacer algo antes.
Mor asintió y se sentó junto a la cesta, por otro lado me hinqué en el suelo, el cansancio sería todo lo que necesitaba para hacer el contacto que necesitaba con Atenea, sin necesidad de concentración excesiva, de inciensos o velas. Cerré los ojos, reposé las manos en las piernas y el bamboleo del barco, el sonido del mar y las ganas de dormir que arrastraba desde la isla, me ayudó de inmediato.
-Templo de Atenea-
El templo estaba oscuro y lúgubre. No
podía divisar a la diosa por ningún sitio, solamente el sutil murmullo de Nike
en la lejanía. Me adentré caminando junto a la fuente del universo, llegando
así cerca del trono de Atenea. Observé todo con cuidado, en busca de su figura,
pero no fue sino hasta que la oscuridad pasó a un tono verdoso que logré verla
junto a uno de los pilares del templo. Su figura erguida y resplandeciente
irradiaba un tono violáceo que poco a poco se tornaba del mismo color que el
cielo.
-Sabías que nació en un mundo dispuesto a jamás aceptarlo -las palabras de Atenea me confundieron y del mismo modo, me hicieron sentir gran culpa, se refería a Apolo... -Era un joven tan hermoso e inteligente. Cultivó las artes, la filosofía, la música, el teatro... Tenía una hermana para cada disciplina y una casa que lo honraba por todas ellas juntas... -sus palabras salían lívidas y cargadas de pesar. Sentí entonces tristeza, una lágrima resbaló por mi mejilla y el ambiente comenzaba a contagiarme el dolor de la diosa.
Atenea comenzó a avanzar junto a los pilares, sostenía en su brazo derecho la tela de su vestido, con el otro un pergamino reluciente, se había quitado la armadura y el casco, quedando solo con su himation blanco.
-Era único... Amó muchas veces sin ser correspondido... Como si estuviese destinado a jamás ser amado, repeliendo con racionalidad y engaños al amor que tanto anhelaba -musitó mientras caminaba junto a la fuente, observando la infinita extensión de las estrellas con una mirada melancólica -Y ahora se ha ido...
-Mi señora... -alcancé a musitar antes de que con la palma de su mano, Atenea detuviera mis palabras.
-Llámame Atenea. No me siento ya en condiciones de ser tu señora -musitó y luego volvió a erguirse. Aquella sensación de desamparo que no había sentido en muchos años volvió como un rayo directo a mi estómago, no entendía, no sabía de qué modo tomar las palabras que la diosa me decía.
-Apolo era luz pura. Nació con ella, brotaba de su ser como una cascada en cada cosa que hacía, decía o demostraba. Entregó aquella luz a su hijo, a los habitantes de Delfos, a sus hermanas y a todo aquel que se acercara lo suficiente como para querer conocerlo, sin miedo a su forma racional y apasionada de hacer las cosas -cada palabra, cada comentario cargado de tristeza, confusión.
Se acercó al fin a su trono y se sentó tan lenta y parsimoniosamente que me pareció una tortura observarla, con sus ojos inundados en recuerdos.
-No fue algo personal -musité mientras me acercaba a la diosa, esta me miró sonriendo a penas y luego asintió, comprensivamente.
-Epifanía. En este momento no estoy atentando contra tus decisiones, ni las de tu grupo -murmuró, miré mis manos -Tienes en tu poder el arco de Apolo. Tú diste el golpe final. -asentí sin poder mirarla a los ojos.
-Yo perdí el arco que me diste.
-No... Lo utilizaste muy bien, aquel arco era un arma preparada para enfrentar las amenazas del mar. Comprenderás porqué. -asentí y volví a mirarla. -El arco que ahora posees es mucho más poderoso, debes saber utilizarlo. El arco es tuyo ahora.
-¿Este arco?
-Era el arco de Apolo. La única forma sabia de utilizarlo es con mucha energía, más con la luz de Apolo será menos la que necesites.
-¿La luz?
-La luz que vivía dentro de él -entonces me quité la capa de Mor, Atenea negó mientras lo hacía. -Esa capa te daña más de lo que te protege - dijo mirando en otra dirección hasta que la dejé a un lado y luego desamarré y sostuve el arco en mis manos. -La luz que Apolo llevaba en su estómago, es la misma con la que dio la vida a los habitantes de Delfos... Por lo que es la que llevas en tu interior.
-¿Yo? -dije mientras la miraba pasmada, apretando con mis manos el arco fuertemente.
-Tu, tienes luz en tu interior... -tragué saliva -Respecto al arco, tan solo tensa el arco y deja que la luz haga el resto. No necesitas flechas, una vez que el arco es de tu posesión, las flechas son innecesarias. Artemisa y Apolo solo necesitan el arco para defenderse.
-Pero... Yo no... Cómo hago para... -intenté formular las preguntas, pero solo se oían bien en mi mente, no podía decirlas, no podía preguntar nada coherente… -¿Por qué yo tendría la luz de apolo en mi interior? Yo siempre pertenecí a Atenas… –pensé contrariada.
-Vete, no es tiempo de estar aquí, debes estar alerta, no estas a salvo -asentí mientras observaba el suelo, de pronto necesitaba saber todo, todo a lo que Atenea se refería, pero no, ella no me daría más de lo que ya había dicho -Ve tranquila, que continuas siendo mi sirva...- dijo al fin.
Desperté…
Realmente estaba llevando al límite el cuerpo, el dejar de lado el asunto de las parcas había eliminado el insomnio y de paso el cansancio de la batalla ahora comenzaba hacerse presente. Epifanía pregunto si devolvíamos la cesta asentí, para terminar de masticar el ultimo pedazo de carne y levantarnos. El proceso fue el mismo, pero de forma inversa, me gustó la idea de que el cocinero al despertar, nuevamente, tendría un buen dolor de cabeza. Volvimos para encontrarnos con el grupo que al parecer no había notado nuestra ausencia. Lo que sea. Las palabras del resto del grupo parecieron confirmar lo que ya nosotros sabíamos.
El sonido de la madera cediendo nos hizo ponernos alerta, Cyrene cayó encima de mí, la iba a tomar pero otro movimiento la hizo rodar por todos lados, enarque una ceja, ya la tomaría otro. Mire hacia la madera que separaba el interior con el exterior y escuchamos otro crujir, al parecer venia del otro lado, justo en nuestra posición, todos nos movimos rápidamente hacia atrás y nos pegamos a la otra pared pues otro estruendo parecía romper la pared, todos sacaron las armas pero algo raro ocurría, nadie más que nosotros parecía alterarse con este ataque...
Estaba sentada junto a Mor, cuando el brusco golpe me hizo caer de espaldas, vi como Cyrene cayó sobre Mor y para esquivar sus pies que casi aterrizaron sobre mi rostro, me movía hacia el costado, pero el segundo movimiento del barco me hizo caer junto a Patroclo, quien me afirmó de los hombros al caer nuevamente, hacia atrás, ahí caí sobre él. Logré levantarme a penas, enredada con la capa sobre la que Patroclo se había parado y gracias a que él me afirmó tras golpearlo repetidas veces para que dejara de pisar la capa. Entonces rápidamente desamarré el arco y tensé la cuerda, recordando las palabras de Atenea, aunque jamás los había hecho antes, pero tenía la energía que habíamos recuperado con la comida, comida brindada por una deidad, y al comenzar a tensar el arco, una flecha de luz comenzó a formarse en mis manos, era fina y destellaba, aunque el brillo no superaba el que lograba Apolo. La flecha comenzó a emanar un singular calor y cuando ya no pude tensar más el arco, solté la flecha y esta siguió el camino directo hacia el tentáculo que había ingresado por el hueco en el barco...
By Double_Angy & KatrinaxStevens