El pueblo era muy pequeño, modesto en más de
un sentido, pero se notaba estar preparado para cualquier eventualidad. Estaba
demasiado protegido para ser un pueblo tan pequeño y pesquero. Apolo aún no
subía el sol al cielo y la penumbra se veía opacada por la luz de la luna,
quien acompañada de múltiples estrellas, guiaban nuestro camino y nos mostraban
más de un desmán entre las callejuelas y algunos establos. La chica que
habíamos encontrado lucía incomoda y parecía no querer caminar junto a nosotros.
-Pronto amanecerá... Pero de todos modos,
necesitamos un lugar para resguardarnos hasta que haya luz suficiente -comentó
Adelphos mientras se detenía y miraba en todas direcciones. Fijó su mirada en
una de las casas más grandes que se veían -Por ahí -musitó apuntándola.
-Veo que el príncipe tiene gusto por la
comodidad -comentó Mor.
-No es comodidad. Es una casa más grande,
tendrán más recursos y no seremos un estorbo, como sería el caso si pidiéramos
alojamiento en un hogar más modesto -justificó mientras pasaba junto a Mor y
este solo bufó por lo bajo, enarcó los hombros y lo siguió.
-Faunos -susurré mientras mirábamos en el
suelo huellas de caballos, miles de ellas, pero en pareja, por lo que era
lógico suponer que no son caballos u cualquier otro animal por el estilo.
-Así es... Les gusta festejar y venir al pueblo
-musitó la muchacha mientras se agachaba al suelo, pasaba sus dedos por el
borde de la huella y luego se levantaba en seguida -No se fueron hace mucho
-musitó.
-Sabes de esto -dije mientras sonreía. Ella
asintió sin expresión alguna.
-Debería irme -comentó -Ya es mucho tiempo
fuera de casa -dijo mientras enarcaba una ceja y miraba en dirección al bosque.
Repentinamente Mor apareció y la agarró por el
brazo. La tironeó, nunca tan fuerte, pero la chica gritó de todos modos, luego
notó quien era quien tiraba de ella y comenzó a defenderse, a pesar de que Mor
solo la sujetaba, nada más.
-No señorita. En aquella casa- apunto la casa-
siguiendo a la tradición, han dado alojamiento a todos y tú, vienes con
nosotros -comentó entre serio y bromeando.
-¡Suéltame! ¡Animal! -gritó. Me apresuré hacia
ellos.
-¡Mor! Es una chica y no te conoce... ¿Qué no
vez? Suéltala... -reproché mientras tomaba su mano e intentaba que soltara el brazo
de Cyrene.
-Pero se viene con nosotros -apresuró.
-¡Yo me marcho!
-Ella puede hacer lo que quiera.
-¡Bien! -gritó molesto mientras soltaba a la
chica.
-¡Bien! -grité mientras me interponía entre
Mor y la chica.
-Pero cuando necesitemos un guía te arrepentirás
de haberla dejado ir -comentó burlón.
-¡Jamás sería guía de alguien tan animal como tú!
-gritó ella sacándole la lengua. Él la miró y luego comenzó a caminar hacia la
casa...
-Perdónalo, es un tanto... Decidido -musité
entrecerrando los ojos mientras miraba a la muchacha.
-Sabes... Me quedaré unas horas... Con los
faunos rondando no es conveniente aventurarse en el bosque solo -dijo con una
media sonrisa. Asentí y nos acercamos a la casa...
La habitación en que nos habían dejado a
Cyrene era blanca, extensa, con una enorme cama cubierta por sedas y pieles de
carneros. Me senté en el suelo, junto a una de las ventanas y ella se lanzó cómodamente
a la cama.
-¿Qué haces? -preguntó la chica mientras yo
predisponía todo para comunicarme con Atenea.
-Comunicación con los dioses -dije mientras me
sentaba frente a una pequeña imagen de la diosa, prendí un par de velas de
aceite y cerré los ojos.
-¿Me voy? -preguntó la muchacha.
-No es necesario... solo necesito
concentrarme... -musité.
Repentinamente un molesto dolor se presentó en
el estómago. Como si me apuñalaran el vientre. Sentí retorcerme, pero no
cesaba, el dolor iba en aumento, pasó a un calor insoportable y una asfixia
asesina. ¿Qué sucedida? Nunca me había pasado al entrar en contacto con Atenea.
Repentinamente un mareo insoportable y caí de rodillas en el suelo plateado del
templo de la diosa...
Templo de Atenea~
-¿Qué ha sucedido? -preguntó la diosa. Me sorprendió.
Ni siquiera había llegado completamente cuando ella me habló.
-Comimos Lotto... -musité avergonzada por el
error, que en primera instancia fue mío.
-Así vi... Y también noté que el efecto no se
ha detenido... -musitó mientras se acercaba a mí y me levantaba del brazo, de
manera brusca, tosca. -Mira -dijo mientras presionaba contra mi vientre su dedo
y un ardor comenzó a recorrer desde mi estómago hasta mi garganta.
-¡Ah! -grité mientras caía nuevamente al piso
y sentía el fuego en mi interior.
-Es líquido del Tártaro... Acabó con el
efecto, pero tú, mi querida Epifanía, no puedes hacer este tipo de contacto con
agua del Tártaro en tu interior...
-Pero yo...
-Debes eliminarlo antes...
-Lo siento -musité.
-Deberías.
-No sé qué...
-¿Qué más sucedió? -preguntó mientras volvía a
su asiento y dese ahí, me miraba con los ojos fijos, yo intentaba levantarme,
pero el dolor era enorme.
-¿Más? ¿A qué se refiere con más?
-A que si pasó algo más...
-Yo...
-Tú tienes un voto que cumplir -musitó
mientras se levantaba y se acercaba a mí -Un voto de castidad... No puedes
besar a cuanto compañero tengas -musitó.
-Pero si yo no...
-¡Calla!
-Si señora.
-Esta es una advertencia... Recuerda a
Medusa... -tragué saliva y asentí -No quiero hacer lo mismo contigo... Pero si
es necesario, he de hacerlo sin culpa alguna -sentenció y se agachó a mi
altura, posó su dedo en mi estómago y frunció el ceño -Y para que vayas
aprendiendo de la vida... El líquido del Tártaro es jurisdicción de Hades... No
mío, no de Zeus. De Hades... Así que no intentes hablar conmigo nuevamente si
tienes en ti, algún elemento que no sea de mi jurisdicción o de la de mi padre
y sus hijos... -musitó y presiono mi estómago.
El dolor subió nuevamente y comenzó a quemar
mi interior, todo comenzó a quedar oscuro y un pito inundó mis oídos.
Repentinamente caí y sentí como mis pies y manos tocaban el piso frío.
-¡Epifanía! -gritó Cyrene mientras me
zamarreaba y me hacía mirar hacia arriba. Abrí los ojos y sentí el dolor en el
vientre. Repentinamente todo comenzó a subir...
Corrí hacia la ventana y vomité aquel trago
negro que me había dado Mor... Maldición. Ahora Atenea estaba molesta...
¡Maldición! Cuando sentí mi estómago limpio, el dolor se había ido y ya no
quedaba más. La casa estaba iluminada por el sol, que de a poco se situaba como
rey del firmamento. Miré hacia la ventana y repentinamente un fauno saltó por
ella y Llegó a la habitación. Nos miró con una sonrisa y habló:
-Buscaba un par de traidores, pero me encontré
estas... Hermosas damas... ¿Qué tal si vienen conmigo? -dijo y sentimos como en
toda la casa, se comenzaba a librar una batalla.
By KatrinaxStevens