Alguien había cerrado la
puerta de la amplia recamara en la que estaban además del guerrero, Heracles y
su hermano, Adelphos. No tenían idea de que pasaba, pero el guerrero comenzaba
a sentir una extraña sensación, era necesidad, necesidad de encontrar la fuente
de ese armonioso canto que se había alzado momentos antes de que la puerta se
cerrase misteriosamente.
Los tres se encontraban
en los improvisados camastros, claro, hasta que el volumen del canto se elevó y
el guerrero y su hermano salieron disparados a la puerta mientras empezaban a
empujar esta... El otro guerrero, Heracles, con un sinfín de pensamientos en su
cabeza intentaba hacerle frente a ese tan llamativo canto que parecía
estremecerle cada centímetro de su cuerpo... Sin embargo este negaba, apretando
los dientes e intentando no oír, se golpeaba la cabeza para no correr y
derribar la puerta... De alguna forma presentía que seguir esa voz era una
terrible idea.
Patroclo de pronto tuvo
la sensación, o mejor dicho sintió miedo... Miedo a que su hermano le robase la
fuente de esa melodía. Lo empujo bruscamente y el príncipe cayó hacia atrás...
No se dio cuenta de que este lo tenía tomado de su camisa y ambos cayeron por
las cortas escaleras mientras se “abrazaban”, luchando fervientemente...
El otro guerrero se levantó
de pronto yendo a la puerta y los hermanos frenaron su lucha para lanzarse
sobre la gran espalda de Heracles que no cayó hasta que ambos le propinaron un
par de golpes en los costados... Otra guerra se desato, un trío que no hacía
más que lanzarse puñetazos e intentar llegar afuera.
Luego de unos momentos,
el canto desapareció por completo... Patroclo observo a sus “adversarios”, y no
supo cómo reaccionar... ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaban peleando? ¿Qué
era ese canto? Muchas otras preguntas surcaron su cabeza pero ninguna tuvo una
respuesta clara.
-¿Qué rayos paso?-
pregunto al fin. Sus dos compañeros no respondieron... Gritos llegaron desde
arriba y tanto Heracles como Adelphos salieron afuera forzando la puerta.
...Patroclo se quedó en
silencio sin moverse, pues tenía la sensación de reconocer esa melodía, creía
reconocerla, y cualquier distracción podría hacerle olvidar lo que estuviese a
punto de recordar... ¿Ya la había escuchado antes? Si, estaba seguro de eso. El
guerrero trataba de mantener fresca su mente y entonces imágenes aparecieron en
su cabeza...
-Sirenas...- musito, y casi al mismo tiempo que hablo ya se encontraba subiendo las escaleras y encontrándose con el sol que comenzaba a salir. No había muchas cosas a la vista, cerca de el había un camino de agua, brillaba y parecía viscosa. “definitivamente sirenas, asquerosas criaturas” pensó Patroclo pero todos sus pensamientos desaparecieron cuando miro al otro lado del barco. Estaban reunidos allí, podía ver sangre en la puerta de madera... Y una rara sensación apareció en su pecho, una muy mala sensación. Frunció el ceño y corrió hacia allí...
-¡Calisto!- dijo arrodillándose al lado del cuerpo. Su expresión no cambio mucho, pero se notaba que de entre sus guerreros Calisto era su más fiel compañero. Miro el arma que había acabado con la vida de su compañero, y lentamente miro a su derecha... El otro doctor, Zorba, tenía un cuchillo clavado en el pecho pero aún vivía... No pasaron más de diez segundos para que Patroclo atara cabos y se levantara con la cara roja de furia mientras se abalanzaba sobre el malherido doctor. Antes de llegar a este y hundirle más el arma que tenía en el pecho, Adelphos lo tomo fuertemente por detrás...
-¡Cálmate Patroclo!- le
grito su hermano mientras forcejeaban. Alguien más lo ayudo para sacarlo de la
habitación, pero estaba ciego de furia que no vio quien. Estaba enfurecido,
todos sus hombres estaban muertos... Y el último a manos de un supuesto
“compañero”.
-¡Suéltame! ¡Lo matare...
Maldito...!- decía sin control Patroclo pero su hermano no lo soltaba.-No sabemos si fue el... Así que tranquilo hermano- musito Adelphos a la oreja de este, pero el guerrero no entraba en razón.
Luego de una lucha
física-verbal, Adelphos consiguió tranquilizarlo lo suficiente para que no
matara al médico, claro, por ahora. El guerrero término en uno de los
improvisados camarotes sin dejar de maldecir a los cuatro vientos al médico, a él
no le cabía ninguna duda de quién había sido el asesino de su compañero. Ya
todo estaba en su cabeza, armándose...
Recordó los momentos en
el camarote... las repentinas ganas de alcanzar esa melodía, y como sintió
ganas de matar a los otros dos con tal de alcanzarla... No tenían sus armas
encima en ese momento, sino hubiera ocurrido una masacre. Con todas estas ideas
en su cabeza, dedujo que lo que pudo haber pasado era que ellos si tenían armas
encima al momento de escuchar la melodía... Odio el momento en que se dio
cuenta de que no tenía por qué matar al doctor... Ambos se habían atacado
ciegamente por culpa del canto de las sirenas, y era algo entre ellos... Si el
doctor ahora moría, bueno, no se sentiría mal... Y si sobrevivía, trataría de
no cruzárselo y menos armado, a pesar de todo sabía que él lo había despojado
de su última persona de confianza en este grupo... Ahora estaba solo, y tendría
que cuidarse bien las espaldas.
Se recostó en su
camastro, con su espada enfundada a un lado, y decidió quedarse allí el resto
del viaje. Tenía que pensar lo que haría de ahora en adelante. Si, estaba solo,
pero confiaba en sus capacidades para cuidarse a sí mismo... Algún día se
vengaría del doctor, claro, no importaba las circunstancias en las que mato a
su guerrero, lo había hecho y la venganza jamás se apagaría...
By Silius