Cyrene se encontraba junto a mí, no pude evitar abrazarla y apoyar mi cabeza en la suya. Se notaba que la chica tenía muchos líos en la cabeza, aunque yo no estaba mal, pero ella era diferente a mí...
-No podrás descansar si sigues pensando en ello... -musité.
-Epifanía... ¿Tú me perdonarías? ...Si llegado el momento no pudiese luchar contra Artemisa... ¿Tú me perdonarías?
-Sabes... -musité con un tono de voz muy despacio -Creo que todos estamos aquí por una u otra razón... Aunque creo que la principal y que todos compartimos es: Porque queremos estar aquí. -la muchacha me observó impaciente -Sea cual sea tu razón para permanecer con nosotros, para mi está bien. Y si tienes miedo de lo que puede ocurrir mañana -negué -Todos tenemos miedo, yo... Yo estoy aterrada -admití sonriendo levemente -Porque tengo claro que en algún momento deberé enfrentarme a Atenea -musité observando el fuego nuevamente, no sé por qué había admitido eso... -Y si yo no puedo, confío en que ustedes podrán... Así como tú debes confiar en nosotros.
-Pero...
-Somos tu grupo. Somos tu familia... Y si no puedes luchar contra Apolo o Artemisa, porque créeme, entiendo la cercanía a los dioses y entiendo cómo te sientes... Si llegado el momento indicado simplemente no puedes... Yo no tendría que perdonarte, no tendría por qué reprocharte algo... Nosotros estaremos ahí para resguardar tu espalda... Yo estaré aquí -fije al fin mientras volvía a abrazar a la joven fuertemente. Sentí como correspondió el abrazo y me sentí bien, me hiso sentir en paz, tranquila.
Me separé de la chica y mientras ella se apoyaba en mi hombro, yo había comenzado a juguetear con una varilla en el fuego.
-¿Cómo harás con el arco? -soltó de repente.
-Confieso que... No tengo idea -la chica me miró -No esperaba tener que enfrentar a Apolo tan luego... Sinceramente confiaba en encontrar un pueblo y conseguir un arco... -Cyrene me miró y yo sonreí un poco apenada -Pero resulta que no alcancé -ladeé el rostro mientras pasaba mi dedo por mi mejilla, sentiría que en cualquier momento me pondría roja avergonzada al máximo por mi descuido.
-Bueno... ¿Y supongo que aún no piensas en algo? –preguntó y yo negué.
-Tenía algunas ideas sabes... Aunque digamos que están todas a medio camino y no creo que Atenea me de otro arco ahora… -hice una mueca y negué resignada.
-Eso quiere decir que seré...
-Serás la única arquera... Así que deberás ser la mejor -aseguré mientras me separaba de ella y apuntaba su rostro con la varilla caliente.
Cyrene frunció el ceño y golpeó la rama hacia un costado, esta calló en el fuego y levantó ceniza y brazas, ambas nos encogimos cubriéndonos del fuego y luego nos miramos. La risa atrapada en la sonrisa de la chica hizo que ambas estalláramos riéndonos y luego asegurando que no debíamos jugar con fuego.
Tiempo más tarde~
La noche caía sobre nosotros y teníamos que encargarnos de provisionar a Cyrene, que se había quedado sin flechas luchando con la sirenas. Sinceramente hacer flechas no era lo que más me gustaba, para eso Heracles se encargaba de tallar muy bien la madera, mientras yo en cambio, buscaba los huesos de vaca que a mi parecer serían los más resistentes... Aunque todos los huesos lucían igual de firmes.
-No me la va a entregar –aseguré observando a Heracles marcharse en dirección a Patroclo, para pedirle aquel “favor”. Cyrene asintió sentada junto a mí, mientras que Mor observaba su machete... Seguramente se preparaba por si debía cortarle los brazos.
Me pregunto si sería mucho pedir que le cortasen la lengua, así dejaría de hablar estupideces...
-Pero si no tienes nada con qué defenderte... Deberás quedarte lo más lejos posible de la batalla -musitó Cyrene, negué de inmediato.
-Por ningún motivo, haría de carnada si así ayudo de algún modo -aseguré mientras observaba a Cyrene y su arco. Mor Bufó mientras enterraba su machete en el suelo.
-Ni de carnada servirías... -aseguró enarcando una ceja, lo miré negando y cuando le iba a preguntar si quería apostar a eso, llegó Heracles.
Ni yo me lo creí. ¿Qué le había dicho Heracles a Patroclo? Es que no me entraba en la cabeza por qué se lo había entregado. Quizás entendía que si no estábamos todos juntos no venceríamos... Aunque supongo que para él mi eliminación no sería muy importante... ¿Por qué le había pasado el arma? ¿Qué razón tendría? Porque claramente no era para ayudarme… ¿O sí?
En fin, no rechazaría la ayuda, la espada de Calisto sin duda sería mi salvación y aseguraría mi presencia en la batalla. Y ahora, serviría para tallar las flechas. Sostuve la espada en el suelo con mis pies, necesitaba el filo y comencé a pasar el hueso, tallando figuras de modos que pudieran luego amarrarse en las flechas que tallaba Keops, que eran mucho más pequeñas que las de Heracles, pero considerando la notable... "Vida" de keops y experiencia que mostraba, no dudaba que fueran más resistentes.
-¿Con qué las amarraras? -preguntó Keops, sonreí.
-No sé si hayan hojas lo suficientemente firmes... Quizás use tela o cuerda... Creo que hay -el chico asintió y en poco tiempo llegó con un trozo de cuerda la cual comenzaba a deshilachar. -Perfecto -musité sonriendo e imaginando desde donde la había sacado.
Luego de terminar de amarrar las puntas de hueso, ya que había alcanzado a hacer unas diez, Keops otras diez o menos y Mor unas cuantas más, entregamos a Cyrene la totalidad de flecha y ella, feliz de haber asegurado su arco, asintió segura de saber aprovecharlas.
By KatrinaxStevens