Heracles
-¡Vamos! ¡Despierta ya!- unas pequeñas manos empujaban
mi cuerpo, abrí lentamente los ojos.
-Que... ¿Quién está allí?-
-Soy Perseo... ¡Soy tu hijo así que ya levántate!-
dijo entre risas el pequeño mientras tironeaba de mi mano y caía de la cama.
Mire a mi alrededor, era la habitación donde me había quedado dormido, ¿pero cómo?
-¿Qué haces aquí...?- dije mirando a... mi hijo. Me
acerque a él con pasos confusos y lo abrace, con fuerza sin creer bien lo que
pasaba.
-Prime... Primero déjame... Respirar...- dijo con
esfuerzo Perseo, sonreí mientras lo soltaba y lo miraba a los ojos, estaba
vestido de la misma forma que la última vez que lo vi.
-No entiendo... ¿Cómo? Tu estas...- decía confuso,
sentía una alegría infinita al verlo, mezclada con confusión y ese mareo
producido por esa fruta rara.
-Sí, estoy muerto... Eso paso hace mucho padre...-
decía con voz firme -Tu destino al igual que el de los demás se ve en peligro,
esa fruta que comieron los está perdiendo, y si siguen así se perderán para
siempre bajo sus efectos...-
-Viniste... ¿Viniste a avisarme solamente?- le dije
frunciendo el ceño, tenía razón... Pero... No quería que se fuera.
-Padre, debo irme ya... No puedo estar mucho aquí...
Esta fue una excepción...-
-Pero... ¿Quién...?- me detuve cuando Perseo puso un
dedo en mi boca para callarme.
-Solo cuídate mucho... Los peligros que se avecinan
son grandes... Ahora despierta y ayuda a los demás, gánale a la tentación...-
Dijo mientras se alejaba hacia la puerta, se detuvo justo frente a ella -Por
cierto, cuida mucho a Midhos, él también te cuidara padre... Te conoce más de
lo que tú crees...- y dicho esto salió...
-¡Espera Perseo!- grite pero ya era tarde, todo se
puso oscuro...
~
Desperté súbitamente, estaba empapado en sudor y un
gigantesco dolor de cabeza me aturdió a más no poder cuando me levante. Me tome
la cabeza y caí de nuevo en la cama, unos minutos pasaron y el mareo se fue
pasando de a poco, empezaba a pensar más claramente. Caí en el suelo, una leve
risa se me escapo... Me quedaría quieto más tiempo. Muchos minutos más tarde,
seguía en la misma posición que antes. De pronto un chirrido llego a mis oídos
y mire hacia la puerta, Midhos entraba planeando con sus majestuosas alas.
-Vaya...- dije frunciendo el ceño y tomando mi frente
-Ya te extrañaba Midhos...- dije nuevamente sonriendo. El ave voló hasta
posarse enfrente de mi, la observe detenidamente... "Te conoce más de lo
que tú crees". Recordé las palabras de Perseo...
_ ¿Ya estas recuperado?_ me pregunto con recelo en la
mirada, ¿eh? ¿Ahora soy intérprete de aves?
-Creo que si pequeño...- le dije riendo apenas.
_Veo que no del todo... Los demás te buscan...
¡Vamos!_ el chirrido del final me taladro los oídos pero entendí.
-Claro... Vamos...- le dije mientras me levantaba y
recordaba a mi hijo... "Juro que no los defraudare... Ni a ti ni a tu
madre... Los dioses pagaran lo que han hecho..."
En el pasillo, luego de caminar varios metros y doblar
varias esquinas (además de esquivar a las mujeres y a esas bandejas tan
llamativas con esa fruta) Nos topamos con Epifanía, Mor y Keops. A este último
parecía que lo había golpeado duro, ¿pero quién?
-¿Están bien?- pregunte a todos seriamente, o lo más
que podía ya que no se me había pasado completamente, sin embargo luego de una
pequeña risa, Mor negó con la cabeza y se adelantó extendiéndome algo.
-Es para que se pase el efecto, no se te ocurra
escupirlo...- dijo serio, aunque con un raro tono. Lo mire con desconfianza
cuando lo tomaba con la mano derecha, mire a Epifanía, cuando esta asintió con
la cabeza me decidí a tomarlo... ¡PUAJ! Sí que era asqueroso... Lo trague con
mucho esfuerzo y una rara sensación me invadió.
-¿Y...?- dijo Epifanía.
-¿De dónde sacaste esto? Fue... Como si no hubiese
comido ni tomado nada...- dije frunciendo el ceño, este sonrió.
-Lo importante es que funciono...-
-Bien...- dijo Keops adelantándose -Creo que debemos
buscar a los que faltan y salir de esta isla de una vez por todas.
-Emm... Eso es lo lógico... ¿Pero cómo vamos a salir
de esta isla? El barco se destruyó...- pregunte, si no me equivocaba y mi
memoria no fallaba, el barco ya no existía...
By Silius