1.9.10

Cap 96

Epifanía

Todo fue muy triste... A decir verdad, fue realmente triste. Cuando Atenea me envió en esta travesía, omitió aquella parte en la que la muerte de un dios traía un silencio sepulcral en el bosque, un silencio en los animales, en todos sus súbditos... Si, había omitido todo aquello, aunque debí ser más astuta y debí haberlo pensado, haberlo deducido sola, pero la verdad es que nunca hubiese imaginado la desolación que la derrota de Dionisio había traído. El ver al dios en su forma humana fue aparte de impactante, realmente extraño. Era un chico, solo un chico, quizás un par de años más grande que yo o quizás de la misma edad que yo... Ahora bien podría decir que nuestras deidades no son más que niños jugando a ser dioses. Pero lo de Hades, lo de Hades, como si fuera poco el haber derrotado a Dionisio, haberlo convertido a su forma humana, llega Hades y se lo lleva... Eso fue lo más extraño de todo este asunto, acaso él lo irá a ayudar... Aunque por la forma en que se lo llevó, dudo mucho que ayuda fuera lo que le iba a brindar. -Imaginaba a Hades más alto...- pensé.
Miré a mí alrededor. Todos estaban tirados en la grama, a excepción de Calisto, que ayudaba curando a los que estaban en peor estado. Por mi parte tenía los brazos y las manos y las piernas llenas de rasguños y cortes, ¡Ah! y un ligero corte en mi mejilla que... Con el ungüento sanaría... Si es que Mor me había dejado algo.
Repentinamente el cielo se nublo, más rápido de lo normal... Creo que tiene estrecha relación con lo que Adelphos había gritado a Zeus, que este, había desatado una feroz tormenta sobre nosotros... El cielo tronaba, los rayos iluminaban las oscuras nubes y la lluvia empapaba todo, inundaba todo y convertía en el piso la tierra en barro. Suspiré al sentir mi rostro completamente mojado luego de unos segundos.

-Bueno... Creo que deberíamos movernos o la lluvia nos calará los huesos -comentó Heracles mientras se levantaba, apoyado en sus espada -Créanme, no querrán saber lo que es sentir aquel frío... -dijo con una media sonrisa y los chicos asintieron.
-Pero estamos muy cansados para movernos ahora... -musitó Mor, aun tirado en el piso, completamente empapado y sin ápice de querer moverse.
-Bueno... Propongo que las mujeres cocinen -comentó Patroclo y lo miré en seguida con un odio indescriptible que me nació en aquel momento. El chico enarcó los hombros.
-¿Crees que somos sus sirvientas? -musité molesta mientras me levantaba, con la clara intención de ir a encararle.
-No ha dicho eso... -musitó Adelphos mirándome impasible -Pero como las mujeres tienen fama de excelentes cocineras... La verdad es que no nos molestaría comer algo realmente bueno en este momento para celebrar el triunfo -musitó. Entrecerré los ojos y me crucé de brazos mientras miraba al principito y cuando le fui a contestar...
-Bueno... Si lo piden de esa manera, creo que podemos cocinar algo realmente bueno... ¿No Epifanía? Además, somos las que estamos menos cansadas del grupo... -musitó Cyrene con una sonrisa mientras me miraba y miraba luego a Adelphos. Todos los chicos asintieron ante las palabras de la muchacha. Suspiré, miré el suelo un segundo, empuñé mis manos fuertemente hasta que ya no pude más y volví a suspirar.
-Bien -musité al fin -Pero más les vale tener un refugio preparado... O no cocinaremos -advertí mirando en especial a Patroclo.
-Pero estamos tan cansados... -musitó Keops aun tirado en el piso, igual de empapado que Mor.
-Sí, pero no creo que podamos disfrutar mucho la comida con esta tormenta cayéndonos encima -musité mirándolo con una sonrisa ladeada, el muchacho asintió y se levantó. Miré a Cyrene y esta se levantó y se aproximó a mí. -Bueno... Eh... ¿Qué...?
-No te preocupes, hay muchos animales para que cacemos y te aseguro que sabrán delicioso -musitó y acercó sus manos a su espalda, sacando de esta unas cuantas flechas que me extendió -Vi que te quedaste sin ellas -musitó y asentí con una sonrisa en el rostro.
-Gracias -musité y nos alejamos del resto del grupo en busca de la "cena".

En el bosque~

-Epifanía -musitó Cyrene entre unos arbustos, a las espera de alguna presa... Pero no aparecía nada, no solo por la lluvia, la cual dificultaba nuestro sentido de audición con su agradable sonido, sino porque el bosque parecía muerto... Incluso tenía aquella atmosfera lúgubre... Como de un pueblo destruido...
-¿Qué sucede? -musité atenta a mi alrededor.
-Eso es... ¿Qué es? -musitó, y cuando me volteé a mirar en dirección a donde ella miraba, ante nuestros ojos había un par de aves hermosas, de brillantes colores y cientos de ojos en su cola.
-Son... Pavos reales... -musité y aun no lo podía creer.
-¿Pavo... Real? -asentí.
-Es una historia... La oí hace un tiempo, pero... -musité aun sin poder creerlo.
-¿Qué historia? -preguntó la chica.
-Lo que sucede es... Bueno. Cuentan que Zeus, concibió un amor por una joven princesa llamada Ío -musité y la chica asintió, atenta a mis palabras -Hera, la esposa de Zeus, estuvo a punto de sorprenderlos juntos, pero el dios del rayo logró transformar a la princesa en una ternera blanca antes de ser encontrados... -un ave se movió y extendió su cola nuevamente, de forma majestuosa -Hera sospechó de la procedencia de la ternera, pero no se atrevió a acusar a Zeus, por lo que se la pidió como regalo y le fue concebido...
-¿Zeus regaló Ío a Hera?
-Si... Y encima, está la deja bajo la vigilancia de Argos Panoptes, un gigante de cien ojos, ante cualquier sospecha -la chica asintió, sin quitar su mirada de las aves -Zeus... Atormentado por el futuro de Ío... Envía a Hermes a acabar con Argos... Y así lo hizo, asesino al gigante y liberó a Ío, aun en su forma de ternera...
-¿Y la princesa quedó en su forma de ternera?
-No... Hera envió un tábano a picarla, ella, al sentir el molesto dolor corrió y corrió y cuando llegó a Egipto corriendo, Zeus la liberó de su dolor y la transformó en una deidad egipcia... -musité y la chica me miró un segundo.
-Y esto que tiene que ver con...
-Es que Hera, al ver a su vigilante Argos muerto, tomó todos sus ojos y los plantó en la cola de un ave... El Pavo Real...
-Ah... Comprendo -musitó -
-Entonces es sabido, Atenea me lo ha comentado y nunca lo he olvidado... Cuando veas un Pavo Real, ten por seguro que Hera está vigilando -musité y la chica me miró.
-Entonces ese ave fue enviada por la diosa... -asentí.
-Probablemente... No quisiera adelantar nada... Pero creo que no son comunes estas aves en este sector ¿No? -ella negó.
-Entonces... Cenaremos pavo real -musitó la chica, tensó su arco y atravesó la garganta del ave, con una flecha limpia y certera.
-Que... Atrevida eres -musité y por un segundo dudé, luego sonreí, entretenida ante lo que hacíamos y apunté con mi arco a la otra ave, que miraba desesperada en todas direcciones -
-Vamos que se escapa... -tensé el arco y cuando estuve a punto de soltar la flecha, una puntada al corazón me detuvo.
-Vamos... se escapa.
-No... No puedo -musité y Cyrene debió matar al segundo pavo real.

En el campamento~ 

Mis pasos se pegaban al barro del suelo, la lluvia nos había empapado por completo, mis cabellos estaban pegados a mi rostro y nuca y sentía mis manos, mis pies y mi nariz completamente congelados... Cyrene estaba un poco mejor que yo, quizás porque estaba más acostumbrada al clima, pero... De todas formas.

-Los chicos han hecho hasta una fogata -musitó la chica mirando en dirección a donde una columna de humo se elevaba hasta los cielos. Asentí, al fin un momento fuera de la lluvia que ya me tenía bastante harta.
-Bien... Ahora cocinamos, nos secamos y nos vamos de esta isla -musité y Cyrene asintió un tanto melancólica -
-Será difícil partir -comentó.
-Pero... Bueno, no estarás sola... Es más difícil partir sola que en grupo -comenté y le dediqué una sonrisa que la chica devolvió en seguida.

Avanzamos y llegamos al improvisado refugio, que de todas formas parecía muy bien organizado. Había una pequeña fogata y Calisto tenía junto a ella unos cuantos platos y una olla para cocinar. Me acerqué a él, junto a la fogata.

-Utensilios bastante útiles -comenté mientras Cyrene comenzaba a preparar a las aves para cocinarlas, el médico me miró un segundo.
-Si... Cuando estamos en campaña tenemos que estar preparados para esto -comentó con una leve sonrisa.
-Si... Por la forma en que habla Patroclo, ya creía que aparecían mujeres desde el piso a cocinarles -musité y negué con la cabeza. El solo sonrió y luego dejó las cosas a nuestra disposición.
En unos 40 minutos la comida ya estaba lista...


By KatrinaxStevens