Todo fue muy triste... A decir verdad,
fue realmente triste. Cuando Atenea me envió en esta travesía, omitió aquella
parte en la que la muerte de un dios traía un silencio sepulcral en el bosque,
un silencio en los animales, en todos sus súbditos... Si, había omitido todo
aquello, aunque debí ser más astuta y debí haberlo pensado, haberlo deducido
sola, pero la verdad es que nunca hubiese imaginado la desolación que la
derrota de Dionisio había traído. El ver al dios en su forma humana fue aparte
de impactante, realmente extraño. Era un chico, solo un chico, quizás un par de
años más grande que yo o quizás de la misma edad que yo... Ahora bien podría
decir que nuestras deidades no son más que niños jugando a ser dioses. Pero lo
de Hades, lo de Hades, como si fuera poco el haber derrotado a Dionisio,
haberlo convertido a su forma humana, llega Hades y se lo lleva... Eso fue lo
más extraño de todo este asunto, acaso él lo irá a ayudar... Aunque por la
forma en que se lo llevó, dudo mucho que ayuda fuera lo que le iba a brindar. -Imaginaba a Hades más alto...- pensé.
Miré a mí alrededor. Todos estaban
tirados en la grama, a excepción de Calisto, que ayudaba curando a los que
estaban en peor estado. Por mi parte tenía los brazos y las manos y las piernas
llenas de rasguños y cortes, ¡Ah! y un ligero corte en mi mejilla que... Con el
ungüento sanaría... Si es que Mor me había dejado algo.
Repentinamente el cielo se nublo, más
rápido de lo normal... Creo que tiene estrecha relación con lo que Adelphos
había gritado a Zeus, que este, había desatado una feroz tormenta sobre
nosotros... El cielo tronaba, los rayos iluminaban las oscuras nubes y la
lluvia empapaba todo, inundaba todo y convertía en el piso la tierra en barro.
Suspiré al sentir mi rostro completamente mojado luego de unos segundos.
-Bueno... Creo que deberíamos movernos
o la lluvia nos calará los huesos -comentó Heracles mientras se levantaba,
apoyado en sus espada -Créanme, no querrán saber lo que es sentir aquel frío...
-dijo con una media sonrisa y los chicos asintieron.
-Pero estamos muy cansados para
movernos ahora... -musitó Mor, aun tirado en el piso, completamente empapado y
sin ápice de querer moverse.
-Bueno... Propongo que las mujeres
cocinen -comentó Patroclo y lo miré en seguida con un odio indescriptible que
me nació en aquel momento. El chico enarcó los hombros.
-¿Crees que somos sus sirvientas?
-musité molesta mientras me levantaba, con la clara intención de ir a
encararle.
-No ha dicho eso... -musitó Adelphos mirándome
impasible -Pero como las mujeres tienen fama de excelentes cocineras... La
verdad es que no nos molestaría comer algo realmente bueno en este momento para
celebrar el triunfo -musitó. Entrecerré los ojos y me crucé de brazos mientras
miraba al principito y cuando le fui a contestar...
-Bueno... Si lo piden de esa manera,
creo que podemos cocinar algo realmente bueno... ¿No Epifanía? Además, somos
las que estamos menos cansadas del grupo... -musitó Cyrene con una sonrisa
mientras me miraba y miraba luego a Adelphos. Todos los chicos asintieron ante
las palabras de la muchacha. Suspiré, miré el suelo un segundo, empuñé mis
manos fuertemente hasta que ya no pude más y volví a suspirar.
-Bien -musité al fin -Pero más les vale
tener un refugio preparado... O no cocinaremos -advertí mirando en especial a
Patroclo.
-Pero estamos tan cansados... -musitó
Keops aun tirado en el piso, igual de empapado que Mor.
-Sí, pero no creo que podamos disfrutar
mucho la comida con esta tormenta cayéndonos encima -musité mirándolo con una
sonrisa ladeada, el muchacho asintió y se levantó. Miré a Cyrene y esta se
levantó y se aproximó a mí. -Bueno... Eh... ¿Qué...?
-No te preocupes, hay muchos animales
para que cacemos y te aseguro que sabrán delicioso -musitó y acercó sus manos a
su espalda, sacando de esta unas cuantas flechas que me extendió -Vi que te
quedaste sin ellas -musitó y asentí con una sonrisa en el rostro.
-Gracias -musité y nos alejamos del
resto del grupo en busca de la "cena".
En el bosque~
-Epifanía -musitó Cyrene entre unos
arbustos, a las espera de alguna presa... Pero no aparecía nada, no solo por la
lluvia, la cual dificultaba nuestro sentido de audición con su agradable
sonido, sino porque el bosque parecía muerto... Incluso tenía aquella atmosfera
lúgubre... Como de un pueblo destruido...
-¿Qué sucede? -musité atenta a mi
alrededor.
-Eso es... ¿Qué es? -musitó, y cuando
me volteé a mirar en dirección a donde ella miraba, ante nuestros ojos había un
par de aves hermosas, de brillantes colores y cientos de ojos en su cola.
-Son... Pavos reales... -musité y aun
no lo podía creer.
-¿Pavo... Real? -asentí.
-Es una historia... La oí hace un
tiempo, pero... -musité aun sin poder creerlo.
-¿Qué historia? -preguntó la chica.
-Lo que sucede es... Bueno. Cuentan que
Zeus, concibió un amor por una joven princesa llamada Ío -musité y la chica
asintió, atenta a mis palabras -Hera, la esposa de Zeus, estuvo a punto de
sorprenderlos juntos, pero el dios del rayo logró transformar a la princesa en
una ternera blanca antes de ser encontrados... -un ave se movió y extendió su
cola nuevamente, de forma majestuosa -Hera sospechó de la procedencia de la
ternera, pero no se atrevió a acusar a Zeus, por lo que se la pidió como regalo
y le fue concebido...
-¿Zeus regaló Ío a Hera?
-Si... Y encima, está la deja bajo la
vigilancia de Argos Panoptes, un gigante de cien ojos, ante cualquier sospecha
-la chica asintió, sin quitar su mirada de las aves -Zeus... Atormentado por el
futuro de Ío... Envía a Hermes a acabar con Argos... Y así lo hizo, asesino al
gigante y liberó a Ío, aun en su forma de ternera...
-¿Y la princesa quedó en su forma de
ternera?
-No... Hera envió un tábano a picarla,
ella, al sentir el molesto dolor corrió y corrió y cuando llegó a Egipto
corriendo, Zeus la liberó de su dolor y la transformó en una deidad egipcia...
-musité y la chica me miró un segundo.
-Y esto que tiene que ver con...
-Es que Hera, al ver a su vigilante Argos
muerto, tomó todos sus ojos y los plantó en la cola de un ave... El Pavo
Real...
-Ah... Comprendo -musitó -
-Entonces es sabido, Atenea me lo ha
comentado y nunca lo he olvidado... Cuando veas un Pavo Real, ten por seguro
que Hera está vigilando -musité y la chica me miró.
-Entonces ese ave fue enviada por la
diosa... -asentí.
-Probablemente... No quisiera adelantar
nada... Pero creo que no son comunes estas aves en este sector ¿No? -ella negó.
-Entonces... Cenaremos pavo real
-musitó la chica, tensó su arco y atravesó la garganta del ave, con una flecha
limpia y certera.
-Que... Atrevida eres -musité y por un
segundo dudé, luego sonreí, entretenida ante lo que hacíamos y apunté con mi
arco a la otra ave, que miraba desesperada en todas direcciones -
-Vamos que se escapa... -tensé el arco
y cuando estuve a punto de soltar la flecha, una puntada al corazón me detuvo.
-Vamos... se escapa.
-No... No puedo -musité y Cyrene debió
matar al segundo pavo real.
En el campamento~
Mis pasos se pegaban al barro del
suelo, la lluvia nos había empapado por completo, mis cabellos estaban pegados
a mi rostro y nuca y sentía mis manos, mis pies y mi nariz completamente
congelados... Cyrene estaba un poco mejor que yo, quizás porque estaba más
acostumbrada al clima, pero... De todas formas.
-Los chicos han hecho hasta una fogata
-musitó la chica mirando en dirección a donde una columna de humo se elevaba
hasta los cielos. Asentí, al fin un momento fuera de la lluvia que ya me tenía
bastante harta.
-Bien... Ahora cocinamos, nos secamos y
nos vamos de esta isla -musité y Cyrene asintió un tanto melancólica -
-Será difícil partir -comentó.
-Pero... Bueno, no estarás sola... Es
más difícil partir sola que en grupo -comenté y le dediqué una sonrisa que la
chica devolvió en seguida.
Avanzamos y llegamos al improvisado
refugio, que de todas formas parecía muy bien organizado. Había una pequeña
fogata y Calisto tenía junto a ella unos cuantos platos y una olla para
cocinar. Me acerqué a él, junto a la fogata.
-Utensilios bastante útiles -comenté
mientras Cyrene comenzaba a preparar a las aves para cocinarlas, el médico me
miró un segundo.
-Si... Cuando estamos en campaña
tenemos que estar preparados para esto -comentó con una leve sonrisa.
-Si... Por la forma en que habla
Patroclo, ya creía que aparecían mujeres desde el piso a cocinarles -musité y
negué con la cabeza. El solo sonrió y luego dejó las cosas a nuestra
disposición.
En unos 40 minutos la comida ya estaba lista...
By KatrinaxStevens