Epifanía
-Maldición -musité mientras miraba como
frente a nosotros la manticora se defendía de los ataques y salía ilesa de
todos -Esto nunca servirá si nos mantenemos en el mismo sitio -comenté en mi
lugar, apoyada en una de mis rodillas, tras unos arbustos, con el arco bien
afirmado en mi mano izquierda y una de las tres flechas que me quedaban en la
derecha. Miré a Cyrene y a Mor, quienes estaban a la espera de una oportunidad
para lanzar un ataque, más atrás el tesaliano nos miraba y lanzaba comentarios
respecto a la bestia.
-Los ataques dirigidos al cuello son
inútiles -dijo.
-Tiene una melena mutida... Las flechas
solo quedarían enredadas en ella -pensé en voz alta lo que el guerrero había
dicho, mientras instintivamente mordía mi pulgar a la espera de alguna idea.
-Además, con sus alas, el muy maldito
es más veloz que un león normal -acotó Mor.
-Por eso es una manticora y no un
león... Pero que inteligente -comentó Cyrene.
-Lo dice quien no le ha dado ninguna
flecha -
-¡Ya!... Se mueve muy veloz y además, todos los
ataques están dirigidos a las posiciones del grupo... Ya sabe dónde estamos
nosotros así que es cuestión de esperar unos minutos a que nos ataque...
Tenemos que dispersarnos -concluí y Mor negó con la cabeza.
-No. Lo que haremos será quedarnos
aquí... Al menos ustedes... El las cuidará -ordenó, el tesaliano asintió y yo
negué -
-Pero no puedes esperar que hagamos un
buen ataque desde aquí -dije algo molesta -Ya sabe dónde estamos...
-Puedo esperar a que hagan un ataque
acorde con un par de arqueras. Y eso no incluye atacar a la manticora de frente
-dijo mientras tomaba su machete y miraba a la bestia -Así que se quedan aquí
sí o sí.
-¡Pero...!
-No hay peros. Cualquier cosa: él las
cuida... Recuérdalo -dijo al guerrero y este asintió.
-¡Mor! -dije levantando la voz mientras
él sonreía y me miraba con una ceja enarcada.
-A ver... ¿Una rabieta? No va contigo
sacerdotisa... -comentó en tono burlón, para enseguida escabullirse entre los
arbustos en dirección a la manticora.
-Maldición-
pensé mientras volvía a mirar a la bestia... No se me ocurría ninguna buena
forma de hacerle daño... No demostraba ningún punto débil... El cuerpo de león,
la cola, las alas... ¡El rostro! La idea de Cyrene era dejarle ciega, quizás
fuera lo más conveniente.
Miré la bestia. El rostro de
Dionisio... Me era un hombre familiar, pero no... Bueno.
Repentinamente se acercaron a ella un
par de guerreros de Patroclo, le lanzaron un ataque en conjunto, cada uno por
un lado, hacia las patas y los costados y en teoría iba bien hasta que la
manticora abrió sus alas y pegó un salto, para luego permanecer en el aire unos
segundos y caer sobre uno de los guerreros, tomándolo por el costado con sus
tres hileras de dientes y cortándole el abdomen de lado a lado. Corrí la vista
antes de poder seguir viendo tal espectáculo, pero un segundo grito me hizo
volver a mirar. Ahora la manticora estaba en el cielo nuevamente, había tomado
un trozo de carne del cuerpo del guerrero y este se movía por el piso,
arrastrándose y huyendo ante tal bestia. Fruncí el ceño y vi como Mor se
preparaba para el ataque.
Me frustré durante unos segundos al no
saber cómo atacar tal bestia, así que me levanté, comencé a correr hacia
nuestra izquierda, bordeando el bosque y llegando al otro lado de donde nos
encontrábamos. Escuché a Cyrene preguntarme que qué estaba haciendo, pero no
alcancé a responder, pues cuando tenía la respuesta lista en mi mente, ya
estaba en mi posición, tensando el arco y apuntando a una de las zonas más
poderosas y a la vez débil del cuerpo de la manticora: sus alas. No podía dar a
conocer mi posición ahora que para el enemigo, había desaparecido.
La manticora se mantenía entretenida
luchando contra todos los que la atacaban desde el frente, no había notado que
me había escabullido hacia el costado y mucho menos que le estaba apuntando...
En este momento amaba los árboles que me cubrían...
Tensé la flecha en mi arco, mis manos
comenzaban a sentir un leve dolor al estirar la piel de mis nudillos
fuertemente sosteniendo el arma. La manticora estaba en el aire, moviéndose de
un lado a otro esquivando algunas flechas y lanzas, y cada cierto tiempo
apuntaba con su aguijón a las posiciones de mis compañeros y les lanzaba agujas
venenosas, que cuando hacían contacto con los árboles y arbustos, estos
comenzaban a pudrirse y a tornarse negros y a romperse en cuestión de
segundos... Ahí noté que sus movimientos se repetían. Esperaba un ataque por
nuestra parte y luego, atacaba ella con su aguijón y así sucesivamente. Apunté,
la manticora se movió esquivando ataques y luego, se quedó estática preparando
su aguijón. -Ahora- pensé mientras apuntaba su ala derecha y soltaba la flecha,
que surcó los aires velozmente, y mientras la manticora lanzaba sus agujas
venenosas a mis compañeros, la flecha le atravesó la delgada piel de su ala, provocándole
un corte justo en la coyuntura de sus dedos, haciéndole perder el equilibrio y
caer en picada contra el suelo, dejando libre ahora su ala izquierda, para ser
atravesada por otra flecha, lanzada justo después de su desastroso aterrizaje.
Pegó un horrible grito que obligó
taparme los oídos, cerrar los ojos fuertemente y soportar aquel sonido, supongo
que todos hicimos lo mismo, pues el dolor fue insoportable de principio a fin
del chillido. Volví la mirada a la manticora, sus alas estaban atravesadas y
cortadas y parecía que mientras más intentase emprender vuelo nuevamente, más
las desgarraba. Sonreí un tanto satisfecha, ahora no tenía como atacarnos desde
el aire, ni defenderse desde ahí.
-Oh... oh... -musité mientras miraba
como la manticora buscaba en dirección a donde me encontraba, buscando al
responsable... -Em... Debí pensar en eso- pensé mientras me agachaba y me
acercaba a un árbol de grueso tronco, apoyé la espalda en él y esperé...
Repentinamente un grito de
"¡Corre!" me obligó a voltear y mirar y noté que la manticora se
encontraba a unos metros de mi posición, apuntó con su cola y disparó agujas
venenosas que dieron en el árbol y me rozaron el perfil. El árbol comenzó a
pudrirse de inmediato y a tornarse negro y a romperse, como sucedió antes con
los otros árboles. Me lancé a los arbustos, huyendo de la caída del tronco, y
comencé a moverme hacia mi antigua posición, pero las agujas pasaban sobre mí,
atras de mí, delante de mi... En fin, llevaba los ojos abiertos de par en par y
me detenía cada tanto intentando perder pista a la manticora. Repentinamente
las agujas se detuvieron, me apresuré a arrastrarme hacia donde se encontraba
Cyrene y el guerrero.
Llegué al lugar en que estábamos y vi
que no había nadie. Me escondí tras unos arbustos y esperé. Miré la batalla y
noté que los guerreros de Patroclo, Patroclo, Adelphos, Keops, Heracles y Mor
estaban en el frente luchando contra la manticora. Sentí una mano en mi hombro
y cuando volteé algo saltona, vi al tesaliano extendiéndome la mano, para luego
subir al árbol junto al que nos encontrábamos. Asentí, era muy buena idea.
-Vamos, la otra joven piensa que
debemos atacar sus ojos -dijo mientras me hacía un escalón para poder subir al
árbol.
-Creo que es la mejor opción... Parece
que perdió gran habilidad-
-Sí, el ataque de las alas ha sido una
gran idea -comentó, me sonrojé levemente y miré en otra dirección. No
acostumbraba esos comentarios.
-Gracias -dije y cuando fui a poner mi
pié en sus manos, un grito.
-¡Cuidado! -la voz de Keops.
Ambos miramos, pero fueron las manos
del tesaliano que dejaron caer mi pie y me empujaron en el pecho con una gran
fuerza hacia atrás las que me permitieron comprender, tarde ya, lo que ocurría.
Un ataque de la manticora con sus
agujas mi dirección y fue el guerrero el que me quitó del trayecto del ataque y
se interpuso en mi lugar. Las agujas dieron de lleno en su armadura, su pecho,
incrustándose unas y atravesándolo otras. Cayó junto a mí y con una expresión
tan tranquila ante lo que venía que no pude evitar derramar una lágrima por la
situación en aquel momento en que todo había pasado tan rápido.
-Vamos... De seguro hay una cura
-musité con la voz ahogada mientras tomaba su mano... Después de todo, lo hizo
por protegerme... El negó con la cabeza.
Su piel comenzó a tornarse negra, a
caer en trozos putrefactos y casi hechos pasta... Su mirada de tranquilidad y
una sonrisa de seguridad fue lo último que me dedicó, luego el apretón que
ejercía sobre mi mano dejó de ser y su alma emprendió el camino al Tartaro.
-¡Epifanía! -gritó Cyrene mientras me
extendía una mano desde el árbol -Sube o su sacrificio habrá sido en vano
-musitó, solté la mano del guerrero, un cadáver que se pudría a velocidad
antinatural y me acerqué al árbol, tomé la mano de Cyrene y trepé. La manticora
se mantenía entretenida ahora con nuestros compañeros mientras saltaba, corría
y atacaba a los guerreros -Creo que debes decirme que ataques harás -reprochó
levemente Cyrene mientras me miraba con su arco en las manos. Asentí.
-Lo siento, es que fue algo que quería
hacer, pero sabía, el guerrero no me dejaría... Huí -musité y miré al suelo
unos segundos -Ahora él está muerto.
-No... El quiso salvarte, debes estar
tranquila -Asentí.
-Lo estoy, es solo que de todas formas
no me gusto que se hubiese sacrificado por mí... Pero le estoy agradecida
-comenté y sonreí -Tenía una idea -dije mientras la miraba.
-¿Cuál? -preguntó.
-Tu idea es apuntar a su rostro y
dejarlo ciego... ¿No? -asintió -Bueno, podemos lanzar un ataque encubierto para
dar en sus ojos...
-¿A qué te refieres? -
-Lanzo una de mis flechas en dirección
a su ojo, justo en un instante en que esté detenida o quizás atacando a alguien
del grupo...
-Ya...
-Ella la repelerá, claro está, pero una
segunda flecha lanzada con un segundo de retraso será difícil de predecir -dije
mientras ella asentía y cada vez más convencida miraba la batalla y me miraba a
mí.
-Entonces esperamos a que esté más
quieta...
-Y la dejas ciega -musité -Claro...
luego nos preparamos para correr -comenté y sonreí.
By KatrinaxStevens