27.3.11

Cap 151

Epifanía 

-Coser -musité mientras miraba a Patroclo, quien por encargo de Dinethos, venía a pedirnos si podíamos coser las velas necesarias para el barco. A decir verdad, aquella petición no me era en absoluta indiferente, obviamente podríamos coser junto a Cyrene, lo que serían las velas del barco pero... Pero su expresión no solo nos "pedía" eso, sino que nos enviaba lejos de la construcción del barco y luego tiene el descaro de agregar: "Y si les alcanza el tiempo, pueden coser algunas cosas que están un tanto desgarradas de nuestra ropa". Juro que lo mato... Solo gastaría una flecha y me ahorro de por vida escuchar su molesta voz. 

Así que con Cyrene nos fuimos a coser... Pues Amisthy estaba en algún sitio por ahí, salvándose de la cosida masiva de velas. Nos sentamos cerca de la orilla de la playa y mientras cosía, y ante el monólogo de lucha de la chica contra la aguja y la manía que esta tenía de perforar la piel de sus dedos, abrí el mapa y comencé a explorarlo... Nuevamente. Cosía  cosía y cosía .. Lo había hecho desde que recordaba, vivía en el templo, así que podía hacerlo sin siquiera mirar, aunque me pinchaba de todas formas. 

Entonces como ya había marcado casi todas las polis Griegas, comencé a viajar al exterior, Egipto, Alejandría, pueblos mas al oriente, pero la curiosidad me llevó al Este, cada vez más hacia el Este, en dirección a los viajes de Hercules* Y me perdí en incontables sitios. No había nombres, solo dibujos. Antiguas aldeas, grandes islas, mares, un mar tan grande, que separaba dos trozos de tierra por más distancia que el mismísimo tamaño de Grecia entera y mucho más. Entonces donde plantaba mi dedo, aparecían imágenes interesantes. Parecía ser que el mapa contenía un conocimiento universal, pero a la vez, era un conocimiento básico, nada especifico, solo lo suficiente para hacerte una idea, pero en Grecia, el tema era vivido en detalle. 

Bostecé. Que extraño, era como la decimoquinta vez que bostezaba en el día. Es decir, antes había dormido poco, pero nunca había estado tan cansada tan luego. 

Entonces llegó Mor, comenzó a molestar a Cyrene, pobre, tenía los dedos muy mal. Pero parecía ser que entre tanto Mor la molestaba, ella se desquitaba conmigo, es decir, ¿Que tiene que mire el mapa? Es solo curiosidad. Creo, de todas formas ella siempre me regañaba, ya comenzaba a sentirme mal por cargar el mapa. 

Cosía, cosía, Mor molestaba a Cyrene, ella me retaba. En fin, terminé de coser y dejé la aguja y la vela a un lado. Cerré el mapa y me sentí débil. Mi cabeza repentinamente adolorida y mis brazos un tanto cansados me hicieron querer levantarme. 
Cyrene insistió en que no lucía bien, para nada, pero yo solo sonreí y finge que nada sucedía. 

-Sed -musité mientras la miraba -Solo es eso... Mucha brisa salada y poca agua dulce -comenté, ella asintió y se levantó a no se donde. 

El cansancio me bajó todo de una vez, un dolor de cabeza, debilidad en los brazos. Quería agua, quería acostarme en algún sitio tranquilo, lejos del martilleo y los gritos. Me levanté, pero me sentí débil hasta para ponerme de pie, lo intenté dos veces, la forma en la que comúnmente me levantaba no bastaba. Maldición. Si había sido Circe, le iba a ir muy mal con los dioses. Me apoyé en una de mis rodillas, me di impulso y me levanté, mi talón derecho cedió y volví a caer, pero esta vez alcancé a afirmarme en mis brazos, aunque no por mucho, segundos más tarde, solo recordaba haber caído en la arena, completamente debilitada y al fin, cerré los ojos, con el mapa como última visión. 

-.-.-.- 


Abrí los ojos y me encontraba en una habitación con luz tenue. Estaba todo como... Como oscuro y extraño, no se. Aclaré la visión un par de veces y luego sentí algo en la boca, algo pastoso. Tragué la saliva que se acumulaba bajo mi lengua, junto con la extraña sustancia, bastante amarga y dura y luego tosí una vez, ya que se me hizo difícil tragar estando recostada... - Por Zeus ¿Donde estaba?- Intenté levantar la cabeza, pero una cálida mano me detuvo en el instante. Parpadeé un par de veces y al aclarar mi vista, un joven me observaba curioso, sentado junto a mí en la cama en la que me encontraba recostada. 

- Tranquila. No debes agitarte -musitó mientras se acercaba a mi y abría mis parpados, mirando fijamente mis ojos. 
- ¿Agitarme? -murmuré con un hilo de voz. 
- Así es... Has sufrido una baja de energía considerable. Estuviste a punto de morir. 
- Morir. ¿Qué clase de cosas dice? Y... ¿Quien es usted? -dije mientras sentía las manos del joven en mi cuello, luego en mi muñeca y al final en mi pecho, pero estaba tan cansada, desconcertada y perdida, que no decía nada, a penas y podía moverme. 
- Mi nombre es Zorba y soy medico. 
- Medico -repetí a la vez que entendía la forma en la que me examinaba. 
- Así es. Quizás no se haya dado cuenta, pero aquel mapa que manipulaba con tanta confianza, según me han contado, ha... ¿Cómo decirlo? 
- Espere... ¿El mapa? 
- Sí. Aquel mapa, según veo, ha hecho que perdiera casi toda su energía. La absorbió, de alguna manera. 
- El mapa casi me mata -afirmé mientras me incorporaba con la ayuda del joven, quien tras sostenerme hasta que me senté en la cama, me extendió un vaso de agua. 
- Así es. Sugiero mucho reposo y que se alimente mejor. Está un poco... 
- Delgada. Lo se, no lo diga -musité luego miré a un lado. Junto a mí, en la gran cama, dormía Cyrene, acurrucada bajo unas mantas a unos centímetros de mí. 
- ¿Cuanto tiempo llevo así? 
- ¿Recuerdas cuando te desmayaste? 
- Así es. Lo recuerdo. Es más, es lo último que recuerdo. 
- Pues desde entonces. No se a que hora te desmayaste, solo puedo asegurar que es muy tarde. Es la hora de la cena, más o menos. 
- Ya veo -musité mientras llevaba una de mis manos a mi cabeza y cerraba los ojos - ¿Cómo va el barco? ¿Sabes algo? -pregunté a la vez que fijaba la mirada en el joven. 
- Eh... No. No deberías pensar en eso ahora, más bien creo que deberías comer algo y dormir, descansar, recuperar fuerzas, ya sabes, algo que usualmente hacen las personas en recuperación. 
- Gracias, en serio. No recordaba un medico tan amable, es más, no recordaba uno tan joven y afable, pero no soy de las que descansa luego de una enfermedad -musité, el asintió mientras me miraba y yo sonreí. 
- Está bien... Puedes ir a cenar con los demás -dijo extendiendo el brazo hacia la salida, yo lo miré. ¿Era en serio? Si es así, maravilloso. 
- Gracias -musité muy feliz. Así que cuando fui a destaparme y a levantarme, vi que tenía la capa de Mor encima. Eso explicaba el aroma a azufre y lo cálida que estaba. Puse ambos pies en el suelo y cuando me levanté, volví a sentir aquella debilidad en mis piernas y me fui hacia adelante, el joven medico me alcanzó a afirmar del brazo y luego de la cintura y cuando me enderezó, me miró con una sonrisa complacida. 
- ¿Lo ves? 
- Lo veo y lo entiendo... ¿Reposo decías? -pregunté y el asintió. 

Al parecer estaba tan debilitada, que los esfuerzos serian desastrosos. Quizás había pensado que para mi no había mejor medio que ver para creer y que obviamente no entendería que necesitaría reposo si o si, a menos que lo comprobara por mi misma. 

- Sentí que eras muy testaruda, espero no haber... 
- No te preocupes. No entiendo de otra forma -dije mientras él me ayudaba a recostarme otra vez en la cama. - Por cierto, ¿Sabías que estás desnudo? -pregunté a la vez que tomaba la capa de Mor y me tapaba con ella hasta el cuello, atenta a la infusión de que el joven medico preparaba con unas hierbas. 
- Eso tiene una muy buena explicación... Bébela -musitó mientras me la extendía. Lo dude un par de segundos, pero luego lo bebí todo, no era el mejor sabor del mundo, pero me haría sentir mejor. 
- ¿Cómo llegaste a ser mi medico? 
- ¿Debo suponer que por esa respuesta no estás conforme con mi asistencia? -preguntó y yo negué. 
- No, todo lo contrario. Lo digo porque no te había visto en esta casa y digamos que los únicos hombres por el lugar, de momento, son los de mi grupo -el asintió y luego sonrió un tanto frustrado. 
- Pues antes de esto era un cerdo -dijo y yo lo miré fijo. 
-¿Circe? -el asintió. 
- ¡Epifanía! -dijo repentinamente la voz de Cyrene. Giré el rostro y la chica se me lanzó encima. 

Me abrazó y me regañó por el mapa, porque la había preocupado en exceso y porque no despertaba y se había dormida esperándome.


by KatrinaxStevens