La mañana pasó y en poco tiempo, el barco estuvo listo. A decir verdad, estuvo listo, cargado y solo restaba marcharnos, pero llegó la hora del almuerzo y todos nos dirigimos hacia el gran salón.
El banquete, igual que los días anteriores, rebozaba en carne, verduras, vino y frutas. Todos comían muy tranquilos, por mi parte tenía un menú rico en carne, tortillas, pan y leche, dictado directamente por Zorba, y a pesar de desconocer totalmente su procedencia, lo comí, con la esperanza de dejar de sentir la fatiga y el cansancio, que no me dejaba siquiera levantarme con facilidad... Menudo mapa.
- Debo hacer un anuncio -musitó repentinamente Circe mientras entraba en el gran salón, vistiendo un traje largo y negro, que hacía juego con su cabello. Todos detuvimos nuestro almuerzo y la miramos, a la espera de que diera alguna noticia como: "Los gigantes pisaron su barco y deberán quedarse más días" o "las fieras están en su barco y se comieron sus provisiones", eso sería lo último que faltaba -He recibido hoy un el cuerpo de lo que creo, es uno de sus compañeros -continuó, todos nos miramos en busca del que faltaba, pero ni Patroclo ni Demetrius se encontraban en la mesa, parpadeé sin creerlo, podía se que... -El joven Patroclo está ahora con el cadáver -entonces no es él, suspiré -Al parecer...
Todos escuchamos atentamente, y sin poder creerlo, como Demetrius había terminado con su vida de una manera tan... Inverosímil, al menos para mi, pues el, de todos los guerreros que habían llegado con Patroclo, era el más tranquilo. En fin, se nos anunció que el funeral sería en seguida terminara el almuerzo y se retiró. La mesa quedó en silencio, Zorba y Dinethos hacían comentarios y preguntas, pues claro, no los conocían, que habría de importarles, y no lo digo en un mal sentido, simplemente lógico. Pero nosotros que si lo conocíamos, habíamos quedado en un estado pensativo, ¿Tristes?... quizás Patroclo. En fin, la noticia era algo bastante chocante, por lo demás.
Al fin terminé de comer el pan, la leche, un poco de carne... Y cuando comía un racimo de uva de un color morado intenso, Circe me mandó a llamar. La sirvienta me ayudó a levantarme y a llegar al cuarto de la mujer, quien sentada en la enorme cama, me indicó que tomara lugar junto a ella, más soy lo suficiente desconfiada como para sentarme, con recelo, a los pies de la cama.
-Querida... Que lastima lo que te sucedió con el mapa -musitó mientras negaba con fingida tristeza -Sinceramente, jamás creí que utilizara tal nivel de energía vital... O será que tu no tenías mucha -e hizo una mueca con sus rojos labios. Sonreí
-Entiendo a que te refieres -dije mientras asentía y mordía mi labio. Quizás lo que estaba a punto de hacer me saliera para atrás, o quizás fuera un acierto... La verdad, no es bueno jugar con los dioses, pero si había una situación en la que tuviera la ventaja, era ahora. Hazlo -El asunto es el siguiente -musité y la miré fijo.
-Escucho -respondió con una sonrisa perspicaz, sabía lo que pensaba.
-Bueno... No se de que tantas formas se pueda interpretar un juramento... Pero al ser tu quien nos entregó el mapa, por muy indirectamente que haya sido... Está en tu responsabilidad el que yo casi hubiese necesitado compartir funerales con Demetrius -dije sin alterar mi expresión, la mujer se acomodó en su cama, con la misma sonrisa en sus labios que en un principio.
-Tienes una manera muy... Lógica de obtener lo que quieres -comentó.
-No es lo que quiero... Más bien lo lógico, como has dicho -ella asintió.
-Bien... continua.
-Bueno... El asunto es, quizás sea más un convencionalismo, pero me parecería injusto marcharme sin alguna compensación -sonreí, al igual que ella.
-A cambio de haber casi roto el juramento, me parece justo -de pronto su rostro se tornó serio -Pero debes saber, que la justicia no es mi ideal de... "Convencionalismo".
-Lo se. Por eso es que lo que pido, me parece un precio bastante bajo para lo que deberías darme -apunté mientras ella asentía divertida ante mis palabras.
Se levantó, recorriendo su habitación hasta llegar a una mesa, sobre la que varios frascos y botellas hacían lucir una colorida alacena de ingredientes desconocidos. Se apoyó en la mesa y desde aquel sitio, me miró sonriendo.
-Me parece increíble el valor que debiste haber juntado para hablarme de esa forma, considerando que soy tu anfitriona y además, una diosa -tragué saliva, mientras la miraba desde la cama.
-Confieso que me resguardo en el juramento de los dioses... aunque lo que estoy diciendo, en verdad lo pienso -la mujer rió unos segundos, luego tomó dos botellas, una de vino y otra de algo que parecía miel. Las vertió en una copa dorada y bebió un trago.
-Es eso realmente lo que me preocupa... -asintió mirando su copa y luego a mi -Anda... ¿Qué es lo que quieres? -la miré, respiré hondo y mantuve la compostura y seriedad.
-Quiero que permitas que Zorba nos acompañe.
-¿El cerdito? -dijo despectiva mientras enarcaba una ceja.
-No. El medico.
-Interesante elección, considerando que podías pedirme que te devolviera la fuerza vital.
-Quizás habría sido una opción mucho más conveniente y mil veces más egoísta .. Después de todo, con lo que te pido, Zorba no es devorado como una bestia y con sus conocimientos, podría ayudarme a recuperar la fuerza y mejorarme por completo -respondí, Circe rió con fuerza, realmente divertida, yo no el veía el chiste.
-Me parece una lógica mucho más conveniente que la mía... Y te diré lo siguiente, acepto tus términos simplemente por la creencia que pusiste en tus argumentos -sonrió y extendió la copa en mi dirección -Deja que el vino y la miel te devuelvan la energía vital -la miré, tomé la copa y luego negué.
-Pero yo...
-Descuida, que el medico podrá marcharse con ustedes, saldando así mi deuda contigo... -asentí -Ahora, te doy de este vino y miel especial, por que tengo claro, al igual que tu, que jamás recuperaras aquella energía perdida para cuando la necesites -musitó - Y lo hago porque simplemente, creo que eres digna del valor con el que has venido aquí, me has dado un agradable y divertido momento... Pero no lo repitas -advirtió. A pesar de aún desconfiar de cada palabra que la diosa decía, acerqué la copa a mis labios y tras oler previamente el elixir, di un trago, y dos y al tercero ya lo había acabado.
-Digna desconfianza de un ciervo de Atenea -musitó recibiendo la copa de regreso mientras negaba.
-¿Cómo es que sabes?
-El sabor de tus labios es inconfundible, querida.
-¿Que el que de mis que?
-No hay mejor forma de saber a quien sirve un humano, que por el sabor de su cuerpo -musitó mientras dejaba la copa en la mesa, extendiendo aquel silencio, luego se acercó a mi -Tu querida, desprendes aquel aroma de razón y guerra -musitó mientras pasaba suavemente su dedo por el borde de mi labio inferior. Moví el rostro bruscamente, alejándome de su mano, ella trajo la mano a su pecho y sonrió -Ya estás curada -comentó y luego se volvió a recostar en la cama.
-Creo que no tenemos ningún asunto más que discutir -musité, ella negó aun sonriendo.
-Nos vemos en seguida... En el funeral... Epifanía -sonrió y tras lograr levantarme sin ayuda de nadie, salí del cuarto y me dirigí a donde se quemaría el cuerpo de Demetrius.
-Por Zeus... ¿Cómo sabe ella a que saben mis labios? -pensé mientras pasaba mi dedo índice por ellos, recordando aún y sin entender las últimas palabras que había dicho.
Bueno, de todos modos había obtenido algo, más que algo, dos cosas y por los dioses, que bien se sentía caminar sin deber agradecimiento a alguien más por ello.
.-.-
Se había levantado una hoguera de madera seca. Estaba todo rodeado de frascos de aceites esenciales, que una a una las sirvientas de Circe esparcían al rededor de la hoguera y del cuerpo de Demetrius, a la vez que pronunciaban suplicas y frases rituales dirigidas a las divinidades del Inframundo. Circe apareció vestida de negro, seguida de una comitiva de sirvientas, de igual indumentaria. Indicó a Patroclo una antorcha, este, con el rostro inalterable la tomó, se acercó al cuerpo y posó una moneda en cada uno de sus ojos, luego encendió la hoguera y se alejó. Observó las llamas arder durante una hora, quizás menos.
-No tenemos tiempo para esperar... Demetrius lo entenderá -afirmó y se retiró.
Uno a uno nos fuimos retirando hasta que él ultimo, Calisto, esperó que llegaran por él, pues el barco zarparía en unos minutos y de cualquier modo, nadie alcanzaría a ver como se apagaba la última braza más que Circe y sus sirvientas.
Circe se despidió con falsa tristeza. Al menos se tomó la molestia de fingirlo, a diferencia de nosotros, que no teníamos ni la menor intención de esconder lo alegres que nos encontrábamos por abandonar la isla.
by KatrinaxStevens