Herotarco
En tanto que caminábamos no podía quitarle el ojo de
encima al nuevo.
Me acerqué disimuladamente a Epifanía.
- ¿Puedo hablar contigo un momento?
- Sí. Claro.
- Verás, lo de pensar es tal vez más propio de las
sacerdotisas de Atenea pero escucha, ese tipo ha entrado en el laberinto él
solo. Nos ha encontrado, cuando nosotros no éramos capaces de encontrar ni
nuestra sombra entre aquellos muros. Él solo ha debido de abatir a la misma
cantidad de peligros que nosotros, sólo que nosotros íbamos en grupos. Tiene un
olor a azufre y no lo hay por los lugares cercanos. Ha rehuido a darnos la
mano, que para los míos, por lo menos, significa "promesa que no se ha de
cumplir".
>Por otro lado, podría significar que tenemos a un
aliado muy fuerte, arrogante y despreocupado entre nosotros y que nos puede
servir de ayuda.
- O ambas cosas -dijo ella.
Me retiré un poco y suspiré para mis adentros.
Aquello podría ser un auténtico problema o una
auténtica salvación y yo era desconfiado hasta la médula.
¿Médula? Mi instinto me decía algo.
Bueno. Daba igual. No era asunto mío preocuparme de
los peligros que no se ven. Era guerrero. Decidido a cumplir órdenes e
instintos. Mi trabajo no era pensar.
Mientras andábamos me cuadré. Que no se dijera que los
espartanos perdían su orgullo al preocuparse.
By 1ñ1g0