Epifanía
Digamos que no soy de emociones muy
fuertes. Las persecuciones no eran lo mío, en lo más mínimo, pero si me había
atrevido a acompañar a Adelphos, debía afrontar todos los retos. Keops me subió
a la carroza y desde ahí escapamos hacia los muelles. Más carrozas nos seguían
y debía encargarme de ellos, pues era la que tenía el arco. Observé los
objetivos.
-Son 4 carrozas –musité y Keops
asintió.
-Bien. Termina con ellas –dijo riendo.
Sonreí.
-De verdad te gusta todo esto ¿No?
–dije y apunté al primero. Una carroza donde habían dos hombres, uno armado con
un arco y el otro manejando.
-¿Crees que hay algo mejor?
-Bueno, me gustan… –tensé el arco y
solté la flecha, que dio entre el casco y la armadura de quien manejaba –…Otras
cosas, y en especial algo que no tenga que ver con huir, pero como vamos…
-negué con la cabeza.
-Bueno… –apunté a la segunda carroza
–¿Pero qué problema puede haber con un tranquilo viaje… –solté la flecha y dio
también en el chofer de la otra carroza -… en carroza?
-Nada –negué con la cabeza –Es solo que
la velocidad no es lo mío –apunté nuevamente, tensé el arco y cuando iba a
soltar…
-¡Hoyo! –gritó Keops.
-¿¡Qué quieres decir con…!? –grité y el
hundimiento provocó que la carroza saltara y perdiera el blanco y de paso, me
desestabilizara y de no ser porque Keops me agarró del brazo, había caído de la
carroza en movimiento.
Respiré hondo, me afirmé nuevamente de
la carroza y miré a Keops.
-Gracias –musité aún algo impactada.
-Solo afírmate… -sonrió –Pero no hay de
qué –sonreí levemente.
Apunté nuevamente al mismo de antes, de
paso nos lanzaban flechas y como los demás tenían escudos, se protegían, pero
nosotros con Keops, que no cargábamos escudos teníamos la ventaja de ir
liderando las carrozas, lo más adelante posible y que ¡Ah! Keops ama las
esquinas y doblaba en todas las que encontraba.
-¡Vamos! –apuntó delante de él –¡Ahí
está el muelle! –gritó. No podía estar más contenta. ¡Al fin el barco!
-Bien –musité y repentinamente una
flecha pasó junto a mi oído y al de Keops. Ambos miramos y las 2 carrozas que
nos seguían aun disparaban flechas a los únicos blancos desprotegidos, nosotros.
-Epifanía.
-Lo sé –dije y apunté al arquero de la
otra carroza, solté la flecha y en su trayecto se interpuso un escudo. Saqué
otra flecha y como no pude pensar otra solución, apunté a uno de los caballos.
La flecha en dirección a uno de sus
ojos o a una de sus patas o… -¡Zeus!- no puedo hacer esto… Tomé el arco, lo
tensé y apunté. Solté la flecha y esta cayó directamente en el seguro que
sujeta al animal a la carroza, soltando al caballo y provocando que la carroza
saliera de control. Sus ocupantes salieron disparados, la carroza se volteó y
detuvo el avance del otro perseguidor.
-¡Les di! –grité y pegué un leve salto
de victoria.
-¡Les diste! ¡Les diste! ¡Bien! –gritó
Keops, repentinamente sorprendido por mi reacción.
-¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo sé! –dije y me
volteé junto a Keops, mirando nuestro objetivo.
Un puerto lleno de majestuosos barcos,
adornaban el borde de la isla y mostraban el centro comercial de la ciudad.
Sonreí al ver dónde íbamos y cuando Keops me indicó un barco, decidimos que ese
sería el nuestro.
-¿Qué te parece? –preguntó como si
estuviésemos en el mercado.
-¿Un poco ostentoso no?
-No para quienes retaron a los dioses
–dijo con una voz divertida mientras se llevaba la mano al pecho y enarcaba las
cejas.
-Jajaja… -reí –Está bien, será ese
–dije y sonreí.
-¿Adelphos no se molestará porque
tomamos la decisión? –preguntó.
-Espera –dije y me volteé, miré a
Adelphos que interrogaba a Mor. Le dirigí una mirada fulminante al nuevo y me
dirigí al príncipe –Ese es el barco –indiqué. El asintió –Ves –dije y sonreí.
-Está bien.
Nos acercamos al puerto. En segundos
bajamos de las carrozas y Heracles con Herotarco y Mor entraros de inmediato,
empuñando sus armas y amenazando a los tripulantes, que parecían comerciantes.
Más atrás ingresó Adelphos, seguido de Keops. El príncipe indicó que quienes no
fueran esclavos debían bajar, así que en el barco solo quedaron quienes mueven
los remos, en otras palabras, los esclavos. Adelphos ordenó a estos movilizar
el barco en dirección a la "Isla de los Lotófagos". Una vez tomado el
barco, subí y observé el paisaje. Hermoso para pensar.
-¿Le tiendo una mano señorita?
–preguntó Mor en la entrada del barco.
-Me sorprende el ofrecimiento, pero… No
–musité sin sonreír y entré pasando junto a él. Me golpeó un poco su aroma a
azufre, pero menos que en un comienzo.
-¿Sigues molesta por lo de tu peso?
–preguntó con una estúpida sonrisa –Pero si es verdad… Así nunca conseguir
marido –comentó riendo por lo bajo y mirando sus manos como si fuera
fundamental.
-Mira… “Mor” –musité mientras me
detenía y me volteaba en su dirección –No es de tu incumbencia si quiero
casarme o no… Pero si tu intención es quitarme de la mente la idea de
vigilarte, estás muy equivocado, pues lo único que logras, es hacer que más ganas
me den de seguirte –dije y sonreí amablemente.
-Wow… La sacerdotisa tiene garras
–comentó y se rió.
-No son garras, señor. Se le llama la
verdad… Por si no la conoce. Soy sincera con usted.
-He oído hablar de ella, pero no… No.
No me suena… para nada.
-Algo así supuse –musité –Ahora si me
disculpa, debo hablar con alguien realmente importante –dije y me volteé.
-Em… Epifanía –musitó. Empuñé la mano y
me aguanté la ira.
-¿Sí?
-Nada… Es que de espaldas te vez aún
más delgada –dijo y fruncí el ceño.
-Sí, lo mismo pasa contigo. Pero es de
frente… Hueles aún peor que esos perros del laberinto… ¿Es azufre la fragancia
que usas?
-¿Fragancia? –dijo mientras estiraba su
toga hasta su nariz y olfateaba levemente.
-Sí, pues no es muy agradable –dije y
seguí mi camino ignorando lo que decía.
Me senté en el estribor del barco,
saqué unos inciensos y los encendí. Debía hablar con atenea.
By KatrinaxStevens