Epifanía
Mi mirada se centró en
aquel extravagante muchacho que había gritado por los aires mi sexo. Obviamente
le sugerí que nos siguiera, si era eso lo que buscaba, aunque no tenía muy
clara cuál era su motivación en el viaje.
-Todos buscan a Adelphos
–dije en un tono tranquilo –Habrá algo de interés en él, buscan ayudarlo por
alguna recompensa o querrán correr el mismo destino que correrá él.
-¿Cómo sabes que quien lo
ayude correrá su mismo destino? –preguntó Keops.
-Lo ha dicho Hermes… No
olvides que es un mensajero fiel a su trabajo –dije aún sin relajar el rostro.
-Ya veo. Entonces si
queremos ayudar a Adelphos, tenemos que atenernos a las consecuencias… ¿No?
-Sí. Creo que una
eternidad en el Hades no está mal… Pero de todas formas, esperemos a que el
príncipe impulsivo no pierda –continué mientras miraba a Keops, y asentía con
la cabeza.
-Dejen de hablar de mí
como si no estuviera aquí –dijo el príncipe repentinamente molesto.
-Lo siento príncipe. Pero
no era mi intención molestarlo con mis comentarios.
-Solo deja de hacerlo.
Es… Frustrante –dijo sin voltearse.
-Keops. ¿Qué edad tienes?
–pregunté ignorando a Adelphos, mientras ladeaba la cabeza y miraba al
muchacho, que medía unos pocos centímetros menos que yo.
-Es… difícil. Aparento 15
–dijo asintiendo levemente.
-Así veo.
-Pero no los tengo…
-Ah… Creo que entiendo
algo de lo que dices.
-Sí. No lo creo, pero no
importa –titubeó -Tu… ¿Por qué luces como un chico? –preguntó mirando las túnicas
que me cubrían casi en totalidad, dejando hasta el momento mi rostro solamente
al descubierto.
-Digamos que en Atenas,
las mujeres estamos condenadas a dos destinos. Sacerdotisas o esposas
encerradas en el gineceo. Nuestra voz es oprimida por los hombres y vestida así
–dije mientras me quitaba la túnica persa, dejando al descubierto el traje
sacerdotal ateniense –No habría logrado recorrer Grecia, ni llegar hasta acá.
-Te diré que pareces un
verdadero hombre –dijo el chico con una radiante sonrisa.
-No sé si tomaré eso como
un cumplido o una ofensa… De todas formas no importa- dije y al fin sonreí,
pues su comentario me había causado gracia.
Soy una persona muy
tranquila. Al estar constantemente reflexionando sobre distintos temas, mi
rostro siempre demuestra pasividad, pero cuando consigo algo o me enojo
demasiado, lo que ocurre en pocas ocasiones, demuestro de manera explosiva que
sentimientos y pensamientos pasan por mi mente. El estar encerrada durante
tantos años en el templo, sin contacto con el exterior, hizo que mi manera de
tratar a los demás hombres sea de par, respetando muy pocas veces el respeto,
que como ateniense, debería mostrar a estos.
Bueno… Adelphos no estaba
muy contento con mi presencia, es más, parecía no querer compañía, pero si
Atenea me había enviado, no podía ignorar sus órdenes.
Repentinamente un hombre
se nos acercó. Cargaba una hermosa ave sobre su hombro. Esta lucía brillantes
plumas, parecían metálicas, pero siendo racional, sabía que eso era imposible.
-¿Quién eres?- pregunto
Adelphos, apuntando ya al recién llegado.
-Soy Heracles...-
respondió tranquilo. Su ave chillaba, mirándome, yo solo ladee la cabeza y
sonreía levemente al animal -Vengo de muy lejos con la intención de destruir a
los dioses, pero parece que alguien más se me adelanto y de forma formal...-
-Con que también quieres
acabar con los dioses... -dijo Adelphos bajando su guardia -Entonces bienvenido
Heracles, ellos son Epifanía –me presentó -Y él es Keops.
-¿Y de dónde vienes?
-pregunto Keops
-Tebas… -respondió.
-¿Tebas? Interesante... -comentó Keops.
-¿Cuál es tu plan?-
preguntó a Adelphos el recién llegado..
-Intentaremos conseguir
un barco... –respondió de inmediato el príncipe.
-Pero la verdad, es que
no tiene un plan –correspondí mientras me acercaba al ave de Heracles.
-Ya habló la sacerdotisa… -agregó Adelphos.
-¿Cómo que no tiene un
plan? –preguntó incrédulo Heracles.
-No lo tiene… Pregúntale.
Luego del barco… ¿Qué? –dije mientras acercaba levemente mi mano al ave y un
frío recorrió mi espalda en aquel instante. Me alejé de ella, posiblemente… Era
un enviado de algún dios.
-Luego del barco… Nos
iremos de Creta –respondió Adelphos no muy contento con mi comentario.
-Si pues… Crees que Minos
nos dejará su barco.
-Yo lo conozco, sé que
puedo manejarlo.
-Créame. He oído hablar
de él y lo único que conoce mi príncipe, si cree que lo dejará subir así como
así a su barco, es su nombre. Además… Ese no es el problema que se nos presenta
en este instante –aseguré sin dejar de mirar aquella ave.
-Y ¿Cuál sería? -comentó el príncipe.
-Es el qué hacer luego…
Es decir. Digamos que hipotéticamente Minos nos deja subir al barco… Nos vamos
de Creta y…
-¿Y? -respingó Keops.
-Exacto. Adelphos debe
vencer a los dioses con nuestra ayuda… Y para eso primero, debe encontrarlos
–dije mientras me acomodaba las prendas persas.
-Tiene razón –musitó
Keops.
-Mira muchacha… Ahora,
nos subiremos en ese barco sea como sea –asentí –Después veremos cómo
encontramos a los dioses –ladeé la cabeza.
-Creo que Atenea quiere
que obtengas la victoria, príncipe, porque sí que necesitas ayuda… -comenté
mientras me paraba junto a Keops, al otro lado de Adelphos, lo más alejada de
aquella ave que pude.
By KatrinaxStevens