Artemis
Era una fría noche, me hallaba corriendo entre los matorrales,
ocultándome de los siervos de Apolo, era momento de que afrontara las
consecuencias de mi herejía. Seguí corriendo cuando una flecha atravesó mi
pecho… No, me equivoco no era una flecha, era un rayo, al parecer los dioses me
querían desaparecer de una vez por todas, miraba como lentamente mi sangre
derramarse mientras todo se hacía borroso y frio.
Desperté en presencia del mismo Zeus, alrededor se encontraban Afrodita,
Apolo, Atenea, Poseidón y hasta el mismísimo Hades. Dos bestias me tenían
atrapado y de pronto el rey del Olimpo hablo.
- Tu, humano insignificante. Has desafiado la voluntad de los dioses al
cuestionar nuestra divinidad, has dejado de venerarnos además de cuestionar
nuestras acciones - decía el dios furioso - ¿Que tienes que decir a tu favor?
- Lo único que puedo decir es que… El mar ya no produce, las tierras se están
secando ¿Los dioses qué?… ¿Que hemos hecho para merecer semejante castigo? siempre
se les venera se les ofrecen tributos y recibimos como pago esto.
- ¡Insolente! Te atreves a seguir retándonos aun estando ante nuestra
presencia
- ¡Lo único que hago es pedir un poco de justicia!
- Ustedes hijos, decidme cuál es su veredicto hacia este hereje - la
sala retumbo ante la autoridad que imponía el rey del Olimpo.
- Debe morir y ser mostrado ante su pueblo como muestra de castigo hacia
los que osen a retar a los dioses - dijo Hades con un brillo de muerte en sus
ojos.
- Tal ves destruirán mi cuerpo, torturen mi alma pero les aseguro que no
soy el único que se ha hartado de la mediocridad de los dioses – dije esbozando
una sonrisa.
Zeus se acercó y me propino una bofetada
- ¿Por qué hijo mío?… - me dijo mientras se retiraban él y el resto de
los dioses, fui llevado al hades donde sufrí el dolor y el horror más
devastador que el ser humano nunca llego a imaginar…
~Un tiempo después~
Cansado del abuso de los dioses sobre su pueblo, hubo una vez un
príncipe griego que decidió enfrentar a sus creadores, y poner fin así, al
reino de las injusticias.
Sobre el monte Olimpo, se erguía un enorme palacio de mármol. Entre sus
murallas vivía el todo poderoso Zeus, hijo del gran Cronos y también su
asesino. Dirigía el mundo mortal, actuando bajo el consejo de sus hermanos e
hijos, dioses también, cada uno con un rol tan importante y vital en la tierra,
como el de sus hermanos.
Cada semana, los dioses entregaban un momento de sus vidas a la
vigilancia de las prosperas tierras de Grecia, encargándose de sus problemas,
defendiéndolos de ataques enemigos, pero mayoritariamente, divirtiéndose
castigando a quienes consideraban traidores. Todos aquellos que osaran no
entregar la vida a su devoción completa, era llevado a los confines del Hades y
castigado por la eternidad. Cada humano debía agradecer siempre, el trabajo que
lo dioses hacían por ellos.
Adelphos, príncipe de las tierras de Tesalia, vio con sus propios ojos
como su padre, el rey Artemis, fue llevado por el mismo Hermes al consejo en el
Olimpo, para que después sus rastros fuesen devueltos con la marca del rayo en
su rostro, como muestra del poderío de los dioses y una advertencia para
quienes osaran enfrentarlos.
El joven príncipe, colérico por la muerte de su padre, se atrevió a ir a
los mismos pies del monte Olimpo y retar al dios Zeus. Gritó cuanta ofensa
tenía para dar, esperando a obtener una respuesta, pero por más que gritara,
sus retos no eran considerados.
Poseidón, quien oyó los gritos del muchacho desde las mismas agua del
más Egeo, le pareció divertido que un humano osara enfrentar a un dios, y
persuadió a Zeus de que hablase con el muchacho. Zeus, aún no convencido en su
totalidad, trajo al muchacho ante él, en el mismo consejo en que había
asesinado a su padre, y en tono de burla, le preguntó:
- ¿Qué quieres humano? Osas entrar en mis tierras y acusarme. Quieres
tener una batalla conmigo, un dios del Olimpo. No creerás que podrás vencerme…
¿O sí?
- Zeus – dijo el muchacho empuñando su espada de plata – Asesinaste a mi
padre y te burlas de mí. Un príncipe griego, que ha venido hoy a demostrar el
descontento del pueblo. Tus palabras me demuestran la soberbia de su estirpe y
me dejan en claro que no conseguiré nada más de ustedes que palabras… Pues eso
es todo lo que son: PALABRAS. Os ruego, dios del Olimpo, si no vas a ayudarnos…
Dejadnos en paz.
- ¿Quién te crees humano? ¿Qué puedes venir al hogar de Zeus e
insultarlo? – preguntó Hera, sentada junto a su esposo.
- Déjalo querida… Este muchacho tiene algo de razón – dijo el dios
mientras se levantaba de su trono y se acercaba al joven Adelphos – Somos
dioses, nos entretenemos con ustedes, pero también nos encargamos de sus
necesidades. Pero tu muchacho ¿Pretendes que nos encarguemos de todas ellas?
Los hemos creado con la capacidad y la inteligencia suficiente para que sean
capaces descuidarse solos… Y aun así les ayudamos en lo que podemos…
- Pero no es suficiente. Necesitamos alimentos, y la mitad de la
recolectamos va para ustedes… Las tierras no producen y…
- Está bien, está bien muchacho… - dijo el dios mientras pasaba sus
dedos por sus sienes y miraba a su consejo de dioses, cada uno en un trono,
rodeados de un aura divina –Te propongo un trato… - continuó mirando a su
consejo – Si logras acabar con mi consejo… Dejaré que el pueblo de Grecia se
valga por sí mismo… Pero si eres tu él vencido, joven príncipe Adelphos,
sufrirás uno a uno los castigos de cada dios presente en esta sala.
- Acepto – dijo el muchacho sin pensarlo dos veces.
- Entonces… Es un trato – dijo Zeus estirando su mano al muchacho. Este
lo tomó y en una suerte de quemadura, se grabó en su palma una esvástica griega.
El joven miró la quemadura en su mano y al notar su carne quemada
sellando el trato, vio como Zeus le mostraba la suya, con la misma marca. Cada
dios en la sala reía, divertidos por la osada apuesta del humano contra el
dios, y en unos segundos, el joven despertó en las lejanas tierras de Creta,
con un mapa en sus pensamientos y un sinfín de destinos que seguir desde aquel
momento.
En los cielos se dibujaba el mismo símbolo y cada humano ya se había
enterado, por mensaje de Hermes, que el joven portador de esta marca, se había
atrevido a insultar a los dioses con un desafío, y quien quisiera ayudarle, era
libre de hacerlo… Pero correría el mismo destino que el líder de tal empresa…
By Hunterhelmsleyhearst