Epifanía
Me quité las ropas persas
y frente a los guardias de Minos y el propio Minos, quedó al descubierto mi
procedencia Ateniense. Su rostro de desagrado al notar mi verdad fue único, y
también solamente yo lo noté, pues Minos parecía muy amigo de Adelphos… A decir
verdad, y basándome en mi fugaz pero bien fundado conocimiento de los
cretenses, no le creía mucho.
Entramos en el laberinto.
Hacía un poco de frío y un aberrante olor a azufre cubría todo el lugar. Dejé
las túnicas en la entrada del laberinto, y noté que Minos quedó afuera,
cerrando la entrada y custodiándola.
-Mire guerrero Heracles
–dije mientras tomaba mi arco y lo cargaba en la espalda –El gran Rey Minos,
que nos encierra junto al Minotauro, pide que rescatemos a su esposa…
-Es un acto de amor,
Epifanía –comentó el espartano.
-¿Amor? Podría
aseguraros, guerrero, que Minos, en lo que menos piensa en este momento, es en
amor.
-¿A qué te refieres?
-Intenta deshacerse de nosotros…
-aseguré.
-¿Crees eso?
-Estoy segura… Minos,
esposo de Pasifae, no es padre del legendario Minotauro, aunque este lleve su
nombre. Es más… Su esposa, si es que es cierto que fue encarcelada en el
laberinto, os aseguro que ya no vive, al igual que lo asegura el Rey Minos en
este momento.
-Espera… ¿De quien es hijo
el Minotauro?
-De Pasifae y el toro más
fornido y hermoso de la isla, pero no del Rey Minos… Por eso él lo encerró
aquí. ¿Quién quiere cuidar de quien no es un hijo legítimo? Pues el Rey, no.
-Entonces… Minos intenta
deshacerse de nosotros o…
-O del Minotauro.
Cualquiera le conviene. La diferencia es que si nosotros salimos del laberinto,
nos deberá dar un barco y nada más, si no, deberá seguir alimentando al hijo de
Pasifae.
-Entonces apresurémonos.
Adelphos ya nos ha dividido en dos grupos –dijo el espartano mientras cargaba
su escudo –Tenemos que encontrar al Minotauro…
-Antes de que este nos
encuentre –completé mientras amarraba a la reja de la entrada un trozo de
cuerda de pelo de bestia de inframundo-
-¿Qué haces Epifanía?
-Tal vez Adelphos y Keops
busquen perderse… Pero es bien sabido que la única manera de salir de un
laberinto, es por el lugar que se ha entrado.
-Con eso nos guiaremos de
vuelta.
-Y a menos que el Minotauro
posea algún cuchillo del mismo Hades, no podrá cortar la cuerda –dije mientras
metía en brazo en la apertura que quedaba en la cuerda enrollada y comenzábamos
a caminar, en dirección contraria a Adelphos.
Recorrimos algunos
pasillos, puertas, portones, escaleras y lo único que encontrábamos eran
cadáveres de mujeres y hombres devorados. Las túnicas manchadas de sangre que
aún permanecían ahí denotaban la procedencia Ateniense. Solamente miraba y
seguía caminando. Nos metimos en un pasillo sin salida, cuando repentinamente
tras nosotros, un perro enorme y de tres cabezas apareció en la entrada del
pasillo. Llevaba en su boca una mujer colgando, digamos que lo que quedaba de
ella, y un grillete de fuego adornaba cada una de sus patas.
-No es posible –musité
mientras sacaba una flecha y la tensaba en mi arco.
-Es una bestia del
inframundo… -dijo Heracles –Todo es posible.
-Es un Cancerberos… -dije
veloz –Es de Hades…
-¿Y…?
-Hades no tiene poder
sobre esta zona… Poseidón sí -aseguré.
-No estoy para esos
cuestionamientos sacerdotisa. Debemos hallar a Pasifae y acabar con el
Minotauro… Así que acabemos con este perrito –dijo Heracles, confiado y
empuñando su arma.
Algo aturdida a causa de
la presencia de un perro del Tártaro, asentí y dirigí mi flecha de oro en
dirección hacia la cabeza del medio. Apunté a uno de sus ojos, y en él dio.
Dejando a la cabeza central, con media visión.
Pero el perro, enfurecido
ante mi acto, se abalanzó contra nosotros, ahí comenzaba recién la encarnizada
lucha.
By KatrinaxStevens