Epifanía
Apunté a su ojo ileso, uno negro y profundo. Me dio un
escalofrío al mirar en él y perderme en lo que escondía, pero las palabras de
Herotarco me despertaron y me trajeron a tierra.
-¡Disparad! –dijo mientras se volteaba en mi dirección,
asentí fervientemente y apunté.
La flecha en dirección a su ojo negro, debía
atravesarlo y dejarlo sin visión. Tomé la flecha que sostenía y la tensé, el
arco hizo un hermoso sonido al estirarse y cuando Dédalo se lanzó en picada en
nuestra dirección, solté el ataque, que llegó a su ojo y lo hizo perder
dirección en el vuelo, enredándose con sus alas y cayendo al suelo como un
revuelto de carne y plumas, justo en el lugar en que nos encontrábamos, por lo
que tuvimos que tirarnos a lados contrarios de nuestras posiciones, cayendo el
lado izquierdo Herotarco con Heracles, y por el otro… Yo.
Dédalo se levantó rápidamente y quitó con máxima
fuerza la flecha de su ojo, quitando lo que había dentro de él y haciendo que
algunas gotas de aquel líquido cayeran sobre mí al batir velozmente la flecha
en dirección a su derecha.
-Asco… -musité mientras pasaba mi mano por mi rostro y
quitaba las gotas, repentinamente noté que Dédalo había volteado en mi
dirección y me callé.
Estaba ciego, pero su audición seguía siendo tan buena
como antes. Miraba a su alrededor, pendiente de cualquier sonido que le
indicara la posición de cualquiera de nosotros. Herotarco y Heracles estaban
callados al otro lado, moviéndose en sigilosos pasos, preparados para atacas a
Dédalo de sorpresa, y yo, estaba agachada, intentando que aquel repugnante ser,
no me escuchase.
-Crack… -sonó repentinamente. Alguien había pisado una
piedrita, que al frotarse con el suelo sonó de esa manera. Dédalo volteó su
mirada en dirección hacia Herotarco y Heracles y sonrió levemente.
Los dos guerreros seguían moviéndose sigilosos
mientras Dédalo se volteaba lentamente hacia ellos. Ya que me vi fuera de la
“vista” de Dédalo, tomé una flecha, la apoyé en el arco y comencé a tensarla en
dirección a su pie, vi como frente a mí, al otro lado de Dédalo, Heracles me
hacía señas de que abandonara mi acción, pero cuando entendí a qué querían
llegar con sus señas, el sonido del tensar de mi arco ya había llamado la
atención de Dédalo, que miraba en mi dirección y sacaba de sus fundas, las
flechas para lanzármelas.
Me lancé hacia el lado y luego de caer me paré
velozmente, comencé a correr, pero mis túnicas entorpecieron mis movimientos.
Repentinamente una flecha pasó junto a mi hombro, así que me tiré al suelo,
rodé un poco y cuando miré, noté que Herotarco ya estaba con su escudo
cubriéndose de los ahora torpes ataques de Dédalo, interponiéndose entre el
maldito y yo.
-Necesitas un escudo Epifanía –dijo Heracles corriendo
en dirección al maldito, dando un salto y lanzando su espada al brazo de
Dédalo, cortándolo de un movimiento. Sonreí.
-Debemos dar crédito a la muchacha… Lo ha dejado
ciego. Sus movimientos se han vuelto torpes… -dijo con un tono de satisfacción
el espartano.
-Gracias –musité recobrando el aliento y levantándome,
con la respiración un poco entrecortada y mirando como el brazo de Dédalo caía
al suelo, volvía a su color natural y a una velocidad inverosímil, se convertía
en el brazo de un cadáver, luego solo en piel y huesos y al fin… polvo. Herotarco
vio lo mismo que yo, dudó un segundo y mientras Dédalo emprendía vuelo, cortó
uno de sus pies. Ocurrió lo mismo que antes.
-Se convierte en cenizas –musitó mientras se ponía en
guardia para defenderse del ataque aéreo.
-Vuelve a su estado natural –musité mientras miraba el
polvo en el suelo.
-Ahora que no ve, solo lanza flechas… -
-Cortémosle las alas.
-Y cuando esté en el piso…
-Cortadle la cabeza… -dijimos el plan casi al unisonó,
tuvimos la misma idea. El maldito moriría si su cabeza se volvía polvo, de
seguro era un cuerpo, un títere y su alma ya estaba él en Tártaro… -Hades era
un muy buen titiritero- pensé mientras tomaba una flecha y la lanzaba hacia el
ala de Dédalo, debíamos hacerlo caer.
Mi flecha dio en su ala, se estancó en ella, pero no
le hizo nada más. Repentinamente Dédalo bajó el vuelo, pues al estás ciego no
notó a qué altura se encontraba, en aquel momento Heracles saltó, agarró a
Dédalo por un pié y utilizando su fuerza, lo hizo bajar a la altura del suelo,
en aquel momento Herotarco se acercó y lo golpeó en el rostro con su escudo,
haciéndolo caer al suelo. Dédalo se retorció en el piso un momento, pero ambos
guerreros pisaban sus alas y las cortaban en dos partes con sus espadas,
imposibilitándole el vuelo.
Ya no quedaba más, era un asqueroso poseído sin brazo
y sin un pie, comenzó a arrastrarse hacia una zona oscura, intentando escapar,
indefenso y sin ninguna oportunidad. Heracles y Herotarco se miraban, algo
apenados por tan patética figura, pero cuando uno se propuso dar el golpe
final, un filo destelló en la oscuridad y repentinamente la cabeza de Dédalo
comenzó a rodar por el suelo, saliendo de la penumbra y llegando a los pies de
los guerreros. Me enderecé en mi lugar, un escalofrío recorrió mi espalda y un
repentino y sutil aroma a azufre me hizo voltear a los lados. La cabeza
degollada se convirtió en polvo y en el instante en que nos centramos en la
penumbra, bajo unos segundos de profundo silencio, un hombre apareció.
-Espero no infortunar –dijo con un gran machete
apoyado en el hombro, mientras pateaba un poco el cuerpo de Dédalo y avanzaba
hacia mis compañeros.
Tomé mi escudo y una flecha. A pesar de no verse como
un enemigo, aquella forma de aparecer de la nada, fue algo… Tétrico.
By KatrinaxStevens